Logo de Excélsior                                                        

Un año en la 4T

Fabiola Guarneros Saavedra

Fabiola Guarneros Saavedra

Mensaje directo

 

Y pasó el primer año…

La Cuarta Transformación hoy está de manteles largos, festeja y celebra su triunfo. Y claro que hay motivos para cantar y bailar en la Plaza de la Constitución con la Sonora Santanera: ejercen el Poder Ejecutivo, tienen control en el Poder Legislativo, han conquistado las simpatías del Poder Judicial, lograron tranquilizar a los empresarios y además tienen el cariño del pueblo, que cultivan con los programas sociales.

México no está en recesión, sólo está estancado; se ha controlado la inflación y se evitó que el dólar se disparara frente al peso.

Se han registrado momentos difíciles, de tensión, de inseguridad, de violencia, de incertidumbre económica, de impunidad (el presidente Andrés Manuel López Obrador señaló cinco), pero esas situaciones eran previsibles cuando se decide combatir la corrupción desde las esferas del poder, “barrer las escaleras de arriba hacia abajo”.

Mover al elefante de la corrupción, el burocratismo y la omisión enquistado en la administración pública fue pesado, aún hay restos de estiércol en algunas áreas y hay que limpiar.

Cuando la 4T llegó a administrar la casa (México) tuvo que limpiar, sacudir, reducir gastos, recortar presupuesto, apretar el cinturón, tapar las fugas de los recursos públicos, cerrar el gas a las prácticas corruptas y sacar los cadáveres del armario.

La limpieza ha sido a rajatabla y cuando se toma una medida así pagan justos por pecadores; se cancelan plazas, se lastima la labor de las organizaciones de la sociedad civil, se desacredita el trabajo de los organismos autónomos, se cierran estancias infantiles, se limita el acceso a los medicamentos y sistemas de salud, y se recorta el presupuesto a la educación de las personas con discapacidad, a la primera infancia y formación de maestros, entre otras consecuencias.

Y se justifica, porque en el pasado los servidores públicos, gobernantes y representantes de los partidos políticos se enriquecieron a costa del erario, aceitaron un sistema que sólo andaba por las vías de la corrupción, del moche, la dádiva y el intercambio de favores y recursos entre el poderoso, el servidor, el burócrata, el empleado del municipio, el líder sindical, el policía, el empresario, el padre de familia, el delincuente y el ciudadano común.

Un año ya. ¿Qué sigue?

La expectativa es muy alta porque ya no hay pretextos. Ya casi no hay basura, ya no hay dinero para robar, ya nadie puede ganar más que el Presidente, ya no se atoran las reformas en el Congreso, la oposición está “moralmente derrotada”, ya tiene la confianza del sector económico y el pueblo está feliz, feliz.

La 4T tiene un estilo de gobierno definido por conceptos discursivos que son muy consistentes, al menos en el discurso, valga la redundancia: “Abrazos, no balazos”, “primero los pobres”, “se acabaron los intermediarios”, “fin a la política neoliberal”, “con el pueblo todo, sin el pueblo nada”.

Discurso político definido desde las mañaneras y sostenido en los diálogos con la comunidad, en las giras. Ideas que se resumen en la casi extinción del Estado, para convertirse en un líder repartidor de dinero, sin intermediarios.

Frases que al mismo tiempo se convierten en política pública, reparto de dinero como una fórmula para mover la economía desde abajo y no desde los indicadores de economistas y organismos internacionales, que puede provocar tanta esperanza como incertidumbre.

Una economía que el Presidente define como moral, pero que para su concreción depende de que todo el mundo que la aplique comparta su sentido de la moral. Lo que aún está por verse.

Un año ya que coincide con el dato negro: 2019 será el año más violento desde que se tiene el registro de indicadores. Y será así por el número de asesinatos, feminicidios, secuestros, asaltos y extorsiones en el país. Hay una delincuencia empoderada, porque persiste la impunidad.

Pasó un año, se acaba la fiesta y empieza el otro, el año dos. El tiempo no da tregua, pero tampoco las exigencias, marchas, pintas y gritos que demandan seguridad y justicia.

 

Comparte en Redes Sociales

Más de Fabiola Guarneros Saavedra