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Suiza, a la vanguardia de la lucha contra el dinero de la corrupción

Columnista invitado Global

Columnista invitado Global

Por  Louis-José Touron*

 

El 19 de diciembre de 2013. Jim Yong Kim, presidente del Banco Mundial (BM), señaló la corrupción como el “enemigo público número uno” de los países en desarrollo. Ésta constituye uno de los problemas más preocupantes a los que, a nivel global, todas las sociedades se han de enfrentar. Hablamos aquí de sumas de dinero verdaderamente asombrosas: según las estimaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), la corrupción le cuesta al mundo dos billones de dólares cada año, generando un impacto nocivo equivalente a 2% del PIB mundial. La corrupción produce efectos negativos en la economía, en el Estado de derecho, en el desarrollo, y causa desigualdad en el acceso a las prestaciones ofrecidas por el gobierno.

Ahora bien, en el imaginario colectivo de muchos ciudadanos, Suiza se representa como el imán de los capitales de dudosa procedencia de todo el mundo. La realidad no es así. Ya he tenido la oportunidad de escribir en este espacio sobre la apuesta de Suiza por la transparencia fiscal internacional y los esfuerzos llevados a cabo dentro de Suiza para combatir la corrupción a nivel nacional, esfuerzos que hacen de mi país uno de los que menos corrupción tienen, según los rankings globales. Pero más allá de ello, en las últimas décadas, las autoridades suizas han ido vigorizando de forma gradual la legislación contra el blanqueamiento de dinero internacional. Suiza no quiere dejar que su plaza financiera —actualmente la novena más importante del planeta y la más grande en gestión patrimonial— sea el refugio para los bienes de los altos funcionarios y mandatarios que saquean a sus países y se enriquecen de manera poco legal a costa de la población; por ello se ha armado de mecanismos innovadores destinados a devolver los capitales mal habidos a sus países de origen.

Puedo decir que esta política proactiva, en materia de lucha anticorrupción internacional, no es nueva. En la primavera de 1986, justo después de la caída del presidente de Filipinas, Ferdinand Marcos, se reveló que el dictador había depositado de forma secreta en Suiza cientos de millones de dólares de fondos públicos desviados. Al descubrirse el hecho, la indignación se hizo presente no sólo en aquel archipiélago, sino a nivel internacional llevando incluso a responsables de la toma de decisiones políticas y económicas de mi país a tomar acciones: por primera vez en la historia, activos fueron congelados de forma preventiva antes de que el Estado de origen exigiera el retorno de las sumas incriminadas.

La prevención y la restitución se han convertido, desde entonces, en los dos pilares de Suiza en la materia. Como consecuencia del desarrollo y perfeccionamiento de sus prácticas, se propone de forma sistemática evitar la llegada de dinero sucio, o, en su caso, detectarlo, congelarlo de forma preventiva y devolver a las arcas públicas de los lugares afectados. Casos como la restitución hace tan sólo unos días de 321 millones de dólares a Nigeria, o el acaecido durante la crisis ucraniana son ejemplos de éxito de esta estrategia. A la fecha, Suiza ha entregado alrededor de dos mil millones de dólares a sus lugares de origen. Según expertos, este monto es equivalente a alrededor de 50% del restituido en todo el mundo.

Si bien la lucha contra la corrupción es tema presente de la agenda pública mexicana desde hace varios años y lo ha sido de forma particular en los últimos meses, y eso con buenas razones, el problema de la corrupción no se limita a México sino es uno global. Pero el ejemplo de Suiza, que hoy en día juega un papel líder en la lucha contra el dinero sucio a escala mundial, muestra que la corrupción no es una fatalidad. Cabe recalcar, en ocasión del Día Internacional contra la Corrupción, que las herramientas para prevenirla sí existen y que la comunidad internacional tiene un papel que jugar en este combate.

                *Embajador de Suiza en México.

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