Aliciente: la impunidad

No salgas de noche, no utilices joyas o relojes caros, maneja un bajo perfil, cambia de ruta constantemente, mantente comunicado, revisa la cajuela y parte de atrás del coche si dejas tu auto en un valet, no dejes que nadie se te acerque en el estacionamiento del súper, si le pegan a tu coche, no bajes a ver, mantén arriba los vidrios de tu auto, no dejes solos a tus hijos y que no salgan a las calles…

Seguramente en los últimos días usted, como yo, recibió ese tipo de recomendaciones vía mensajes en su teléfono celular.

La inseguridad que se vive en el país no es una percepción, es una realidad. Y crece el temor, la angustia.

“No, por favor, no podemos vivir con miedo”, escribían en el chat de un grupo de amistades. Otra persona respondía: “No, con miedo no, pero sí con precaución”.

Y esas recomendaciones o medidas de seguridad se compartieron una y otra vez a todos nuestros contactos o grupos de mensajería. ¿Le llegaron, las compartió?

La seguridad ha sido la principal preocupación de los mexicanos desde hace muchos años, sexenios. No hay comunidad en todo el territorio mexicano que no padezca este flagelo. Secuestros (en todas sus modalidades), asaltos a casas, joyerías, restaurantes, cafeterías, taquerías, a cualquier establecimiento; robos en el transporte público, en el cajero, en la calle, a los camiones repartidores; asesinatos; robo de niños; balas perdidas; actos vandálicos al sistema ferroviario y de transporte de pasajeros, y ya ni hablar del crimen organizado y el narcomenudeo.

¿Se siente tranquilo? ¿La inseguridad ya tocó a alguien de su familia o de su núcleo cercano?

En el Mensaje Directo, titulado “Estrategia de seguridad” (Excélsior,  21 de abril), escribía sobre las cifras de la inseguridad dadas a conocer por el Inegi: 74.6% de la población adulta no se siente segura en la ciudad en la que vive.

En la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana, difundida por el Instituto el pasado 17 de abril, se indicaba que las ciudades y sitios donde se sienten más inseguros los mexicanos son: Tapachula, Villahermosa, Cancún, Reynosa, Coatzacoalcos y Ecatepec de Morelos; en los cajeros automáticos que están en la vía pública, en el transporte público, en las sucursales bancarias y en las calles por las que habitualmente transitan.

Los acontecimientos de las últimas semanas no ayudan en nada a contener este temor, al contrario, son el cruel reflejo de la inseguridad desbordada en el país y de la impunidad, que es el aliciente para cometer los delitos.

El Estado mexicano ha fallado en materia de seguridad, tiene una deuda con ciudadanos. Ha fomentado la impunidad. Las autoridades han mostrado incompetencia. No hay castigo por los crímenes. El ratero, el secuestrador, el narcotraficante, el narcomenudista, el pederasta, el traficante de personas, el huachicolero, el defraudador, los que toman las casetas y los que extorsionan lo hacen porque pueden, porque nadie los detiene, porque no se aplica la ley, porque son poderosos al amparo de la impunidad.

¿Quién está en la cárcel por el asesinato y secuestro de María del Rosario, la madre del niño Bruno que fue encontrado deambulando por el sur de la Ciudad de México, luego de que unos delincuentes se llevaron a su mamá y días después fue encontrada muerta?

¿Quiénes fueron los responsables de detonar las balas que mataron a Aideé, la estudiante del CCH Oriente, y a Santiago, el niño de Puebla que murió frente a su abuelo?

¿Quién purgará condena por el secuestro y muerte de Norberto, el estudiante de la Universidad del Pedregal? ¿Quién mató a Leonardo, el seminarista de la Universidad Intercontinental?

¿Quiénes son los responsables de la violencia en Ciudad Mendoza, Veracruz; y quiénes de haber convertido al país en una gran narcofosa?

¿Cuándo desmantelarán la red de traficantes de personas, que ahora lucran con los menores de edad y los niños migrantes que viajan solos?

Las autoridades federales, ¿seguirán solapando la toma de casetas por seudoestudiantes?