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Gobierno de Trump asesta golpe a régimen egipcio

Esther Shabot

Esther Shabot

Catalejo

 

En el principio de la era Trump, la relación entre éste y el presidente egipcio Abdel Fattah al-Sisi parecía prometer una alianza tersa. Refiriéndose a su homólogo egipcio, Trump dijo en diversas ocasiones que le parecía “un tipo fantástico” con el cual se había dado “una excelente química”, y era sin duda “un gran amigo y aliado de Estados Unidos que estaba realizando un trabajo fantástico en circunstancias difíciles”.  Así que, con tales antecedentes, el gobierno egipcio no dudaba que la nueva administración norteamericana no sólo mantendría los tradicionales apoyos económicos que Egipto ha recibido por décadas de Washington, sino que éstos crecerían sustancialmente.

   Pues bien, como sucede con frecuencia con Trump, nada es seguro, y lo que parece ser en algún momento, es lo contrario poco después. El gobierno estadunidense acaba de anunciar que de ahora en adelante reduce en 300 millones de dólares la ayuda económica y militar anual a Egipto, a causa del lamentable récord de ese país en cuestión de respeto a los derechos humanos. Y es que, en efecto, las cosas han seguido empeorando en ese tema de forma más que preocupante. Hace pocos meses, Al-Sisi impuso una nueva legislación que prohíbe a las ONG y miembros de la sociedad civil involucrarse en asuntos de derechos humanos, amenazando a los infractores con penas de hasta 55 mil dólares y cinco años de prisión. Ello, aunado a las decenas de miles de presos políticos y las crecientes restricciones a la libertad de expresión, hizo que senadores republicanos como Lindsey Graham y John McCain, junto con toda la bancada republicana, se unieran a los legisladores demócratas para sancionar de alguna manera al régimen de El Cairo. El anuncio de la notable disminución en la ayuda norteamericana le ha caído al gobierno egipcio como un cubetazo de agua fría, sobre todo por las expectativas que las expresiones previas de Trump sobre Al-Sisi habían generado y porque en los contactos previos entre los dos presidentes no se había mencionado absolutamente nada con relación al tema de derechos humanos. Así, Egipto contaba con que la ayuda no sólo se mantendría, sino aumentaría en la medida en que la crisis económica en el país es de lo más severa. Con un déficit presupuestal en constante aumento, inflación anual de 30%, caída dramática en los ingresos por turismo, y 30% de la población viviendo por debajo de la línea de la pobreza, la reducción en los recursos provenientes de Washington resulta una noticia inesperada y devastadora.

   Pero, además, la reciente decisión de Washington se explica por un motivo adicional: ya desde marzo, el gobierno de Trump había anunciado su intención de reducir el gasto en ayuda al exterior, bajo la consigna de “América primero”, la cual implica gastar menos dinero fuera del país y más adentro.

Ahora bien, más allá de las consecuencias económicas para la sociedad egipcia, lo que está por verse también son las derivaciones políticas de esta decisión. Porque es posible que la reacción de Al-Sisi sea la de redoblar la represión contra la disidencia para no mostrar debilidad ante el garrote norteamericano. En ese caso, sólo la movilización social interna quedaría como opción para mejorar las cosas, pero ello se ve poco probable en la medida en que las fuerzas sociales y partidos políticos de oposición están contra la pared, debilitados y dispersos por efecto de la sistemática persecución orquestada contra ellos desde 2014, cuando Al-Sisi se hizo del poder.

 

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