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Hablemos de beisbol

Fabiola Guarneros Saavedra

Fabiola Guarneros Saavedra

Mensaje directo

El primer encuentro en Washington entre los presidentes de México y Estados Unidos (8 y 9 de julio) será incómodo, aunque las imágenes retratarán la cordialidad. Donald Trump tendrá que matizar su discurso antiinmigrante, guardar sus comentarios sobre los fracasos en la Corte para suspender el programa que protege a los dreamers de la deportación (DACA) y ni hablar del combate al narcotráfico.

El Presidente mexicano tendrá que reservar sus opiniones sobre la economía de libre mercado, evitará hablar de la carta que los fabricantes estadunidenses de combustible y petroquímicos enviaron al mandatario de EU para que intervenga por lo que consideran una amenaza a sus inversiones en México (Excélsior, 25/06/20); será muy prudente con el tema de la evasión fiscal (Trump apeló a la Corte para no hacer público el pago de sus impuestos) y ni hablar de Venezuela.

¿Qué dirá del momento actual de México? Que no se ha llegado al pico de la pandemia, porque el pueblo “bien portado” abarrota las calles y no usa cubrebocas (como la mayoría de los integrantes del gabinete); que entre abril y mayo se perdieron un millón de empleos y 82 mil en junio, según el propio Presidente en su informe del 1º de julio.

Que los delitos de bajo impacto disminuyeron, pero que el Estado ha sido desafiado nuevamente, como en administraciones anteriores, por las organizaciones del narcotráfico. Que se investigan el atentado contra el secretario de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México, perpetrado por el Cártel Jalisco Nueva Generación y el asesinato de 28 jóvenes en un centro de rehabilitación de adicciones en Guanajuato (que operaba de manera irregular, como la mayoría de los que existen en el país); que hubo fallas en el operativo donde se detuvieron a familiares de El Marro, líder del Cártel de Santa Rosa de Lima; que se permitió la fuga de Ovidio Guzmán, hijo de Joaquín El Chapo Guzmán.

Ya no hay “verdad histórica”, pero tampoco se sabe qué pasó con los normalistas desaparecidos de Ayotzinapa y que los familiares de los miles de desaparecidos no son atendidos.

Del combate a la corrupción (si se toca) se hablará por encimita, no sea que le pregunten sobre las propiedades de Manuel Bartlett o de la secretaria de la Función Pública. Y a Trump tampoco le conviene, igual la comitiva mexicana se acuerda del escándalo en el Congreso de EU porque el mandatario “recomienda” sus hoteles para encuentros de Estado o de gobierno.

¿Se hablará de la crisis en el sector salud? ¿Del desabasto de medicamentos? ¿De la desesperación de los padres y familiares de niños y adultos con cáncer? No, no es tema.

El tema es electoral. La visita se da a cuatro meses de las elecciones en EU, Trump está en campaña y necesita asegurar los votos de la población latina (15 millones aproximadamente).

La foto del encuentro será parte de la estrategia de campaña de Trump, pero ¿cómo la interpretarán los migrantes indocumentados y los dreamers, que han sido maltratados por la administración del republicano? El Presidente de México debe tener presente que nuestros paisanos, a pesar de la crisis sanitaria mundial, no han dejado de enviar dinero a México, 10% más, de acuerdo con el informe del martes.

“Seguramente, vamos a platicar de otros temas. Cuando el presidente Trump era joven jugaba beisbol, él era pitcher; podemos hablar de beisbol y de otras cosas, sin confrontación”, dijo el viernes el presidente López Obrador.

Sí, mejor que hablen de beisbol.

*

DM

Dos años han pasado desde que los ciudadanos acudieron a las urnas. 30 millones votaron por la transformación. En este tiempo se ha sembrado el encono, la polarización, el discurso de odio. Cada día se abren más frentes de batalla y no se vislumbra una estrategia de reconciliación nacional.

El “divide” en México no significa “vencerás”, porque los lastimados serán los ciudadanos más vulnerables. Los que se enfrentan y confrontan no sólo son los adversarios políticos, sino también las familias a las que se le pide decidir de qué lado están, a tomar una fila u otra.

La oposición no puede frotarse las manos, son también responsables de este caos por participación u omisión en el combate a la corrupción, la inseguridad y el saqueo a la nación. Los partidos políticos son los responsables de la desigualdad e injusticia social, del desencanto ciudadano.

Se pueden seguir echando la culpa, pero en las palabras e injuria no está la solución.

 

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