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Terapia intensiva

Fabiola Guarneros Saavedra

Fabiola Guarneros Saavedra

Mensaje directo

“No estamos listos para la próxima epidemia”, dijo Bill Gates en 2015. Tenía razón.

El cofundador de Microsoft alertó que la próxima catástrofe global sería una epidemia. “En 2014, el mundo pudo evitar un terrible brote de ébola gracias a miles de trabajadores de la salud y a la buena suerte. Pero ahora es el momento de poner todas nuestras buenas ideas en operación, desde la planeación por escenarios, pasando por la investigación sobre vacunas y el entrenamiento a trabajadores. No hay necesidad de provocar pánico (…), pero hay que empezar a actuar”, dijo durante la conferencia TED de Vancouver en 2015.

Ningún gobierno hizo caso.

Gates advirtió que si algo pudiera llegar a matar a más de 10 millones de personas en el mundo, en las próximas décadas, no sería una guerra: “Es más probable que sea a causa de un virus altamente infeccioso. No misiles, sino microbios”.

Hace 5 años sugirió invertir y enfocar esfuerzos de gobierno en los sistemas de salud, “de la misma forma que los países tienen ejércitos y armamento necesitan sistemas de salud fuertes”.

Hoy, la pandemia del coronavirus —con sus 307 mil 652 contagios y sus 13 mil 51 muertos en el mundo— demuestra que ninguna nación está preparada, que ningún gobierno invirtió en su sistema de salud, en capacitación epidemiológica, en ciencia, tecnología, en equipos.

Y, en el caso de México, el sistema de salud pende de alfileres. Ha sido saqueado, abandonado y mermado por el cáncer de la corrupción, pero ese diagnóstico ya lo conocíamos (puede usted leer mi columna titulada Corrupción, enfermedad crónica en Excélsior 26/05/19) y en esta administración tampoco se puso el remedio.

Como pasa con las y los enfermos de cáncer, los hospitales, institutos y clínicas del sector público resisten, sobreviven en precarias condiciones porque no hay recursos para medicinas ni para los tratamientos, porque el dinero se destinó a programas asistencialistas.

Hoy, para poder atender a los pacientes con COVID-19, la Secretaría de Salud requiere con urgencia 3 mil 469 millones 615 mil 555.73 pesos para equipo e insumos de diagnóstico, de laboratorio, para la protección personal por paciente, por médico y por día, para higiene de manos y desinfección, para toma de muestra, para ventilación y soporte de vida y para medicamentos. Lo dijo el propio subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, el pasado 17 de marzo.

Esto es lo que tenemos en el país, sumando la infraestructura con la que cuentan la Secretaría de Salud, el IMSS, el ISSSTE, Insabi y los hospitales privados: 33 mil unidades médicas, 83 mil consultorios y 121 mil camas; 37 mil 596 médicos generales, 112 mil 42 enfermeros en contacto con pacientes, mil 284 urgenciólogos, 207 neumólogos, 174 infectólogos y 440 epidemiólogos. Estos datos son del documento Diagnóstico de capacidades de infraestructura e insumos para la atención de COVID-19.

En cuanto a los equipos e insumos disponibles en los servicios estatales de salud hay 2 mil 53 ventiladores, 5 mil 335 monitores y 669 carros rojos (unidad rodable con equipo, material y medicamentos para maniobras de reanimación cardiopulmonar y cerebral).

Y, ¿a qué nos enfrentaremos con la pandemia? La Secretaría de Salud, en un cálculo muy conservador, estima alrededor de 250 mil contagiados (suponiendo que la tasa de ataque de la enfermedad sea sólo de 0.2% de los 125 millones de habitantes del país), de los cuales aproximadamente 175 mil enfermos buscarían atención hospitalaria.

De esos 175 mil pacientes previstos con COVID-19, la autoridad estima que 140 mil personas (80%) tendrían una enfermedad leve; pero el 14% requerirá hospitalización (estamos hablando de 24 mil 564 personas), y un 6% (10 mil) requeriría terapia intensiva. Según el documento oficial sólo hay 3 mil 420 camas en áreas de cuidados intensivos ( mil 553 en las Unidades Médicas de los Servicios Estatales de Salud y  mil 867 en el IMSS).

Los Institutos Nacionales y Hospitales de Alta Especialidad tienen capacidad de convertir hasta 500 camas adicionales de terapia intensiva, lo que permitiría tener cerca de 4 mil camas, pero aun así 6 mil pacientes con COVID-19 tendrían que esperar en una camilla o en una silla de algún pasillo de hospital (escena que hemos visto en cualquier unidad médica del país y sin contingencia).

El pico de la enfermedad se espera a finales de abril y principios de mayo, el número de contagiados podría aumentar exponencialmente y rebasar los cálculos conservadores de la autoridad si no respetamos las medidas de sana distancia y autoaislamiento, que sirven para reducir la velocidad con la que se propaga el virus. Nos toca hacer nuestra parte.

“Si hay algo positivo en la epidemia del ébola es que puede servir como una alerta temprana, una llamada de atención para prepararse”, dijo Bill Gates. Pasaron 5 años y la pregunta ahora es: ¿aprenderá el mundo algo con la pandemia del coronavirus?

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