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Vete de mí

Félix Cortés Camarillo

Félix Cortés Camarillo

Cancionero

El exilio ha sido siempre una fórmula graciosa para deshacerse de estorbos políticos. Stalin dejó ir a su principal adversario, León Trotski, para que fuera asesinado en Coyoacán por uno de sus agentes internacionales. La Pasionaria y Santiago Carrillo acabaron muriendo en Moscú y en Praga cuando Francisco Franco tomó España. El asunto es quitar de enfrente a los que pueden hacer sombra.

La pregunta es —luego del enorme desprestigio que carga a cuestas— ¿qué va a pasar con Enrique Peña Nieto?

Los mexicanos encontramos en el Servicio Exterior una respuesta cómoda. A los incómodos los improvisamos diplomáticos y se acabó.

Don Gustavo Díaz Ordaz fue marcadamente el primer embajador de México en Madrid, después del prolongado divorcio nacional, lo cual tuvo un peso específico notable, aunque de poca duración. Luis Echeverría se fue más lejos, a Australia, con cargo de embajador. José López Portillo se fue a la llamada Colina del Perro, que le regaló el profesor Carlos Hank, y no hizo ruido.

Ernesto Zedillo ya había sido precontratado por las ferroviarias de Estados Unidos y para allá se fue. Don Vicente Fox ya tenía su retiro asegurado en Guanajuato. Honestamente, no tengo idea del expresidente Calderón y el origen de sus ingresos.

Independientemente de que el señor Peña Nieto no tiene un peso político importante ni —me parece— necesidad financiera de seriedad, el presidente López Obrador tiene que decidir qué chamba darle: la iconografía de la política mexicana contradice a la frase popularizada de
Fidel Velázquez. El que se mueve no sale en la foto. No hay que olvidar que el grupo Atlacomulco, que empujó al presidente Peña, sigue vivo y se mueve.

PILÓN.-Dos eventos contradictorios van a ensuciar el, por otro lado, bastante pulcro proceso de transición del gobierno federal de México. Todos hemos estado pendientes de la discreta civilidad con la que Enrique Peña Nieto fue cediendo las áreas de poder, que de todas maneras ya no controlaba, a los colaboradores cercanos de Andrés Manuel López Obrador. De esa manera los nuevos secretarios de Estado empezaron a ejercer el poder sin serlo. “Yo seré Presidente del país hasta el último día de mi mandato”, lo dijo más de uno. Peña Nieto guardó discreción. Pero en paralelo, López Obrador y Peña Nieto van a ensuciar el cambio de estafeta con dos actos que nos desacreditan en el mundo, pero, sobre todo, en México. A la toma de posesión del nuevo Presidente está invitado y será muy bienvenido Nicolás Maduro, dictador de Venezuela; por su parte, en un acto último del Presidente saliente: le va a otorgar al señor Jared Kushner, quien es yerno de Donald Trump, quien ha llamado a los mexicanos traficantes de drogas y asesinos, la más alta condecoración que el Estado mexicano concede a un extranjero, el Águila Azteca. Que supongo será de plata.

 

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