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En el espacio sideral

Federico Reyes Heroles

Federico Reyes Heroles

Sextante

El expediente negro no es exclusivo de América Latina, pero ocupamos un lugar prominente. Desde el doctor Francia o Stroessner en Paraguay a Videla en Argentina; de Leónidas Trujillo en Dominicana a la familia Somoza o ahora los Ortega en Nicaragua. Noriega en Panamá. Velasco Alvarado en Perú, Castillo Armas en Guatemala. No es una pandilla a la que queramos pertenecer. Los festejos patrios de 2021 serán recordados como otra afrenta para los demócratas.

El horror tiene varias medidas, el primer lugar en crueldad muchos lo asignan a Videla. Pero Pinochet no se deja vencer fácilmente. Muertes por miles, decenas de miles. Las peores torturas e infamias, el desfile no termina. Duvalier en Haití; Rojas Pinilla en Colombia. Chávez y Maduro en Venezuela. Campeón indiscutible en duración, aunque no es su única medalla, es la triada Fidel, Raúl y ahora su fiel escudero, Díaz-Canel. Tienen otros logros: cruel persecución a la diversidad sexual, opositores encarcelados, violación sistemática de los DH en todos los órdenes y el nulo margen a cualquier expresión disidente. El acumulado después de 62 años opaca a los otros.

Tuvimos el nuestro, se llamó Porfirio Díaz y desarmar su aparato nos llevó a una Revolución más o menos incruenta y a otra con un millón de muertos. Décadas de inestabilidad. De ahí México caminó a una fórmula autoritaria, pero sin golpes ni nuevos dictadores o constituciones a la medida. La democratización avanzó en las últimas décadas del XX, costó vidas y mucho tiempo: el fortalecimiento de una oposición combativa, aceptada y reconocida a regañadientes; arrinconar al fraude como cultura; fórmulas modernas para una representación con equidad para las fuerzas; incorporación de la mujer en los cargos de representación y en todos los frentes ejecutivos; creación de instituciones de defensa de los DH como dique frente a las autoridades; acceso a la información y rendición de cuentas como mandatos constitucionales; reconocimiento, lento y tortuoso, de los derechos de las minorías de todo tipo (apenas en gestación); apertura y defensa de los medios y de los profesionales de la información. El paquete también exige mantener congruencia sobre el rumbo. Los compinches autoritarios o dictatoriales ya no pueden recibir disimulo cómplice.

Ello supone rupturas, alejamientos inevitables. Ahora sí, no somos lo mismo. El respeto sin concesiones a los DH con observancia internacional —ONU, HRW, entre muchos otros— es la medida obligada de propios y ajenos. Esto es el siglo XXI. Los tótems cayeron: ni el nacionalismo ni la independencia, de alta valía, pueden sobreponerse al respeto a la vida y a las libertades. México, aunque hoy se quiera negar el pasado inmediato y viajar cinco siglos atrás, ya dio el paso. El anclaje fundamental han sido las instituciones electorales, del IFE al INE, el Tribunal Electoral evolucionando, en busca de más garantías para los ciudadanos. Los ciudadanos aprendimos a organizarnos, a contar votos, a aceptar derrotas y a respetar al árbitro, bueno no todos.

Ahora, el heredero de Fidel —convertido aquí en héroe— se pavonea en nuestro cumpleaños institucional. Vaya ejemplo democrático para las nuevas generaciones: el Presidente mexicano elogiando al dictador. El anfitrión es el mismo que ataca permanentemente al INE, a los medios, el que coquetea con la extensión de su mandato y de otros, el que quiere retroceder en la historia para acompañar a Fidel. Hay más de medio siglo de desfase. Es otro mundo, otro México. Otro molino de viento.

¿Embargo? Sí, el del gobierno cubano sobre su pueblo. Cuba comercia con decenas de países, pero todo se lo queda la “Revolución”. Nada se habló del hambre en la isla o en Haití, nada de migración. Lo único concreto —gracias a Cepal— fue vacunar.

Burla internacional y furia son las reacciones. Seguirá la OEA, seguirá Celac, eso sí, con agencia espacial. Fidel, Gagarin y López Obrador andan en el mismo viaje sideral.

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