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Lecciones desde la orilla del precipicio

Cecilia Soto

Cecilia Soto

Un sentimiento de alivio y alegría recorre a los testigos. Es casi un milagro: nadie perdió la vida, aunque muchos ocupantes están magullados y con algunas heridas. El autobús está seriamente dañado, pero nadie repara en ese costo: “se salvó”, “se salvaron”, “nos salvamos”, “los salvamos” se escucha en un coro exultante y triunfal. Algo así sucedió con la aprobación por unanimidad de la Guardia Nacional en el Senado de la República. Todo es relativo: era tanto lo que estuvo a punto de perderse que lo ganado se magnifica y celebra. Se detuvo o se dificultó la vía más peligrosa, la de elevar a rango constitucional, explícito, la militarización del combate a la seguridad, actuante en el país desde hace 12 años. Pero no se impidió. Al aceptar la oposición que debería haber una reforma constitucional y regalarle al Presidente su caramelo, su Guardia Nacional, con participación protagónica de las Fuerzas Armadas y presencia desmerecida de la Policía Federal, cuerpo al que el Ejecutivo federal no se cansa de insultar, se avanza por un camino en que la profesionalización de las policías estatales y municipales seguirá siendo la última prioridad.

La militarización del país sigue por otras vías y no es responsabilidad exclusiva del actual gobierno. En marzo de 2017, todos los puertos nacionales pasaron al control, ejecución y operación de la Secretaría de Marina. Los recursos humanos, logísticos y financieros con los que contaba la Secretaría de Comunicaciones y Transportes pasaron a la Semar. La Marina controlaba las capitanías de puerto de Lázaro Cárdenas, en Michoacán, y Manzanillo, en Colima, por las fuertes operaciones del crimen organizado en esos puertos. ¿El remedio? Que las 103 capitanías regresaran al control de Semar, que en 1976 habían pasado a mando civil. Como se sabe con este gobierno, la Sedena construirá unidades habitacionales de lujo que originalmente se destinarían a financiar la Guardia Nacional. La Sedena ampliará y administrará el aeropuerto militar de Santa Lucía y de sólo contribuir anteriormente a las campañas de reforestación, ahora le entrará a la siembra de millones de árboles con fines productivos. Se crea, amplía y fortalece una economía para las Fuerzas Armadas que difícilmente tendrá reversa.

Con todo, es cierto que hubo una roca que detuvo los peores aspectos del proyecto de López Obrador respecto al combate a la inseguridad. Y ese hallazgo revela varias lecciones.

Primero: los partidos políticos importan. Sus legisladores son resultado de elecciones ganadas y su presencia activa y responsable en el Congreso es fundamental. Sí, los partidos de oposición están estremecidos, disminuidos, atarantados por el 1º de julio, pero no tanto como lo demostró el trabajo organizado, unido y pertinente de sus legisladores en el debate de la Guardia Nacional.

Segundo: La presencia de las organizaciones de la sociedad civil, de los expertos, académicos y víctimas en las audiencias y su trabajo con los senadores fue muy importante. Pero no se hagan ilusiones: si Morena hubiera tenido los números para la mayoría calificada, hubiera simulado como lo hizo en la Cámara de Diputados y la versión militarizada de la GN se hubiera aprobado sin remordimiento alguno. Reitero: los partidos importan y mucho,  cuidémoslos.

Tercero: el poder no tiende a autocontenerse, por el contrario. Ante una sociedad complaciente o silente, tiende a aprovechar cualquier espacio para ampliar su dominio. La coalición del presidente López Obrador ganó 43 por ciento del voto para el Congreso, pero mediante triquiñuelas, francas violaciones a las leyes electorales y una interpretación torcida de la cláusula de gobernabilidad aumentó en 13 puntos su presencia en la Cámara de Diputados. El Partido Verde y la deserción de legisladores del PRD, seguramente le darán la mayoría constitucional en la Cámara. En el Senado no la tiene, pero habrá muchas reformas a leyes no constitucionales en las que para aprobarse, Morena no necesita a la oposición. Ello no es sano.

Cuarto: los contrapesos son esenciales para una democracia que funcione bien. Quienes sí creemos en la importancia de los contrapesos, ya sea para impedir que la pérdida de frenos le permita continuar cometiendo errores graves al actual gobierno, ya sea para contrastar propuestas de políticas públicas, o para incentivar la participación ciudadana a favor de causas irrenunciables, nos hemos organizado. No para estar en contra. Para estar a favor de México: país complejo, diverso, múltiple, plural y contrastante. Nos vemos en Twitter: @ceciliasotog y fb.com/ceciliasotomx

 

Analista política

ceciliasotog@gmail.com

 

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