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Autocracia

Federico Reyes Heroles

Federico Reyes Heroles

Sextante

 

Fue Robert Dahl quien echó a rodar la expresión a finales de los setenta. Toda democracia desemboca en una poliarquía, en un gobierno de muchos. Cada quien, en su parcela, tiene algo que decir y el gobernante debe escuchar y después decidir. Todo indica que nos alejamos de la deseable poliarquía, que estamos en una autocracia, la verdad de un solo hombre.

En un hecho sin precedente, seis exsecretarios de Salud dirigieron una carta al presidente López Obrador. Se trata de una lista de muy connotados personajes (en orden de gestión, Guillermo Soberón, Julio Frenk, J. A. Córdova Villalobos, Salomón Chertorivski, Mercedes Juan y José Narro), dos exrectores de la UNAM, el actual presidente de la Universidad de Miami, todos, con conocimientos y experiencia en el sector. En sus manos ha estado el andamiaje nacional de salud pública en el último cuarto de siglo y con administraciones de distintos signos. El punto central del texto es la desaparición del Seguro Popular. Reducción de mortalidad infantil, muerte materna, eliminación o control de enfermedades como poliomielitis, sarampión, difteria, rubéola, esquemas de vacunación e investigación, multiplicación del número de afiliados por 15 en 10 años, muchas más camas, control epidemiológico y un largo etcétera sólo encuentran explicación al pasar por el Seguro Popular.

Ejercieron respetuosamente su derecho a opinar con el peso de la experiencia, advirtieron los riesgos, eso es todo. El punto más delicado socialmente es trastocar el Fondo de Protección contra Gastos Catastróficos, que ha permitido al Seguro Popular atender cientos de miles de casos muy graves que muy probablemente hubieran empobrecido a las familias sin ese apoyo. Se trata de temas muy complejos y estos seis mexicanos, sin duda, tienen mucho que decir al respecto. Lo increíble fue la respuesta presidencial, en lugar de invitarles un café para escuchar sus argumentos, el Presidente los agredió: “Se dedicaron a robar en el sector”, y después los calificó de ignorantes y desinformados. Ninguno de ellos merece esa respuesta. Los exsecretarios exhortaban a iniciar un diálogo. El Presidente los maltrató.

En una democracia liberal, en una poliarquía, todos estamos obligados a escuchar. En la misma semana, el Presidente volvió a agredir a los científicos con nuevas diatribas, casi tildándolos de bobos que no entienden nada, expresiones que se suman al rechazo de los economistas y sus saberes, de los inútiles foros internacionales, de las calificadoras, de los técnicos que perforan pozos petroleros, de las recomendaciones de la CNDH. El sabelotodo es él. No necesita de expertos en ninguna materia porque perforar pozos petroleros es como hacer un hoyo, la economía se maneja con sentido común, para entender un sistema de salud basta con visitar un hospital, el turismo se da solo. Él no necesita aprender de nadie. Con frecuencia recibe a los empresarios y los oye, pero, en los hechos, muestra que no los escucha ni entiende. Terminar los contratos con grandes empresas de la construcción o de la industria petrolera no merece una segunda consideración. El espíritu nacionalista bendice todas sus decisiones, aeropuertos, trenes. Los ecologistas o conservacionistas estorban. Las refinerías se pueden construir donde su imaginación lo decida. En lugar de aceptar sus limitaciones rodeándose de expertos, las corazonadas gobiernan.

Pero resulta que la inversión se desplomó, sólo en mayo, casi 7%, la economía está pasmada, el consumo se tambalea de la mano de la confianza del consumidor, el desempleo aumenta y, por primera ocasión en 25 años, nuestra economía se separa de la de Estados Unidos: ellos crecen, nosotros no. Las razones del desplome están adentro y alguien es responsable. Crecer al 2% no era para echar las campanas al vuelo, pero no crecer merece reflexión y algo de humildad.

En los hechos, el Presidente no cree en la poliarquía ni en la ciencia ni en la experiencia de otros. Su verdad nos gobierna.

 

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