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¿Reprobará AMLO la prueba de la democracia?

Cecilia Soto

Cecilia Soto

En nuestro país se eligió a un líder preocupado por lo social, con vocación de poder y conservador. Debatir si es o no de izquierda es pérdida de tiempo. Lo que vale es que se le percibe como de izquierda y muchos de sus simpatizantes lo son. Más importante que el puntaje que pueda alcanzar como abanderado de las causas de esa corriente, es el que pueda lograr como demócrata convencido, pues esa categoría abarca a muchos más mexicanos que los que simpatizan con el ideario izquierdista.

La cadena de triunfos electorales de gobiernos populistas, muy especialmente el de Donald Trump, ha hecho que varios académicos estudien con preocupación este fenómeno pues se trata de la erosión o franca destrucción de regímenes democráticos utilizando las herramientas de la democracia, las elecciones entre éstas. En su libro, Cómo mueren las democracias, Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, dos profesores de Harvard, desarrollaron cuatro reactivos para detectar si la elección de un líder populista representa o no una amenaza para la democracia.

Los autores condensan el discurso típico de un populista: “Los populistas son políticos antisistema, figuras que clamando que representan la voz ‘del pueblo’, desatan una batalla contra lo que describen como una élite corrupta y conspiradora. Los populistas tienden a negar la legitimidad de los partidos políticos existentes y los atacan como antidemocráticos y poco patrióticos. Dicen a los votantes que el sistema existente no es realmente una democracia, que ésta ha sido secuestrada, corrompida o manipulada por la élite. Y prometen acabar con esa élite y regresarle el poder ‘al pueblo’”. En esta descripción caben tanto Trump, Bolsonaro o López Obrador. Pero veamos los cuatro reactivos que permitirían detectar si el virus del autoritarismo ha infectado a un político y si se aplican por igual a los ejemplos mencionados. Un político autoritario:

Rechaza ya sea de palabra u obra las reglas democráticas aceptadas legalmente.

Le niega legitimidad a sus adversarios.

Tolera o incentiva la violencia.

Da indicios de restringir las libertades civiles de los opositores, incluyendo los medios de comunicación.

Es claro que tanto Trump como el presidente electo de Brasil, Jair Bolsonaro, se sacan un diez redondo en las cuatro categorías. Desde mi punto de vista, el futuro Presidente de México aprueba con buenas calificaciones las dos primeras, rechaza la tercera y muestra algunos síntomas de infección en la cuarta. Veamos la prueba más en detalle.

Con respecto a la 1): Como político, como candidato y como presidente electo, Andrés Manuel López Obrador ha rechazado de palabra y obra las reglas democráticas que nos hemos dado. Una y otra vez, de forma sistemática. Ya sea desconociendo los resultados de las elecciones que no le favorecen; ya sea declarando como vinculantes los resultados de consultas patito, construyendo mediante pactos corruptos una mayoría artificial en el Congreso o anticipando el perdón a los corruptos.

La 2): Le niega legitimidad a sus adversarios. El intelectual Gabriel Zaid ha recogido en un espléndido artículo publicado en Letras Libres, AMLO, poeta del insulto, 84 epítetos lanzados contra sus opositores.( https://www.letraslibres.com/mexico/politica/amlo-poeta) lista a la que hay que agregar “chantajistas”, dedicado ayer a los gobernadores que legítimamente han denunciado un atropello al federalismo tanto en el Plan Nacional de Paz y Seguridad, como en el nombramiento de superdelegados y en lo que conocen del próximo Presupuesto 2019. Es cierto que, comparado con Bolsonaro, se trata apenas de una descalificación suave, pero ésta ha sido tan sistemática que ha agudizado la polarización de la sociedad mexicana. Esa misma descalificación la extiende a los medios que no le son afines (indicador 4).

Todo indica que tendremos un titular del Poder Ejecutivo con fuertes reflejos autoritarios, tanto por sus inclinaciones personales y su formación política como por la falta de controles por parte de un Congreso dominado por su partido y por la rendición anticipada de otros potenciales controles, como el empresariado, una parte importante de los medios y la debilidad de los actuales partidos políticos. A los legisladores de Morena que están decididos a aprobar las reformas constitucionales que les mande un Ejecutivo con esas tendencias les pido realicen el siguiente experimento mental: imaginen que en 2024 la Presidencia la gana un Bolsonaro mexicano. No es algo impensable, sucedió en Brasil y en Italia. ¿De verdad le quieren poner la mesa a un posible dictador? Nos vemos en Twitter: @ceciliasotog y fb.com/ceciliasotomx

 

Analista política

ceciliasotog@gmail.com

 

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