Logo de Excélsior                                                        

Mujeres: ellas tienen la razón

Cecilia Soto

Cecilia Soto

 

Tiene senos erguidos y redondos, cara con rasgos claramente femeninos, el tejido que cubre su cuerpo de la cintura para abajo no puede ocultar las curvas de las caderas y la redondez naciente del vientre. No, no es un ser asexuado. Es mujer. Es la Victoria Alada pero le llamamos “el Ángel de la Independencia”. Las jóvenes marchistas de la manifestación del viernes 16 se han vengado de esta violencia simbólica que es masculinizar el principal símbolo del triunfo independentista, “interviniéndolo” con grafiti. Que por un tiempo no servirá como escenario para las fotos de bodas y quinceañeras, es cierto, pero cómo se compara esa pérdida pasajera y remediable con la herida incurable infligida a las mujeres violadas, las niñas violentadas y embarazadas antes de cumplir 10 años, el miedo de las jóvenes al enfrentar el regreso a casa al caer la tarde ya sea por el acoso en el transporte público o la violencia que las espera en el hogar, las cientos de desaparecidas llevadas por la fuerza a un burdel, las nueve mujeres asesinadas todos los días. Lo que pasó en la Ciudad de México no es nada para el tamaño de la impotencia y rabia acumuladas.

Leo: niña de seis años asesinada en Cuernavaca. El sospechoso asegura que no la violó. Pero el cuerpecito está impregnado del semen delator, más cuchilladas a granel. Leo también a una joven escritora, visitante habitual de la tuitósfera, nos comparte cómo fue violada también a los seis años. Y está Lupita, de 5 años, asesinada en el Bordo de Xochiaca. Y Valeria, de 11 años, en Nezahualcóyotl. Y Camila, de 9 años. Y Seyni Camila, de 7 años, secuestrada, abusada sexualmente, y asesinada por un chofer de Uber. Y en Morelos, una practicante del fútbol americano  femenil y hermosa hasta doler los ojos, Mariana, de 22 años, fue asesinada con lujo de saña y violencia. Y sólo en Morelos agrego los nombres de Leslie Sabrina, de 23 años, asesinada también a golpes. Kenia, modelo, de 22 años, subida a la fuerza a un automóvil y desaparecida hasta que se encontró su cadáver. Y en Puebla, María Fernanda, de 19 años, drogada, violada y asesinada por un chofer de Cabify. Y en Tlalpan, Daniela, que en WhatsApp suplicaba a un amigo “ayúdame por favor”,  cuando notó que el taxi se desviaba.

La gota que derramó el vaso de la rabia y la desesperación en la Ciudad de México es la presunta violación tumultuaria de una joven de 17 años por 4 policías capitalinos. Y la filtración ilegal de los datos personales de la menor por parte de las autoridades capitalinas, mismas que también filtraron videos al noticiario estelar de una televisora que busca desacreditar a la joven. La jefa de Gobierno, paralizada por la idea de que a ella, feminista y del lado correcto de la historia, no le podía estar pasando esto, reaccionó en forma por demás torpe. Perdió la confianza de muchos de los colectivos feministas jóvenes como probablemente también la perdimos nosotras, las feministas mayores que, deslumbradas por haber conseguido la #ParidadEnTodo y por el creciente número de mujeres en la política, nos olvidamos del infierno que viven día a día las jóvenes. Hablan otro idioma que no hemos querido aprender. No hemos estado a la altura.

Pero un informe reciente de Data Cívica y del CIDE, Claves para entender y prevenir los asesinatos de mujeres en México, sugiere que las herramientas que nos dan el feminismo y la perspectiva de género para educar a policías, ministerios públicos y jueces y llevar paz a la familia no bastan para prevenir y disminuir los feminicidios y los asesinatos de mujeres. El informe distingue entre ambos fenómenos porque al estudiar las estadísticas del Inegi encuentra un “contagio” entre el aumento de la violencia criminal y la muerte de mujeres jóvenes, no necesariamente por ser mujeres sino como parte de la violencia entre grupos del crimen organizado. El análisis encuentra una clara correlación entre el aumento de armas en circulación en México, ya sean las introducidas de contrabando desde Estados Unidos, o producidas en México o compradas legalmente como consecuencia del enfoque militarista contra el crimen organizado, enfoque con una notable continuidad desde 2006 a la fecha, y el aumento de mujeres jóvenes (y hombres jóvenes) asesinados. ¿Qué hacer? Reiniciar el diálogo franco entre autoridades y mujeres jóvenes, ponerse del lado de ellas pero incluir también el análisis sugerido por Data Cívica y el CIDE: menos armas, menos militarismo y mejor información. Y en cuanto a los llamados excesos de las manifestaciones, me robo el tuit de alguien muy cercano a mi corazón: Si la protesta no incomoda, no es protesta.

 

Nos vemos en Twitter: @ceciliasotog y en fb.com/ceciliasotomx

 

Comparte en Redes Sociales