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Errata en mano

Columnista Invitado Nacional

Columnista Invitado Nacional

Por Carlos Carranza*

 

Así, en medio de tantas voces, aparece en el calendario el recordatorio del asesinato de Federico García Lorca, quien, además de ser uno de los poetas más relevantes de la Generación del 27, tuvo la inagotable iniciativa de acercar diversas expresiones artísticas a comunidades donde las preocupaciones básicas distaban de ser el teatro y la poesía. Es preciso recordar la conocida alocución que el poeta dedica a la inauguración de una biblioteca en su pueblo natal, Fuente Vaqueros, en Granada: “Ésta es la melancolía que yo siento […] por todas las criaturas que, por falta de medios y por desgracia suya, no gozan del supremo bien de la belleza que es vida y es bondad y es serenidad y es pasión”.

Lorca comprendió que las iniciativas que lograban impactar en lo cotidiano de los pueblos que visitaba eran las que mostraban el vínculo más sencillo entre las expresiones artísticas y la gente —quienes recibían lo que un grupo de quijotescos actores y poetas les presentaban. Así, a partir de una propuesta surgida de la misma sociedad, la belleza del arte se puso al alcance de toda sensibilidad. Sirva esta anécdota para recordar las numerosas iniciativas ciudadanas que han logrado mantener vigente y al alcance de diversas comunidades las expresiones culturales y artísticas en nuestro país, al margen de las políticas gubernamentales en esta materia.

En esta época de coyuntura política y social, las expectativas que hemos generado con respecto al papel del Estado en el desarrollo cultural de nuestro país adquieren una importancia sustancial. Sin embargo, también es la oportunidad de preguntarnos, ¿cuáles son los alcances de las iniciativas ciudadanas? Es lugar común escuchar que la educación y la cultura son las vías más poderosas que transformarán a nuestra sociedad. Pero el canto de nuestras sirenas es conferir a las políticas culturales de los estados la responsabilidad total para llevar a cabo semejante reto. La imaginación y la libertad de la ciudadanía han generado proyectos que no dependen exclusivamente del patrocinio estatal; es en éstos donde se ofrecen diversos medios para enfrentar a la incertidumbre y la tristeza que nos rodea.

La capacidad de organización que hemos demostrado como sociedad también puede orientarse a fortalecer los espacios en los que existen propuestas artísticas en las que no median los compromisos políticos ni económicos. Dichos proyectos son, en sí mismos, una apuesta por generar un público que les permita crecer y mantenerse con cierta autonomía y libertad económica e ideológica. Más de uno se preguntará en dónde se encuentran dichos proyectos: quizá se sorprendería al descubrir que en su propia comunidad existe más de un lugar en el que el espíritu quijotesco de la libertad está presente. Si algo podemos agradecer a las redes sociales es la posibilidad de encontrarnos con alguna de estas propuestas, ya en el desierto de Zacatecas o en la cafetería donde habitualmente compartimos el pan al que García Lorca también hace referencia.

“Errata” le llamó George Steiner a su autobiografía. En ella habla del poder de transformación que existe en una persona al compartir las expresiones artísticas en una comunidad. Eso es lo que ocurre cuando alguien decide compartir su pasión y motiva que el mundo cambie en la mirada de quien es cómplice del riesgo de ser distintos: observar la realidad de otra manera, leerla con la sensibilidad de quien ha dialogado con la poesía en el camellón de la avenida. Sin olvidar que, en donde dos personas se juntan para leer, se lleva a cabo un acto político.

Esto era lo que, posiblemente, también buscaban aquellos que pensaron que un libro de texto gratuito podía lograr en quienes protagonizan la educación: los alumnos. Hay quienes creemos en dicha posibilidad; sin embargo, a algunos se les ha olvidado el propósito original de estos libros. Espero que sean contados con los dedos de una mano, de preferencia, una normal.

 

Académico

Twitter: @carloscarranzap

 

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