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Pintar la vida

Clara Scherer

Clara Scherer

Sólo quieren que exista el azul o el rosa. Transitar por el movimiento feminista inicia casi siempre con una muy fuerte, y no pocas veces, horripilante sacudida. Dejar atrás el romanticismo, valorar daños y emprender el vuelo. Sabemos cómo inicia, pero difícil imaginar que el dolor te llevará por rumbos nunca sospechados. La rabia es positiva si te lleva a actuar en tu favor. El miedo termina cuando mides tus fuerzas y capacidades y sabes que vivir sin miedo es tu derecho, lo mínimo indispensable para tomar las riendas de tu vida. Cambiar esos empalagosos tonos pastel.

No es fácil hacer las cuentas y acusar recibo de desamores, de engaños, de trampas y de burlas, aunque siempre hay recuerdos gratos y señas de ternura, momentos de calidez, de entrever que es posible otra forma de convivir. Se agradecen y se valoran. Eso no borra las huellas del dolor. Queda la experiencia, el desengaño, y al final, las ganas de vivir. Entre el negro y el rojo, nos sublevamos, hay gris, hay verde y muchos otros tonos. 

Estar con las feministas es saberte acompañada, saberte creída, saberte importante. Salir de ti y caminar hacía lo nuestro. Comprender que es un sistema, que no es personal. Es así y para que funcione, debes renunciar a ti misma. Hoy, ya muchas han decidido no ceder un paso a los derechos alcanzados, a ser dueñas de su tiempo y de su libertad. A pesar de los pesares. Azul intenso, naranja, lila pálido.

Vemos el ¿desprecio?, escuchamos los ¿insultos?, sentimos el ¿miedo y rencor? de los otros, de quienes buscan afanosamente nuestra rendición, volvernos a la sumisión eterna; intentan desde seducirnos hasta exprimirnos. No hay manera. El conocimiento es un camino sin retorno. Ya sabemos. Encontramos el camino directo al arco iris.

En el centro mismo de tanta revuelta, se han exhibido y nos han fortalecido. Sin apoyos, con vanas promesas, un dinerito comparado con el de las “prioridades”, un bla bla bla sin fin. Nuestra vida importa y hemos encontrado la forma de nuestros sueños para transitar hacia la armonía y desde una perspectiva diferente. El dolor nos acompaña y nos fortalece. Nos urge el solidario y cálido amarillo, el verde, blanco y rojo, el azul chiclamino y el dorado.

Tener por causa la justicia es tener conciencia de la importancia de valorar al otro, a pesar de los pesares, como ser humano cuyo derecho a ser escuchado debe prevalecer, y en caso de haberse extraviado, darle oportunidad a recapacitar y reencontrar caminos. No es venganza, es prever más daños, más dolor. De guinda, de magenta, de purpura, mejor no saber. Tuvo su momento y no lo aprovechó.

El ejemplo cunde. Las adolescentes han entendido que subsistir no es vivir. Las niñas están dejando de querer ser princesas y prefieren ser ellas mismas. Ni los medios, y menos las escuelas han sabido cómo encauzar tanta energía, tanto enojo, tanta sabiduría. Mezclar es descubrir otros matices. Caoba, rosa mexicano, azul grana.

Frente a nuestros ojos, están Angela Merkel, Jacinda Arden, Mette Frederiksen, Katrín Jakobsdóttir, Sanna Marin, Erna Solberg, Tsai Ing-wen, ejemplares en la conducción de la pandemia, preservando la vida, cuidando a sus pueblos. Envidia de la buena dan esas y esos ciudadanos. Beige, arena, bermellón.

Y en tan turbulentas aguas, las trabajadoras esenciales, enfermeras, médicas, empleadas domésticas, madres, amas de casa, maestras continúan sus labores de cuidado, de protección, de amparo, con miedo al contagio de covid-19, con miedo a estar en la calle, algunas a estar en su casa, desafiando el desinterés y dando acceso a sus derechos a las y los demás. Lapislázuli, palo de rosa.

El movimiento feminista crece día con día. Las propuestas exceden la imaginación. Virtual, presencial, con calma, con remolinos, logramos existir. Al reclamo de justicia muchas acuden y apoyan, y, con sus acciones, fracturan el muro de la indiferencia, de la misoginia, se vislumbra un “rayito de esperanza”. Las descalifican, pero alcanzan su propósito. Mientras la vida sigue, la pintura cobró inesperada vida con los muchos otros colores. Una sociedad pendiente del desenlace. Unas autoridades aturdidas. De la muy tardía ¿justicia? ya veremos de qué color la quieren pintar.

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