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Otra mirada a la violencia

Clara Scherer

Clara Scherer

Demasiado odio, nueva novela de Sara Sefchovich, presenta dos personajes, una mujer y un hombre, que, al parecer, decidieron llevar hasta el último extremo, los mandatos de género. Ella, Beatriz, escribe una narración sobre su vida para una sobrina casi desconocida, donde aduce que, por demasiado amor, vivió como le mandataron sus tres amores, uno después del otro y luego, el otro. Ella, lo único que sabía era que había que servir hasta más allá de la ignominia a quienes nombra como sus tres grandes afectos: su hermana, su amante, su supuesto hijo.

Él, un muchacho, el décimo hijo de un cacique, por lo que su nombre es Alfonso Décimo, lo que desea es participar para llegar a ser como su “jefe” que también es su padre: un macho en tiempos de narcos y en la tierra caliente: Apatzingán de la Constitución, Michoacán.

Marcela Lagarde y muchas otras autoras, hablan de las condiciones de las mujeres que las definen como “seres sociales y culturales como ser-para y de-los-otros”. El deseo femenino organizador de la identidad es el deseo por los otros. Y ésta, muy abstracta y quizás oscura definición, es esclarecida en la novela. Sólo quieren obedecer.

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Beatriz sigue al pie de la letra la lógica patriarcal: es pasiva y sólo es capaz de moverse por exigencia de cualquiera de sus tres amores, todos usándola para sus fines. Es abnegada, renuncia voluntariamente a los propios deseos, afectos o intereses en beneficio de sus grandes querencias. No se solidariza con ninguna mujer, salvo con su hermana, primer lejano amor y no por ser mujer, sino por ser su hermana.

Según afirma Graciela Hierro, tradicionalmente, las mujeres han sido destinadas al “mal amor”, entendido como obediencia, abnegación y condescendencia. Por el final de la novela, se entiende que ni Beatriz ni Alfonso logran encontrar la felicidad que no aparece ni como deseo expreso en ninguno de los dos. Pero, su amor es en realidad un profundo odio. Siguiendo a Paulina Rivero, “Pero no podemos con el sinsentido: para la mente humana todo debe tener una causa, un origen, una razón. No podemos aceptar que la vida es así: alegría y tristeza; felicidad y sufrimiento; placer y dolor y así hay que aceptarla y amarla. Quizá porque entonces aceptaríamos que podemos darle un sentido propio, que la haga digna de ser vivida, y eso es apartarse del rebaño; es soledad. Por eso al no encontrar razón para el sufrimiento, la creamos, aunque implique sufrir aún más: siempre es mejor sufrir con un sentido, que sufrir sin sentido alguno. (https://www.milenio.com/opinion/paulina-rivero-weber/el-desafio-del-pens...).

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Tanto Beatriz como Alfonso, se inventan cuentos: una, un “demasiado amor”, otro, un “ser como mi padre-jefe”. O, quizás, como escribe Fadaneli: “Spinoza no cree que el bien o el mal existan independientemente de la construcción, administración o imaginación de los seres humanos que actúan según sus propios intereses para alcanzar alguna utilidad”. (https://www.eluniversal.com.mx/opinion/guillermo-fadanelli/eterno-presente). Lo que consigue Beatriz, es que el ya odiado Alfonso no la abandone. Lo que consigue Alfonso, es una muy odiada sierva que le ayude a cumplir sus muy oscuros deseos.

Leer este libro es hacer un recorrido vertiginoso por los más terribles pasajes de la historia violenta de nuestro país y del mundo, en este siglo XXI, que apuntaba para ser “el siglo de las mujeres” y que, por dos pandemias, la de la violencia contra las mujeres y la del coronavirus, se han trastornado los planes, los deseos de todas y de todos.

Se afirma que el siglo XXI será el de la inteligencia colectiva. Con la irrupción de internet, el conocimiento se distribuye entre muchas más personas. Las empresas, las universidades, los países son conscientes de que no todo el talento está dentro de sus organizaciones. La búsqueda de vacuna es muestra de acción colectiva. Disminuir la violencia, modificar los ancestrales y absurdos estereotipos de género debiera ser otra.

 

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