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Se van los brujos: vuelve la ciencia a la Casa Blanca

Cecilia Soto

Cecilia Soto

Desde 2019, la agencia ambiental de Estados Unidos, EPA, publicó un informe sobre cómo las partículas menores o iguales a un diámetro de 2.5 micras, PM 2.5, causaban por lo menos 45 mil muertes al año en Estados Unidos. Era obvio que había que hacer más estricta la norma a fin de disminuir el número de muertes por contaminación. Pero la reacción del director de la EPA, Andrew R. Wheeler, nombrado por Trump, fue exactamente la opuesta a las conclusiones de sus propios científicos. No sólo se negó a seguir las recomendaciones para modificar la norma, sino que apresuró el proceso de desregulación en materia de aire, a fin de que compañías mineras y de generación de combustibles y energía tuvieran menos restricciones en materia de contaminación del aire. También se negó a tomar en cuenta los resultados de un estudio de la Universidad de Harvard publicado la semana pasada, que vincula directamente el aumento en la contaminación por partículas PM 2.5 con un aumento proporcional en las muertes por covid-19.

La llegada del presidente Joe Biden a la Casa Blanca tendrá el reto inmenso de poner fin a la maquinaria oscurantista en materia de ciencia, especialmente en lo concerniente a cambio climático y ciencias de la salud, construida durante la presidencia de Donald Trump. El próximo presidente comenzó con el pie derecho al nombrar al doctor Eric Lander, director pionero del Proyecto Genoma y posteriormente fundador del Instituto Broad, institución privada, pero con vínculos profundos con el Massachusetts Institute Of Technology (MIT) y la Universidad de Harvard. Además de dirigir la Oficina de Ciencia y Tecnología de la Casa Blanca y de tener el nombramiento de asesor científico del Presidente, el puesto de Lander tiene, por primera vez en la historia de EU, el nivel de integrante del gabinete. Esta es una buena noticia para México: el doctor Lander es un colaborador cercano y socio en la Iniciativa Slim en Medicina Genómica, impulsada por la Fundación Carlos Slim y visita frecuentemente nuestro país desde 2010.

Pero el nombramiento del doctor Lander y tres distinguidas científicas para integrar la Oficina de Ciencia de la Casa Blanca no bastará para reparar el daño infligido por la administración Trump a la ciencia. De hecho, es imposible no encontrar un parecido entre el proceso de desmantelamiento de las agencias regulatorias en México, debilitamiento que busca favorecer el uso de combustibles fósiles, grandes responsables de la contaminación por PM 2.5, y el mismo proceso en Estados Unidos. Los “científicos” negacionistas del cambio climático tomaron control de agencias como la EPA y a la fecha han desaparecido más de 100 regulaciones que estaban concebidas para que EU cumpliera con los compromisos del Acuerdo de París en materia del cambio climático y otros compromisos.

Digo que será un gran reto para la nueva administración porque Trump no se limitó a nombrar a directivos afines. Intentó y en mucho logró incrustar a negacionistas y libertarios antirregulación en la estructura de agencias como la EPA y otras. Como en México, se buscó “deshidratar” a instituciones como la anteriormente respetada Center for Disease Control and Prevention (CDC) tomada por el trumpismo. En el caso de la EPA, la General Accountability Office (GAO) de EU encontró que ésta incumplió una serie de normas para lograr contratar especialistas que no cumplían con los perfiles exigidos por las directivas de la Agencia y, sobre todo, que no firmaron el compromiso de carecer de conflicto de interés con los propósitos de la EPA. Lo mismo descubrió y denunció la Oficina del Inspector General respecto a la falta de cumplimiento de la EPA con la Política de Integridad Científica a que obliga una ley. El mismo proceso anticiencia y antirregulación que ocurrió en EU está ocurriendo en México, sólo que con el sello ideológico diferente de las dos administraciones. Aquí se niega, en los hechos, el cambio climático, se glorifica el trapiche, el Presidente llama ladrones a los científicos y se busca controlar qué y cómo investigar a través de la centralización de los recursos financieros de los centros de investigación.

Si algo enseñó la terrible pandemia provocada por el SARS-CoV-2 es la importancia de la ciencia y de una política pública persistente, continua, de largo plazo y de libertad de investigación a la ciencia. No tendríamos vacuna si no fuera por esfuerzos iniciados desde mediados de los años 80 apoyados de múltiples maneras: por el Estado a través de universidades y centros de investigación públicos, por la iniciativa privada, por una combinación de ambos y, sobre todo, por el amor y la pasión por la verdad de una comunidad científica que nos hace recuperar la fe en nuestra especie. Felicidades entusiastas y de todo corazón al nuevo gobierno del (inminente) presidente Joe Biden y de la vicepresidenta Kamala Harris. #CienciaSí.

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