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Vergüenza, vergüenza

Clara Scherer

Clara Scherer

Aterrada de vivir en este misógino país. No hay dónde esconderse. Alexis. No hay ya otra parte en la tierra en donde tú pudieras estar gozando tus maravillosos 20 años. Cancún. Triste y horrorizada. Por alzar la voz reclamando justicia, la policía atropella todos los derechos y lesiona la dignidad de las mujeres. Infame acción de quienes deben proteger.

Aquí estoy. Somos los millones de tus y yos que confiamos y trabajamos por mejorar la vida.

Y esa noche ¿pensabas que tus sueños se harían realidad? Vergüenza y rabia da pensar que los cobardes puedan, sin miedo, soltar la rienda a sus perversos sentimientos y saberse impunes, libres hasta del remordimiento de conciencia.

Es un mundo nuevo. Un mundo que nos cambió el covid-19. Ya la vida tiene otra perspectiva. Por la imparable violencia contra las mujeres, también. ¿Vivir desconfiando?, ¿vivir con miedo?, ¿educar en la desazón?, ¿vivir detrás de las puertas? Eso quisieran algunos, pero la libertad es también nuestro derecho. Por eso, sigamos invirtiendo en la igualdad. Por aquéllas a las que no olvidamos, por las que crecen, por las que recién nacen. Por todas nosotras.

Cada vida, ya lo sabemos, es un nuevo comienzo. Pero hay que alertarlas. Deben saber que hay personajillos que enturbian los deseos. Incumplen compromisos. Se ríen de los acuerdos. A pesar de ellos, seguiremos buscando buena fe. Hay millones de jóvenas y jóvenes que sonríen confiando. Tienen planes valiosos, están esperando la oportunidad. Sabina, #No estás sola, estamos contigo y tu ejemplo nos alienta y posiciona.

Sólo una palabra me define hoy: vergüenza, vergüenza. Por los niños asesinados, las niñas engañadas, por las mujeres maltratadas. Vergüenza de un gobierno que prefiere un Tren Maya a cuidar la vida de las infancias mexicanas. Sin lugar en sus prioridades, no le quitan el sueño, aunque su indiferencia les haya quitado a ellas y ellos sus infantiles ganas de brincar y de reír.

Vergüenza, mucha vergüenza, de saber que hay un Congreso “de la paridad” que no defiende un peso para detener feminicidios ni para atender a víctimas ni para trabajar por la igualdad. De un Congreso que se suma a Dos Bocas, que traga dinero para vaya una a saber qué, porque refinería, seguro, no habrá. Lo anuncian los dioses antiguos, que han inundado Tabasco.

Vergüenza, harta de la vergüenza por la alcaldesa asesinada y ese titubeante gobernador que protege allegados, todos hombres de muy escasa nobleza. Cobardes, diría mi abuela. Y no sólo es la de Jamapa. También asesinaron a Maricela Vallejo, presidenta municipal de Mixtla de Altamirano. Y el que gobierna, repite su cantaleta.

Vergüenza, mucha vergüenza al ver que un secretario de Educación es incapaz de entender el acoso laboral y, con el guion bien aprendido del “pacto de caballeros”, señala a la víctima como responsable ante “un hombre sensible”. De risa loca la sensibilidad del fulano. Pero ¿así será la recomendación para todo el sistema educativo? Pobres niñas ¿Alexis estuviera contándonos cómo detuvo los trágicos hechos, porque consideró “la sensibilidad” de los matones? El violentómetro también susurra cómo va escalando la violencia contra las mujeres.

Se nos cae la cara de vergüenza al escuchar que la Feria de Guadalajara se organiza en contra de alguien. ¿No pueden pensar que es a favor de muchísimas personas? Ya nada más nos falta que ataquen al otrora famoso Club Quintito de Genaro Moreno, que daba la voz de alarma por niños perdidos, y señalen que pretendieron, hace sesenta y tantísimos años, borrar los insuperables “éxitos” de la 4T. Delirios que están costando muchas vidas.

Vergüenza la forma de “domar la pandemia”, vergüenza escuchar a un “científico” decir que “las cifras son intrascendentes”, vergüenza el borlote y la rifa del avión. Y tantos disparates más. “Vergüenza: proviene del latín verecundía, turbación del ánimo que se produce por una falta cometida o por alguna acción humillante y deshonrosa, ya sea propia o ajena. Este sentimiento suele encender el color del rostro, dejando en evidencia a aquel que lo padece”.

Recordando a la Nobel Gabriela Mistral: “Tengo vergüenza de mi boca triste…” y también, del rostro encendido de vergüenza.

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