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Contra la verdad

Cecilia Soto

Cecilia Soto

Todos los gobiernos mienten, pero unos mienten más que otros. O azucaran la verdad. O iluminan las cifras felices y tratan de ocultar las infelices. Nada de eso es nuevo. Por ello, para iluminar al ciudadano y darle acceso a la verdad está, en primer lugar, el periodismo y los/las periodistas; más recientemente, las instituciones responsables de la transparencia y el acceso a la información, como el Inai, las organizaciones de la sociedad civil comprometidas con la verdad y los estudiosos y académicos.

La “verdad” no es algún ente abstracto. Difundirla u ocultarla puede significar la desgracia para miles, incluso millones. De eso trata la extraordinaria película de la directora polaca Agnieszka Holland, Mr. Jones, que describe la lucha del periodista galés Gareth Jones por dar a conocer en 1933 la hambruna que provocaba la política de colectivización forzada de la propiedad agrícola impuesta por el gobierno de Stalin. El esfuerzo de Mr. Jones, periodista free lance, se estrelló contra el poder de Walter Duranty, jefe de la corresponsalía del The New York Times en Moscú, y el propio aparato de control de la información del régimen estalinista. Duranty propagandizaba y avalaba la información oficial del gobierno de Stalin y negaba la existencia de la hambruna.

Los simpatizantes de la Revolución de Octubre entre los periodistas e intelectuales extranjeros intentaban convencerse: ¿Por qué dar a conocer que millones morían de hambre en las planicies de Ucrania y poner en entredicho el experimento social más profundo del siglo 20? Quizás las vidas de los tercos campesinos ucranianos era el precio que había que pagar. ¿Qué de malo había en ocultar a siete millones de ucranianos muertos, un millón más que las víctimas judías que perecerían bajo Hitler, cuando el proletariado, siempre oprimido, había tomado el poder?

Un relámpago con la imagen de Duranty se me aparece cuando leo a periodistas con fama de serios repetir los boletines del gobierno federal respecto a las medidas tomadas frente a la crisis económica. Periodistas antes acuciosos que sometían la verdad oficial a la confrontación con diversas fuentes ahora la toman directamente de las conferencias matutinas sin osar cuestionarla. La verdad no siempre es revolucionaria, supongo que repetirán frente al espejo.

Me refiero específicamente a la afirmación del Presidente de que aproximadamente 70% de los hogares mexicanos reciben algún tipo de ayuda directa del gobierno federal y que, siendo estos de los estratos más necesitados, no se requiere ninguna iniciativa adicional, ya sea para salvar al empleo formal o para proveer un ingreso de emergencia, un ingreso vital, a los millones que han perdido el empleo o han visto disminuir o incluso desaparecer sus ingresos.

En México hay 32 millones de hogares. El 70% son 22.4 millones de hogares. Si los programas sociales anunciados por el gobierno en 2019 se hubieran cumplido a la perfección, 23 millones de individuos, no necesariamente jefes de familias, recibirían alguna transferencia directa, como lo publicó en Nexos María Amparo Casar. Pero ya sabemos que la perfección no existe y que varios de estos programas no han logrado sus metas. Por ejemplo, el programa de adultos mayores preveía un universo de 9.75 millones de beneficiarios, pero hasta ahora sólo cubre a 8.4 millones, o el de Jóvenes Construyendo que se anunció para 2.4 millones y con dificultad llega al millón. Muchos de los beneficiarios pertenecen a una familia.

¿Quién tiene razón, el gobierno federal que tiene interés en que sólo se conozca su mejor cara o los mexicanos a los que pregunta el Inegi? En abril pasado, en la encuesta telefónica sobre Covid-19 y Ocupación, levantada por el Inegi, sólo 5% de los encuestados afirmó haber recibido ayuda del gobierno, 22% recibió ayuda de la familia, quizá refiriéndose a las remesas, y 12% de los negocios declaró haber recibido ayuda gubernamental. Datos tan bajos quizá reflejan que las diversas transferencias ya son tomadas como ingreso regular y no como una ayuda extra frente a los efectos de la pandemia. Pero vamos a pensar que aún es temprano y que habría que esperar a los meses posteriores. Si 70% de los hogares mexicanos recibe ayuda del gobierno federal, ¿por qué en el mes de mayo el consumo de los hogares se desplomó de tal manera que disminuyó a niveles de junio de 2009?

El Presidente y los émulos de Duranty en México confían en una rápida recuperación. También aquí vale la pena consultar el Inegi. Si la inversión fija bruta se desplomó en mayo y junio a niveles de junio de 1997, no hay cómo confiar en una recuperación sólida y sostenible. Tampoco vale el consuelo de que en muchos países avanzados también cayeron las economías alrededor del 8%. Allá hay seguro de desempleo y generosos programas de emergencia. Aquí hay puras palabras.

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