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Navalny: la espina del Kremlin

Columnista invitado Global

Columnista invitado Global

Ricardo Ortiz Esquivel

* Graduado de la Universidad Estatal de Moscú Lomonosov.
Licenciado en Relaciones Internacionales, Diplomacia y Procesos Globales.

 

Alexei Navalny es uno de los críticos-opositores políticos más queridos u odiados dentro del Kremlin y fuera de éste. Su perfil y lucha contra la corrupción del régimen de Vladimir Putin han hecho que Navalny no sólo arriesgue su vida desde sus comienzos opositores en 2008, sino también ha enfrentado a la justicia rusa que, por órdenes del gobierno de Putin, lo ha detenido por manifestarse de manera “ilegal”, por malversaciones de fondos o solamente por acusaciones sembradas que vienen desde lo más arriba del Kremlin.

En Rusia, el mayor apoyo que recibe Alexei viene de la juventud o de las multitudes que están cansadas del gobierno de Putin, las cuales se han visto envueltas no sólo en enfrentamientos con los OMON (policías antimotín), sino también en las detenciones que realiza la policía de manera violenta aun cuando los mismos manifestantes no provocan a éstos.

Cientos y miles de personas han sido detenidas en los últimos años por manifestarse en el centro de Moscú o en las calles de distintas ciudades rusas contra la corrupción que Navalny ha destapado del gobierno de Putin.

¿Por qué las detenciones constantes de Alexei y cientos de manifestantes? Porque en Rusia, si no está avalada o permitida una manifestación por el gobierno local, entonces pasa a ser ilegal y, consecuentemente, los OMON son libres de detener a cualquier persona que no se retire de la manifestación que no fue permitida por la autoridad local.

Aunque ha sido arrestado, encarcelado, envenenado y golpeado en distintas ocasiones, Navalny es el símbolo opositor ruso que le molesta al régimen putinista, pues no sólo ha sido expuesto el gobierno en casos de corrupción, sino también es quien puede influir en la sociedad rusa que ha sido controlada aun cuando se dio un golpe de libertad al disolverse la URSS en 1991.

Para la mala fortuna del régimen oficialista ruso; la Unión Europea, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos y la prensa internacional han servido de apoyo para que Alexei Navalny pueda salir de la cárcel a los pocos días de haber sido detenido.

En 2017, durante una manifestación pacifica en el centro de Moscú fue agredido con una sustancia química que le dañó su ojo, como también en 2019 fue envenenado en prisión; sin embargo, las autoridades rusas declararon que sólo había sido una alergia.

El pasado 20 de agosto durante un vuelo de Tomsk a Moscú, Alexei se sintió mal y su vuelo tuvo que aterrizar de emergencia en el aeropuerto de Omsk. Después tuvo que ser trasladado de emergencia al Hospital de Emergencias №1 de Omsk para ser atendido. Los médicos aseguraron que en su cuerpo no se encontraba algún vestigio de envenenamiento, sino un problema de metabolismo.

Los mismos medios oficialistas inicialmente daban la teoría de que el opositor se habría emborrachado o drogado una noche antes del vuelo (fue negado por la portavoz del opositor), pero las indagatorias llevan a un posible envenenamiento por una sustancia tóxica que se le puso cuando bebía té en la cafetería Viennese Coffee Hosue del aeropuerto de Tomsk.

La esposa de Navalny pidió ayuda para que su esposo pudiera ser trasladado a Berlín, Alemania, pero, inicialmente se negaron los médicos de Omsk, debido a que no existían las condiciones por su mal estado de salud.

Todo cambió después de que médicos alemanes llegaran a Omsk y examinaran al opositor. Entre negociaciones y presiones, finalmente Navalny voló a Berlín en un jet proporcionado por una ONG internacional y ahora se encuentra hospitalizado en el Hospital Charité, uno de los más prestigiados en Europa. Se encuentra estable, pero en coma.

Los casos de envenenamiento que han sido disparados desde el Kremlin van desde Navalny hasta Piotr Verzilov (miembro de Pussy Riot), Sergei y Julia Skripal (atentado de Novichok), Vladimir Kara-Musa (envenenamiento), Alexander Perepilichny (muerte al correr), Alexander Litvinenko (envenenado con té en un restaurante de Londres) y Anna Politkóvskaya (asesinada en el ascensor de su edificio).

Alexei es la espina que ahora le cala a Putin desde Alemania.

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