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Una cartilla sin mujeres y con la naturaleza como escenografía

Cecilia Soto

Cecilia Soto

Hoy lunes inicia un nuevo ciclo escolar y el gobierno ha anunciado el reparto de más de 10 millones de ejemplares de la Cartilla Moral, escrita por Alfonso Reyes en 1944 y “retocada” en 1992. Se trata de un documento obsoleto para 1944, ridículo para 1992 y francamente peligroso para 2019. Un documento en que la simplicidad para comunicar conceptos complejos para la infancia es confundida con una visión caricaturezca de lo humano, en la que las mujeres no existimos; se trata de un documento atrás del Antiguo Testamento, escrito hace unos tres mil años, en el que las mujeres eran nombradas, mal nombradas, como origen de las tentaciones y apenas como complemento del Hombre, así con mayúscula, pero existíamos. No es el caso de la Cartilla Moral, en la que la existencia de las mujeres está borrada, y no me refiero a que el español de 1944 pretendía incluir a hombres y mujeres con el uso del género masculino en artículos y sustantivos, sino porque no hay una sola mención a las mujeres y a su papel en la sociedad. No es sino hasta la página 28, la penúltima de la Cartilla, que menciona una vez la palabra “madre”, sólo una de las etapas de la vida de las mujeres.

La Cartilla ya era obsoleta en 1944, cuando las mujeres mexicanas luchaban con denuedo por el derecho al voto y de hecho ya lo ejercían en elecciones municipales en varios estados. Ya era obsoleta en el penúltimo año de la Segunda Guerra Mundial, después de 11 años de la instauración del régimen nazi, después de cinco años de la derrota de la República española, pues propone una visión angelical de lo humano en la que las atrocidades de la guerra y de la opresión son inexplicables, pues el hombre es naturalmente bondadoso y la conducta inmoral siempre es retribuida con el desprecio social.

La Cartilla traduce a un lenguaje más o menos laico la visión religiosa del hombre (sí, siempre es el hombre) como coronación de la naturaleza y a ésta como morada de la familia humana. Los 13 mil millones de años en los que nuestra especie estuvo ausente del Universo no tienen sentido, sino porque nos precedieron. Se trata de una propuesta radicalmente antropocéntrica, quizá explicable para 1944, pero inaceptable para la segunda década del siglo 21. En esta visión, la evolución ya terminó y no hay nada más lindo que el hombre pueda disfrutar del paisaje natural, cuidarlo también para su gozo y ensimismarse en la contemplación del cielo y las estrellas. Un pasaje en el capítulo 6 es claro al respecto: “La familia es un hecho natural y puede decirse que, como grupo perdurable, es característico de la especie humana… La familia estable humana rebasa los límites mínimos del apetito amoroso y la cría de los hijos. Ello tiene consecuencias morales en el carácter del hombre” que se acostumbra al hogar por la necesidad de un tiempo más prolongado para el cuidado de los bebés humanos. ¿Qué dicen los y las profesionales de la antropología? ¿La familia estable es un fenómeno indisoluble de la especie humana o uno relativamente reciente? ¿Qué explicación para los millones de niños y niñas mexicanos que no conocen una familia estable? ¿Es el divorcio impropio de la naturaleza humana? ¿Es el padre ausente, que abandona al bebé que ayudó a concebir, un fenómeno excepcional?

Y aún hay más: “La mayor tardanza en el desarrollo del niño comparado con el animal no es una inferioridad humana. Es la garantía de una maduración más profunda y delicada, de una “evolución’”más completa. Sin ella, el organismo humano no alcanzaría ese extraordinario afinamiento nervioso que lo pone por encima de todos los animales. La naturaleza como un artista, necesita más tiempo para producir un producto más terminado”. Esta visión acientífica y que anima las prácticas que son causa del cambio climático no debe ser llevada a las aulas de los niños y niñas mexicanos. No, la naturaleza no es, como lo afirma la Cartilla, “el patrimonio de la especie humana” ni “la tierra es toda tuya y cuanto hay en ella” como termina el citado poema “Si”, de Rudyard Kipling  que exhalta virtudes masculinas.

Una de las explicaciones comunes a los miles de casos de abuso sexual a menores por parte de adultos, ya sean parte de la familia, profesores o sacerdotes, casi siempre adultos con autoridad, es la idea del obligado respeto al adulto y al mayor. Los niños y niñas abusados callan por décadas porque han internalizado que lo sucedido es algo inimaginable en un adulto “bueno” que es como deben serlo todos. Desafortunadamente, la Cartilla refuerza esta idea. La bondad como algo natural en todos los seres humanos y la necesidad de respetar a los mayores, incluyendo a los hermanos mayores. Más allá de las recetas y consejos triviales de “portarse a bien, amar a la patria y ser buenos ciudadanos”, la Cartilla trasmite una idea simplista y errónea de lo que es el ser humano y de su lugar en la naturaleza y en el universo. Deseduca.

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