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La participación política de los jóvenes

Columnista Invitado Nacional

Columnista Invitado Nacional

Por naturaleza, los jóvenes suelen ser inquietos, rebeldes, críticos del presente. Eso bien puede impulsarlos a participar en los asuntos colectivos e inyectarle a la vida política dinamismo y exigencia más allá de las elecciones. No obstante, el común de los jóvenes del siglo XXI muestra escaso interés en los asuntos políticos; la apatía o la desconfianza hacia lo público propicia un retraimiento a lo privado; prevalece un individualismo rayano con la soledad, con escaso contacto personal con los otros, aunque la conexión cibernética cree la ilusión de comunicarse al instante con miles de personas.

Creo que aún no terminamos de comprender la magnitud y el rumbo del cambio político y cultural que están experimentando las sociedades de nuestro tiempo, especialmente esa generación a la que se le conoce como millennial. En muchos países se observa un desencanto con la democracia, una decepción ante los resultados que ésta da en materia de oportunidades y expectativas de futuro. La crisis financiera internacional de 2008 y su secuela de dificultades económicas y sociales, como la disminución de mecanismos de protección social, han producido un estado difuso de insatisfacción, inseguridad, ira, que en muchos ciudadanos se traducen en indolencia y en otros, en apuestas por soluciones rupturistas. En ese ambiente, los adolescentes y jóvenes no se orientan según las coordenadas ideológicas y políticas que rigieron en el pasado reciente, pero aún no encuentran otras nuevas con las cuales identificarse y menos aun, comprometerse. Por eso las instituciones democráticas no gozan hoy del aprecio que le otorgaban generaciones pasadas; tal vez por eso la participación política de los jóvenes ha disminuido. La abstención electoral de muchos jóvenes podría explicar fenómenos sorpresivos y perturbadores como el Brexit y el triunfo de Trump.

El real o aparente desinterés de la población joven en la política constituye una debilidad de la democracia y un factor preocupante para el futuro de la misma. Si las nuevas generaciones no creen suficientemente en las instituciones democráticas, éstas se erosionan, podrían vaciarse y ceder el paso a soluciones autoritarias. Para funcionar y sostenerse, la democracia necesita demócratas.

Pero quizá la apatía política de los jóvenes sea más aparente que real. Su alejamiento de las formas tradicionales de hacer política no necesariamente significa que no les importen los asuntos públicos. Tal vez se trata de incredulidad ante viejas prácticas políticas y gestación de nuevas. De hecho, hay evidencias de que las redes sociales se han erigido en un espacio de intensa comunicación, diálogo y, en algunos casos, de concertación de acciones. Es cierto que la información que circula en las redes sociales y en otros sitios digitales es pródiga en banalidades y falsedades y que el anonimato incita a la irresponsabilidad, pero también lo es que esos medios digitales permiten la comunicación entre miles de personas que de otra forma nunca intercambiarían palabras.

Por su número relativo, la distribución de votos de los jóvenes podría ser decisiva en las elecciones. En México, los electores entre 18 y 29 años representan 29 por ciento de la lista nominal. De ellos, este año casi 15 millones tendrá la oportunidad de participar por primera vez en una elección presidencial. Sin embargo, su peso electoral es menor que su peso demográfico, ya que —como lo demuestran los estudios de participación ciudadana que han realizado el IFE y el INE desde 2003 hasta 2015—  los ciudadanos de 20 a 29 años registran consistentemente una tasa de participación electoral menor que el promedio de la población. Solamente los jóvenes de 18 y 19 años, quizá por el estímulo de poder votar por primera vez, participan en la votación igual que el promedio general.

Si bien las elecciones parecen a los jóvenes poco atractivas, hay que considerar los espacios de comunicación alternativa, es decir, las redes sociales. Según la Asociación Mexicana de Internet, 36% de los usuarios tiene entre 18 y 34 años, y la mayoría de ellos está interesada en la política. Ha habido nuevas expresiones de participación juvenil a partir de la difusión en redes sociales. En 2012, el movimiento #YoSoy132 motivó planteamientos críticos sobre la relación entre medios y sociedad política. Recientemente, se han desplegado otras iniciativas de contenido democrático, como la del colectivo #Verificado19S, el cual, durante los días posteriores al temblor del 19 de septiembre de 2017, investigaba los mensajes difundidos en redes sociales y determinaba si era información verdadera o falsa; así, una decena de jóvenes con computadoras e internet contribuyó a hacer eficiente la ayuda a los damnificados.

En contraste con la aparente falta de participación juvenil, cabe destacar que, según los registros del INE, los jóvenes de entre 21 y 25 años son los que más solicitudes han presentado para ser observadores electorales en el proceso electoral 2017-2018. 

El reto para las democracias es comprender esos nuevos patrones de comportamiento y hallar la manera de conectar las instituciones políticas con las prácticas y sensibilidades de las nuevas generaciones. Con autocrítica y realismo, los adultos deberíamos preguntarnos si muchos de los jóvenes están abandonando los espacios de participación democrática o si las instituciones los han desdeñado a ellos.

Consejero del Instituto Nacional Electoral

 

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