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¡Va porque va, mi señor!

Columnista Invitado Nacional

Columnista Invitado Nacional

Por Armando Ríos Ruiz

Desde el inicio de su gestión, el presidente López Obrador no ha dejado huella de aciertos que celebrar. Sólo desatinos en política económica, en la guerra contra el crimen, en el trato a los empresarios, en el manejo de la pandemia… Valga la analogía: no atinaría con un rifle de mira telescópica, a un elefante echado, a dos metros.

Ahora que las reflexiones de analistas, politólogos, políticos, mexicanos y estadunidenses, así como especialistas en el tema, le advirtieron sobre los riesgos que para México implica su presencia en la Casa Blanca, pierda o no la Presidencia, el magnate inmobiliario vuelve a desatinar. Hubiera sido imposible no hacerlo, ya que recibió una especie de orden de acudir al llamado. Que no hubiera querido ir, es posible. Pero imposible no ir.

Parece convencido de que, efectivamente, Trump reaccionará ante su presencia con afecto real, porque ha dicho que le cae bien, aunque tal expresión es hipócrita para quien ve los toros desde la barrera. Olvida o no conoce la declaración de John Quincy Adams, sexto presidente del país del norte: “Estados Unidos no tiene amistades permanentes, sino intereses permanentes”. O la de John Foster Dulles, secretario de Estado, de Dwight Eisenhower: Los Estados Unidos no tienen amigos, sino intereses.

Habría que preguntarse también si Trump olvidó que antes de convertirse en Presidente de México, López Obrador publicó en 2017 el libro Oye, Trump, en el que lo trata de neofascista. Que mencionó en varias ocasiones su pergeño racista. Que cuando visitó a los mexicanos radicados en Estados Unidos, les prometió defenderlos del empresario-mandatario.

Tal vez tampoco se acuerda de la participación del ahora canciller de México, Marcelo Ebrard, a favor de Hilary Clinton, rival en la disputa por la Presidencia de la Unión Americana, quien señaló que el populismo del contendiente significaba un riesgo para nuestro país.

Tal fue la cantidad de declaraciones en contra, que se creyó que de ganar en 2018 el aspirante tabasqueño, México enfrentaría desafíos enormes frente a Estados Unidos, con la deportación de migrantes y con la construcción del muro a través de la extensa frontera.

La incongruencia llega a tal nivel, que en México el Presidente muestra todos los días un resentimiento que se ha convertido en odio a los neoliberales, cuyas obras quiere desaparecer. Sin embargo, nada ha chistado sobre el TLC, TLCAN, T-MEC, AEUMC, ideado por el neoliberal, el innombrable, símbolo de todos los males, Carlos Salinas.

Anastasio Somoza García, dictador de Nicaragua, viajó a Estados Unidos para reunirse con el Presidente. No lo recibió, pero al volver pronunció un discurso en el que se ufanó de haber recibido trato de rey. Roosevelt, por su parte, lo desdeñó con un juicio materno muy grosero.

En la visita de López Obrador, seguramente no fue necesario el intérprete, salvo para comunicarle las nuevas órdenes sobre los migrantes, un mayor esfuerzo en contra del crimen creciente, efectividad real en el combate al narcotráfico y responder: ¡va porque va, mi señor!

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