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Sherezada al revés: ¿quieres que te lo cuente otra vez?

Cecilia Soto

Cecilia Soto

El proyecto del presidente López Obrador es uno de poder: poder centralizado en su persona, casi absoluto,  con prisa por consolidarse y amarrar constitucionalmente la permanencia de los cambios que pretende realizar. Dependiendo de estos será una reedición del modo de gobernar del PRI de Plutarco Elías Calles, incluyendo el Maximato o se prolongará más allá de un sexenio el mandato del actual Presidente. No es la ambición cruda y dura la que guía este proyecto de poder. No. El Presidente está seguro de que su proyecto es positivo, lo ve a lo lejos celebrado en los libros de texto de las próximas décadas, se ve a sí mismo incluido en el logo de un próximo gobierno, la sexta figura que permitiría una imagen–logo simétrica.

Considera que cada uno de los 30 millones de mexicanos que votó por él conocía también su proyecto, por tanto, no hay necesidad de discutirlo y menos debatirlo con la sociedad. Los 28 millones de mexicanos que votaron por otros candidatos son decididamente menos virtuosos que los primeros. La opción para ellos es seducirlos con historias tan reales como la de Aladino y la lámpara maravillosa, parte del repertorio de Sherezada. Por ejemplo, que en su gobierno: “nada será por la fuerza”, aunque la cancelación del Aeropuerto de Texcoco haya sido así: por la fuerza del capricho presidencial. Si se resisten a la seducción de las historias mañaneras,  entonces recurrirá a la pira de leña verde: mentiras, insultos, burlas, calumnias o lo que se le ocurra al talento comunicacional del Ejecutivo federal. El derecho de réplica miniaturizado como en la película ¡Querida, Encogí a los Niños!

¿Importa lo que diga elPresidente en las mañanas? Importa más a dónde va el dinero del presupuesto. Por ejemplo: puede celebrar misa el 8 de marzo, decir que es obligación del Estado proteger a las mujeres y otras frases bonitas, pero si persiste el recorte del 50 por ciento a las estancias infantiles, como preludio al recorte del 100 por ciento en el 2020 y su sustitución por subsidios directos a las madres trabajadoras, demostrará que para él es más importante su proyecto de poder mediante el clientelismo de las entregas directas que la protección a niños y madres. Podrá decir que los refugios para mujeres víctimas de la violencia permanecerán y serán mejores, pero si se pretende pasar esa responsabilidad a estados y municipios como puede derivarse de las palabras de la titular de la Secretaría de Gobernación al tiempo que se reducen drásticamente sus presupuestos, su compromiso tendrá tanto de realidad como la alfombra voladora de Aladino.

Mientras no cambie la ley, el Presidente está obligado por ella. Su compromiso con estados y municipios es el de la negociación fiscal de 1940, refrescada en 1982. No habrá un centavo más allá de la fórmula anacrónica que castiga a estados productivos y mantiene en el atraso al sur de México. No importa que el país, su inserción en el mundo y las condiciones tecnológicas, logísticas  y de insumos con las que trabajan empresas y trabajadores hayan cambiado radicalmente desde la última convención fiscal. Cuando insiste en las conferencias mañaneras en  no dar recursos a las organizaciones de la sociedad civil o a programas bien evaluados como estancias infantiles o peor, el Seguro Popular, se transparenta la noción de que los impuestos que recauda Hacienda son suyos, el único que no es corrupto, y que, por tanto, puede hacer con ellos lo que le venga en gana: su proyecto de clientelismo político a través de la conocida relación directa entre el magnánimo mandatario y el pueblo humilde.

El proyecto hipercentralista del Presidente, a través de la reducción radical de los recursos para estados y municipios y de su rompimiento con la sociedad civil, agregará un nuevo obstáculo al crecimiento económico del país: limita la capacidad de estados y municipios para experimentar a escala limitada soluciones innovadoras a la gobernanza y al reto de crecer. El Presidente innova a nivel federal sin estudios y sin proyectos piloto, aumentando el riesgo de errores y fracasos. Una parte importante de la sociedad que va del 40 al 80 por ciento adora las historias de nuestro narrador en jefe. Es una energía que hay que aprovechar, pero que no puede ignorar la realidad: las peores cifras de creación de empleos y de inversión pública y privada, un contexto internacional cada vez más complejo y riesgoso, un presidente Trump impredecible ante la perspectiva de perder la reelección. No exactamente un cuento de Sherezada.

Nos vemos en Twitter: @ceciliasotog y fb.com/ceciliasotog

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