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Vergüenza

Federico Reyes Heroles

Federico Reyes Heroles

Sextante

Imaginemos la escena. El barco de madera con velámenes llenos entra lentamente a una tranquila bahía, es casi perfecta. Quedan maravillados con lo que ven: un anillo de montañas con abundante flora tropical, especies desconocidas se ofrecen a ellos. Hace calor, de inmediato empiezan los apuntes, los trazos, los perfiles de las montañas, los cálculos sobre su altura. Hay que preparar los instrumentos. El trayecto será largo. El barón Alexander von Humboldt desembarca en Acapulco.

Es 1803, apoyado por la monarquía española, Humboldt tiene la encomienda de verificar la condición de las minas. Por eso va a Taxco o Guanajuato. El Virrey José de Iturrigaray lo esperaba con ansia. El gran naturalista, antecedente de Darwin, emprende la recolección y descripción de plantas, árboles, rocas, animales, de todo, hoy en custodia en Berlín y París. Días después, al llegar a Chilpancingo habiendo cruzado por Agua de Obispo con sus fantásticos oyameles, Humboldt no tiene la menor duda en asentar sus impresiones: es uno de los lugares más ricos en flora y fauna de todo su recorrido. Humboldt lloraría si viera hoy lo que hemos hecho de nuestro territorio.

Los mexicanos muestran, día a día, un profundo desprecio por la vida en todas sus formas. Disparan a las aves por simple diversión. Maltratan a los animales en un ánimo de barbarie y dominio. En las escuelas no se enseña el valor de la vida silvestre, el respeto que debemos tener hacia ella. Resultado, una tala clandestina que hace perder bosques valiosísimos para dar entrada al ganado. Con todo tipo de artimañas, los mexicanos se asientan violentando normas, muchas veces en laderas, provocando deslaves. Dos tercios del territorio están en proceso de erosión. Nuestra única y generosa casa llamada México –décimo primera potencia forestal, 70% del territorio tiene esa vocación– se da el lujo de perder anualmente alrededor de 100 mil hectáreas de bosques y selvas. Ciudad Universitaria tiene 730, o sea 140 veces esa extensión.

Cada año se nos recuerda que la gran mayoría de los incendios, arriba del 98%, son resultado de acciones humanas. Pero de poco sirven las advertencias, el mexicano es un gran enemigo de México, basta con ver la basura en los ríos y cañadas, en las playas, en los bosques, en los parques. Pareciera que estamos aquí para devastar nuestros recursos. Es el mismo desprecio por la vida que lleva a la violencia intrafamiliar y contra las mujeres. Y así año con año se repite la historia, son las lluvias las que llegan a enterrar la enorme nube con la que cubrimos al país. Para donde vuele durante el estiaje, allí están esas columnas blancuzcas o negras, quemas de cañaverales, rastrojo, pastizales, bosques para darles otro uso, de todo. La gigantesca nube ha llegado a Estados Unidos.

A eso súmese a los abusadillos que con múltiples mañas evaden la verificación, la conocida corrupción en esos centros, la pésima condición de muchas unidades de transporte público y un largo etc. Pero las heridas van más allá de flora y fauna. Como bien recordaba Mario Luis Fuentes ayer en estas páginas, el costo en salud para bebés, adultos mayores, personas con afectaciones respiratorias, menores que deben permanecer en sus hogares sin poder ir a clases y los millones que deben transportarse diariamente en condiciones adversas, todos, víctimas sin voz. De nuevo, los más pobres, son los más afectados. Mario Luis nos recuerda el aumento de mortalidad infantil por enfermedades respiratorias.

En un país con alrededor de 2 millones de kilómetros cuadrados de territorio, hay poco ingenieros forestales. Los guardabosques son un puñado con una enorme responsabilidad. México no cuenta con un solo avión cisterna. Ojalá y con los dineros de la venta de camionetas y aviones compren varios de estos equipos. Por sentido común, no recorten presupuesto a la Comisión Nacional Forestal, la Conabio y otros programas vinculados con esta pesadilla.

La vida no vale nada, parece ser nuestra vergonzosa idiosincrasia.

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