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Tocará la muerte y vendrá por ti

Columnista Invitado Nacional

Columnista Invitado Nacional

Por Guillermo Fajardo*

 

Es difícil erotizar a la muerte, sobre todo si se conoce de cerca. Es más difícil volverla materia literaria si no se consigue sustraer de su tragedia alguna posibilidad de redención. La muerte, así pensada, se convierte en ceremonia. Me imagino que eso, o algo así, fue lo que llevó a Ellroy a escribir su investigación autobiográfica Mis rincones oscuros (Literatura Random House, 2018) para intentar esclarecer el asesinato de su madre, ocurrido en 1958, en un pueblito de California.

Para quien lo ha leído, Ellroy no es sólo un escritor monumental: es también un cronista que desmenuza la historia norteamericana como una forma de exponer los cauces subterráneos que yacen debajo de la disciplina legal de Estados Unidos. La ley norteamericana convive con una legalidad alternativa que genera sus propias reglas, sus propias dinámicas y sus propias coyunturas. Sus novelas tienen una geometría poliédrica, en donde un crimen le permite a Ellroy exponer las aristas corruptas de una sociedad en decadencia: Estados Unidos esconde sus vicios a partir de una democracia que pregona igualdad, pero ofrece desequilibrio, la estética citadina de calles bien cuidadas, un orden aparente en donde el ciudadano respeta el semáforo en rojo. La visceralidad de sus personajes no deja lugar a dudas: Ellroy quiere representar la raíz impune, soez y violenta que atraviesa a la sociedad norteamericana, es por ello que, en sus novelas, las fuerzas del Estado no buscan proteger al ciudadano sino mantener escondidos e intocados los claroscuros legales que los encumbran.

Estrafalario, respondón, orgulloso y con una manía bastante explícita por las camisas hawaianas, el autor de El cuarteto de Los Ángeles (La Dalia Negra, El gran desierto, Los Ángeles confidencial y Jazz blanco) es un escritor que a, lo largo de su obra, ha visibilizado las fracturas del sueño americano, la muerte como culmen de una forma de vida, el crimen como ideal. Hasta los 30 años llevó una vida de excesos: robaba ropa interior de mujer, dormía en las calles, usaba drogas diversas, tuvo problemas con la policía, llamaba a escuelas con amenazas de bomba. Siete años después del asesinato de su madre, su padre muere. Huérfano y deshabitado, Ellroy surcó los abismos durante buena parte de su juventud. La mayor ambición de todo escritor, desde mi punto de vista, no es tanto el privilegio vital de contar historias, sino anclarlas en el lector para volverlas parte de la memoria colectiva. Así, Ellroy detalla a personajes que la historia oficial nos presenta como abstracciones. No escribe novela histórica sino que novela la historia.

Su autobiografía, como todo ejercicio memorístico, contiene circularidades importantes: la infancia como un episodio temporal cuya violencia permanece; la muerte como principio literario; la escritura como disciplina. Mis rincones oscuros es también una indagación profunda sobre los motivos secretos de cualquier homicidio. La razón de por qué un ser humano puede acabar con la vida de otro es también un misterio que Ellroy intenta descifrar. Es inútil. El propio escritor reconoce que el asesinato de su madre es caso cerrado: nunca se encontrará al que lo hizo.

Escribe a mano. Dice levantarse muy temprano para hacerlo. Dice no tener teléfono celular ni, por supuesto, redes sociales. Se nota: sus novelas abruman porque su escritura es monacal, seca y directa. Su literatura abreva de la historia y fabula con ella para reorganizar y entender el pasado. Mis rincones oscuros parece ser una obra hecha a partir de la culpa, de alguna deuda inconfesable con su madre, de la posibilidad de recuperarla desde la oscuridad de su habitación. Escribe, al principio del libro: “Te fallé como talismán; por eso, ahora me presento como tu testigo”.

Para Ellroy, la mejor forma de justicia —la que se puede alcanzar— no es la que encuentra al culpable sino la que se propone no olvidar el crimen para que otros no lo hagan también. La muerte se transformará en recuerdo, la vida será aliento, la tumba, apenas tierra.

 

Escritor

Twitter: @GJFajardoS

 

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