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El tuerto

Cecilia Soto

Cecilia Soto

                En solidaridad con Héctor Aguilar Camín
                y todo el equipo de
Nexos.

 

Cuando uno convive con una personalidad muy neurótica, pero indispensable, ¿qué puede hacer? Uno de los aspectos que hace fascinante la lectura de la biografía de Steve Jobs (Walter Isaacson, Debate, 2015) es la descripción del aprendizaje de sus subalternos para lidiar con las manías de Jobs. Por ejemplo, sabían que cuando se le presentaba una propuesta para realizar alguna de sus ideas, por lo general respondía furioso: “¿Qué cochinada es ésa?”. Así que después de comprobar, fracaso tras fracaso, que ésa sería la respuesta estándar, optaron por presentarle primero una versión muy mala —una cochinada— de la propuesta que querían que se aprobara, después algo menos malo y finalmente el proyecto que tenían listo desde el principio. Funcionó.

Una adaptación parecida, una estrategia para la sobrevivencia, se desarrolla en nuestro país frente a la política mediocre y equívoca del gobierno federal respecto al desarrollo de la pandemia que ya superó los 60 mil muertos, un gran número de éstos, víctimas inermes de la inepcia oficial. En la víspera del anuncio de las trágicas cifras mencionadas y para responder a la pregunta de por qué había bajado el número de pruebas, el subsecretario Hugo López-Gatell respondió que “la política pública de México es sólo hacer pruebas a quienes se considera sospechosos… disminuyen los casos por tanto disminuyen las pruebas”. ¿Pero qué se entiende aquí por “México”? Los mexicanos no viven en el espacio abstracto de la Federación. Los mexicanos que mueren por centenas y miles en ofrenda irracional a la soberbia de las autoridades federales lo hacen en el territorio, en las ciudades, municipios y poblados, enlutando a hogares con una dirección física, con un código postal concreto, cuyos gobernantes más cercanos son los presidentes municipales y gobernadores. Y estos últimos se han visto obligados a adoptar la estrategia de los asesores de Steve Jobs: ante el fracaso evidente, ante la catástrofe superlativa del manejo de la pandemia se les dice a las autoridades sanitarias federales lo que quieren oír para después darse la vuelta y hacer lo que hay que hacer para evitar que el fuego de la pandemia se propague y queme la casa.

El ejemplo multicitado por diversos analistas es el de la estrategia en la Ciudad de México, pero que también se desarrolla desde hace meses en varias entidades federativas. Se trata de una política de persecución activa del virus, que busca la detección temprana de casos mediante una estrategia más amplia de pruebas aplicadas no sólo a los sospechosos, seguimiento y rastreo de contactos y no pasiva como la que describe López-Gatell como la “política pública de México”. Hacer pruebas sólo a los sospechosos es una estrategia que espera al paciente en la sala de urgencias (si es que se le admite) y deja que el virus continúe contagiando gracias a los contactos asintomáticos o no del sospechoso.

La estrategia que han seguido varios estados, especialmente los gobernados por la Alianza Federalista de Gobernadores, es la de adelantarse al virus, “ser más listos que éste”, como ha recomendado el director ejecutivo del Programa de Emergencias de la Organización Mundial de la Salud (OMS), doctor Mike Ryan (“outsmart the virus”), crítico agudo de la estrategia del gobierno mexicano. En materia de pruebas, varias de estas entidades hacen malabares y sacrificios para aumentar significativamente la capacidad de procesar las pruebas PCR. Y contradicen estridentemente la política oficial de no promover la universalización del uso del cubrebocas. Por lo menos en la mitad de la República el uso del cubrebocas o mascarilla es obligatorio. Y en varios estados, como Chihuahua, violar esta disposición puede resultar en multas. No debaten con López-Gatell, no tiene caso; simplemente se ponen la mascarilla para dar el ejemplo.

En estos seis meses todos hemos aprendido acerca de la pandemia, pero, sobre todo, lo han hecho un número importante de gobernadores y de secretarios estatales de Salud. La responsabilidad por la salud y la vida de los habitantes de sus estados es el más importante incentivo por aprender. Al inicio de la pandemia, cuando había un número limitado de expertos en las entidades federativas, en el país de los ciegos el tuerto era rey. “Estrategia centinela, índice de replicación R, índice de letalidad, de positividad” y muchos otros términos conocidos sólo por los especialistas. Ahora los ciegos han recuperado la vista y lo que ven y comprenden los llena de desazón y rebeldía. El número de contagios y de fallecimientos puede y debe reducirse significativamente y seguirán estrategias para ello, aunque la “política pública de México” sea permanecer indiferente a tanto sufrimiento humano.

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