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El prólogo al Informe

Cecilia Soto

Cecilia Soto

Afirmó el Presidente: “se cerraron 51 representaciones que existían en las principales ciudades del mundo llamadas ProMéxico, dedicadas supuestamente a la promoción del país; algo hasta ridículo, porque en ninguna parte existen oficinas ProAlemania, ProCanadá, ProFrancia, etcétera”. Alemania tiene una agencia de promoción, la Germany Trade and Invest (GTAI) con 50 oficinas dentro y fuera de Alemania. Francia cuenta con Business France, con 110 oficinas fuera de ese país. España cuenta con cerca de 100 oficinas del ICEX en el exterior y las autonomías españolas tienen 183 representaciones en el extranjero. Chile promueve su economía con ProChile y Colombia con ProColombia, Ecuador con Pro Ecuador (con 30 oficinas) y la lista puede crecer. Muchas de estas oficinas complementan su trabajo con el de las embajadas.

El Presidente no ignora esta información. Es un hombre bien informado. Pero prefiere ignorarla. En un evento de performance política como la del domingo en Palacio Nacional, nadie se levantará a contradecirlo y mencionarle estas cifras. Es una decisión política en el que la verdad se sacrifica por el apetito político. El Presidente cerrará 52 oficinas de promoción económica que, en su mayoría, funcionaban dentro de las oficinas de las embajadas, no independientes de ellas, como se ha afirmado. El Presidente mencionó como su tercera prioridad “promover la intensificación del comercio exterior”. ¿Podrá hacerlo cuando se desdeña y despide personal especializado en el que el país invirtió mucho?

Por su claridad, utilizo este ejemplo para poner en perspectiva el evento de ayer. Con todos los reflectores sobre el Presidente, ¿para qué presentar información consistente y rigurosa, mucha de ella en contraste con los compromisos presidenciales? Nuevamente gana el comunicador. Tuvimos el prólogo a un primer Informe, una especie de guía sobre cómo se deberán interpretar las cifras y datos más fríos que esperemos estén en la versión escrita del primer Informe. La audiencia para el análisis y glosa del Informe entregado al Congreso de la Unión es especializada y poco numerosa. Los datos serán analizados por los legisladores y sus equipos expertos, así como por académicos, bufetes y consultorías, por Organizaciones No Gubernamentales. La mayoría difíciles de impresionar por malabares retóricos y en espera escéptica del Paquete Económico para 2020. El Presidente no les habló a ellos. Les deja esa tarea más ingrata a otros.

Pero más que los varios conflictos con la verdad –por ejemplo, que su gobierno no ha interferido con el trabajo con la CNDH o que “ya existe un auténtico Estado de derecho”– me quiero centrar en el diagnóstico que presenta: el de la corrupción como origen de la desigualdad en México. Dijo el Presidente: “nada ha dañado más a México que la deshonestidad de los gobernantes. Y ésa es la causa principal de la desigualdad económica y social, y de la inseguridad y de la violencia que padecemos”.

Ojalá que tuviera razón porque entonces bastarían un par de sexenios con gobernantes honestos para crecer en forma justa. La corrupción es, sin duda, un factor muy importante en la exacerbación de la desigualdad y en la dificultad para combatir la inseguridad. Y es importante el objetivo de combatir en el imaginario popular la benevolencia con la que muchos aceptaban pasivamente la existencia de prácticas corruptas. La corrupción potencia los males derivados de la desigualdad, de la mala distribución de la riqueza y del bajo crecimiento, pero éstos no tienen un origen único en ella.

La violencia y aumento de la inseguridad son buenos ejemplos de un diagnóstico insuficiente, por no decir equivocado. La evolución de México hacia un país de tránsito, siembra y fabricación de drogas, no tiene como origen la corrupción, aunque ésta sea su hermana gemela. La corrupción existía con el régimen porfirista, con el régimen revolucionario y en el posrevolucionario y, sin embargo, no teníamos un nivel desmesurado de violencia y crimen organizado. El origen está en la decisión de las agencias de inteligencia de los Estados Unidos de destruir la ruta de exportación de mariguana y cocaína de Colombia vía Miami y el Caribe. Uno de los “efectos no deseados” de esta decisión fue la transformación de México en ruta alternativa. Lo demás es historia conocida. Insistir en un discurso efectista es muy redituable políticamente, pero tiene el inconveniente que genera expectativas ídem difíciles de cumplir.

Tampoco creo que el origen y motor de la desigualdad sea la corrupción –a la que hay que combatir implacablemente–, pero eso será tema de otra columna, una vez que conozca el primer Informe.

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