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Dogmas en Palacio y dogmas en Hacienda

Cecilia Soto

Cecilia Soto

He seguido de cerca las entrevistas del secretario de Hacienda, Arturo Herrera. Hay un cierto alivio en escuchar explicaciones económicas sin adjetivos calificativos, sin argumentos ideológicos, sin otros datos y con cierto candor. Todo eso se pierde en cuanto se cierra su puerta y se avanza por los pasillos de Palacio Nacional. Pero vale la pena resumir sus argumentos y ponderarlos. El secretario argumenta que:

1. No se requiere un plan contracíclico porque ésta no es una crisis cíclica. Es el resultado de la acción voluntaria de cerrar las empresas, limitar drásticamente la movilidad, etcétera, para dificultar la expansión de la pandemia. No es una crisis “porque estuviéramos funcionando mal”. Por ello, siempre atendiendo los razonamientos del funcionario, en cuanto se empiecen a abrir las empresas a partir de hoy lunes 1ro de junio, la recuperación será rápida, aunque no tanto como se desearía, porque muchas de las empresas abrirán en condiciones diferentes de las anteriores a la epidemia. De ahí su predicción de que habrá una recuperación en forma de V asimétrica, el rasgo que sube más bien inclinado a la derecha, con un ángulo mayor a los 45º.

2. Será fundamental la activación del T-MEC, pues la industria automotriz concentra cerca de un millón de empleos formales. La de la construcción, con más de 250 mil empleos, y la puesta en marcha de obras de infraestructura que abaraten el costo país.

3. La sensación de orfandad por parte de empresarios, gobiernos estatales y millones de trabajadores se debe a que la SHCP no sabe comunicar por qué en realidad han tomado decisiones importantes. La SHCP comunica sus acciones por “goteo” en vez de hacer presentaciones impactantes con todas las medidas que han tomado, en especial, las diseñadas para que se puedan implementar las facilidades del Banco de México para proveer de liquidez a la economía.

Aunque es verdad que la crisis causada por el covid no es parte de una crisis cícilica, es fundamental reconocer que está montada sobre el inicio de un ciclo descendente de la economía mundial, que llevaba poco más de nueve años creciendo. Más aún, esta tendencia hacia tasas de crecimiento más bajas o incluso francamente recesivas se agudizará por los efectos de la pandemia, como se ejemplifica por las predicciones presimistas para la economía china. Algo parecido puede decirse para la economía de nuestro principal socio, Estados Unidos, cuya economía comenzó a frenarse antes del inicio de la crisis sanitaria.

Para México esto es una verdad aún más contundente. La economía mexicana decreció 0.3% en gran parte como resultado de las decisiones tomadas desde el gobierno federal, que desalentaron la inversión privada y redujeron al mínimo la pública. La crisis en México es un jinete sobre un caballo desbocado.

En estas últimas semanas ha empeorado el clima para la inversión. No es que Hacienda no tenga un buen comunicador, es que el Presidente insiste en un discurso antiempresarial y en cambiar las reglas del juego para la inversión. Crece la desconfianza y la percepción, equivocada o no, de que el Presidente se inclina por un modelo en el que la inversión privada no cabe. Un Estado pobre fiscalmente como el mexicano difícilmente puede propiciar el crecimiento sin el concurso de la empresa privada. ¿Nos salvarán los recursos multimillonarios que se invertirán en China, la Unión Europea y Estados Unidos? La recuperación en Estados Unidos es un acertijo a resolver. Los violentos motines en muchas ciudades revelan un hartazgo social exacerbado, lo que polarizará aún más la campaña electoral, llevando al presidente Trump a tomar medidas arriesgadas que pondrán en peligro la recuperación económica, como la confrontación con China.

El secretario confía en que la puesta en marcha de proyectos de infraestructura pronto generarán empleo, atraerán inversión y mejorarán la marcha de la economía. Pero el gobierno ha diezmado sus capacidades técnicas. En mayo de 2019, la Conferencia Nacional de Gobernadores acordó con el Presidente y con Hacienda financiar un megaproyecto para cada estado con un costo aproximado de 3 mil millones. A un año, con la excepción del tren ligero de Jalisco, ninguno ha salido del papel.

Para que la recuperación no sea tan lenta, y la V no se abra tanto que se transforme en L o en J, se requiere proteger el empleo formal. Si ello requiere aumentar la deuda, hay que hacerlo. Aunque las tasas de interés sean relativamente altas hay modalidades que impactarían menos el presupuesto. Si no se puede pagar la nómina de las empresas como lo han hecho Francia, Dinamarca y Alemania, se puede proporcionar temporalmente por tres meses un Ingreso Vital que dé ingresos a trabajadores formales e informales que han quedado sin red de protección alguna. La CEPAL hace un cálculo de 3,700 pesos para unos 11 millones de trabajadores. Recursos hay, pero están mal dirigidos.

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