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Enseñanzas de Mafalda

Clara Scherer

Clara Scherer

“Mamá, ¿vos qué futuro le ves a ese movimiento por la liberación de la muj... no, nada, olvídalo”. ¡Y no había pandemia! ¿Qué diría ahora, que con el confinamiento por el coronavirus las tareas domésticas se han incrementado, además de que hay que hacerla de maestra? Eran los años 70 cuando la fuerza del movimiento feminista logró alentar muchas esperanzas.

Gabriela Cano cuenta que “la irrupción del women’s lib que exigía abortos legales y gratuitos, centros de cuidado infantil y libertad sexual, entre otras demandas (https://www.nexos.com.mx/?p=49615), hizo que la mirada mundial volteara a ver a las mujeres. Quino pronto se dio cuenta de que las feministas tendríamos que empeñarnos muchos años más, elaborando propuestas, gestionando recursos, buscando aliados… y ¡hasta ocupando edificios!

El movimiento llamó la atención a “las nimiedades” de la vida cotidiana, a las labores de cuidado, fundamentales para cualquier persona (hasta para Trump), cualquier familia, cualquier sociedad, y que han sido inscritas en las subjetividades con la absurda etiqueta de “labores propias de su sexo” (como si hubiera genes para lavar, planchar, cocinar, etcétera) por lo que decidieron no valorarlas (“se hacen por amor”) y cuando son remuneradas, tienen salarios precarios y ningún derecho.

Trabajos rutinarios, que gastan y desgastan a quienes los realizan, pero que, además, al hacerlos en solitario, hacen que las personas se alejen de sus vínculos sociales y tengan muy pocas vivencias para compartir. Por eso, el genial autor, en una viñeta, resume esta “catástrofe” para una ser humana, cuando Mafalda acepta jugar a las “señoras” con su amiga Susanita: “Bien, y ahora, ¿a quién le toca decir la primera estupidez?” Claro, Mafalda había conocido a muchas mujeres que no entendieron que “planchar, fregar, cocinar y todo eso… no quería decir fregarse la vida, plancharse las inquietudes, freírse la personalidad y todo eso”. Inolvidable Mafalda, sugiriendo la conciliación familia-trabajo.

Y, desafortunadamente, Quino no vivió para ver lo que está sucediendo con la 4T, pero muchos de sus cartones son muy adecuados: “De tanto ahorrar en educación, nos hemos vuelto millonarios en ignorancia”. Por eso, y muchas otras cosas más, Mafalda decía que en su casa había un enfermo: el mundo. Y que lo que había que bajar era el índice de egoísmo, no el peso de las personas. Cuando veía un anuncio de “prohibido pisar el pasto” gritaba enojada: “¿Y la dignidad?” ¿Se pueden imaginar lo que diría por la muy miserable actuación de nuestros tribunales? Seguro, respondería lo que dijo cuando su padre le enseñó un nopal (parafraseando): ¿por qué trajiste ese monumento a la situación nacional?

No dejó títere con cabeza ni prejuicio sin ridiculizar. Hasta los animales le sirvieron para dar clase de “corrección política”. Al ver a un cangrejo, lo increpó: “¡el futuro es hacia adelante! ¡reaccionario!” ¿Fideicomisos? Platicando con un amigo, le dice: “¿Has pensado que los reclamos de los jóvenes son porque los viejos no les dejan lugar? Y lo peor, ¡son los mismos que mañana no nos dejarán lugar a nosotros!”. Entre otras muchísimas razones, por eso se reía a carcajadas libre cada vez que escuchaba la palabra “democracia”.

¿Cómo no estar de acuerdo con ella, cuando afirma que “lo malo de la gran familia humana es que todos quieren ser el padre?”. Pero uno de los mejores, de este cúmulo de verdades sencillas y amables, es la recomendación de que “no busquemos cuentos con final feliz, mejor, busquemos ser felices sin tanto cuento”. Y ya nos lo dijo, la libertad sólo se incendia cuando la oprimes. ¿Alusión al intento fallido de la jefa de Gobierno? Por eso, quizás, las funcionarias encargadas de promover la igualdad, en vez de trabajar para modificar las estructuras, “sólo les están dando una pintadita”.

Joaquín Salvador Lavado Tejón, alias Quino, nunca pudo responder a la pregunta de por qué el mundo funcionaba tan mal. Por los reproches que Mafalda le hizo a su madre, las mujeres dejamos de llorar por partir cebollas y mejor, nos hemos dedicado a intentar modificar estructuras culturales mediante la búsqueda de formas para dialogar y erradicar las violencias contra las mujeres.

 

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