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Yo soy de Zacazonapan...

Félix Cortés Camarillo

Félix Cortés Camarillo

Cancionero

Entre los lugares comunes más frecuentemente visitados en los tiempos políticos recientes de los mexicanos, se encuentra la vieja consigna de que las elecciones para gobernador en el Estado de México vienen a ser como un ensayo general, con vestuario, maquillaje, luces y efectos, de las presidenciales del año que viene. Nunca fue más cierta, aunque lo mismo se dijo de las elecciones en Veracruz y antes de las de Nuevo León. La verdad es que los encuestadores, adivinos de las preferencias electorales con amplio margen de error, apuntan a un empate técnico a tercios por los tres conocidos aspirantes a mandar en Toluca: Alfredo del Mazo por el PRI, Josefina Vázquez Mota por el PAN y Delfina Gómez por Morena.

Independientemente del probable fallo de los pronósticos, lo cierto es que lo que se está cuestionando ya en estas elecciones es la validez misma del sistema político mexicano, que ha llevado a una crisis profunda de los partidos políticos. Todos.

La misma selección de los tres respetables candidatos tiene ese tufo. El currículum del presidente Peña y su relación personal con Alfredo del Mazo es evidencia clara de cómo le interesa más las elecciones en su estado natal que las relaciones tensas e impredecibles con Estados Unidos. Sin embargo, los tres seleccionados carecen de palmarés notable que pudiera superar el descrédito que todos los partidos políticos mexicanos están sufriendo. En definitiva, ninguno de ellos tiene un gallo fuerte para suceder a Peña Nieto y la perspectiva de un Andrés Manuel López Obrador como triunfador en el 2018 se esboza como una posibilidad muy real.

Pero lo importante no es eso. Lo que los mexicanos deben replantearse es su modelo político de país si es que todavía aspiran a ese utópico estado que se llama democracia. La alternativa es poco agradable: podríamos acabar en una dictadura demagógica y fascista igual a la que los estadunidenses están empezando a conocer.

El Estado de México no es solamente el que tiene el padrón electoral más nutrido. Su ubicación y su peso económico le proporcionan un papel de privilegio en lo que debe ser la conducción de los destinos patrios. La procedencia del actual Presidente de nuestro país le está obligando a no permitir o, por lo menos, intentar no permitirlo, que se dé la alternancia que todo el mundo pregona ya.

El hastío ha probado ser, junto con el temor, el estado de ánimo favorito de los mexicanos. Ante la amenaza externa nos hemos olvidado de que el origen de los problemas de México está en nuestro territorio.

Si el presidente Obama deportaba en promedio mil mexicanos al día, es porque había, y hay, muchos mexicanos indocumentados para deportar. México, su injusticia social con la mitad de la población económicamente activa ganando menos de cinco mil pesos al mes, ha sido el proveedor de mano de obra barata y eficiente que ha forjado el progreso de nuestro vecino, porque esos hombres y mujeres de Zacatecas, Michoacán, Guerrero, Oaxaca o Chiapas no encontraron en su país oportunidad ni de empleo ni de educación.

Y Trump no tiene la culpa de esto.

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