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Contra el austericidio 1: más impuestos a algunos

Cecilia Soto

Cecilia Soto

Hace unos días, un grupo de multimillonarios norteamericanos dirigió una carta a todos los precandidatos a la Presidencia de los Estados Unidos pidiendo que se les impusiera “un modesto impuesto a la riqueza”. Los firmantes se refieren aproximadamente a 75 mil familias —el 0.1% del 1% más rico—, cuya aportación podría hacer la diferencia en la mejora de servicios públicos esenciales como la salud, la educación y la lucha contra el cambio climático. Esta propuesta es muy superior a la formulada por Bill Gates y Warren Buffett y otros megamultimillonarios que en 2010 propusieron un “compromiso moral” en su testamento, de donar por lo menos la mitad de su fortuna y dirigir estos recursos a fundaciones o proyectos a su gusto. Por supuesto que si los ultrarricos quieren donar parte o toda su fortuna son bienvenidos, pero, mientras que la propuesta de Gates y Buffett recurre a la voluntad y sensibilidad personales, la propuesta más reciente utiliza un recurso institucional del Estado —la política fiscal— independientemente de si los MMM (megamultimillonarios) tienen o no una veta filantrópica.

¿En México también tenemos MMM? Sí, tenemos más de los dos o tres nombres de siempre, pero obviamente mucho menos que en Estados Unidos. A raíz de la publicación de El Capital en el siglo XXI, de Thomas Piketty, que utiliza registros fiscales anónimos para cuantificar la evolución histórica de la desigualdad y la riqueza en diversas naciones, un número creciente de investigadores en México se ha abocado a ponerle números más confiables a las cifras de desigualdad. Destaco en particular a los doctores Gerardo Leyva y Arturo Bustos, investigadores del Inegi, pero quienes publican como académicos y no a nombre de nuestro querido instituto de estadística. Todo partió de un problema conocido por muchos economistas: la disparidad entre las cifras de ingresos reportadas por la Encuesta Nacional de Ingreso Gasto de los Hogares (ENIGH) y las de la Serie de Cuentas Nacionales, éstas últimas sensiblemente mayores a las de la ENIGH. Es decir, las cifras de toda la actividad económica que registran las Cuentas Nacionales, que incluyen el consumo de las familias y por tanto sus ingresos, no concuerdan con las obtenidas por los encuestadores para la ENIGH.

Con la información del SAT a la que tienen acceso legal a partir de 2016, información anonimizada que les permite saber cuánto pagan al SAT los distintos estratos de la población y la elaboración de un modelo, los investigadores llegaron a una conclusión sencilla y fácil de creer: Sobre sus ingresos todos mienten a los encuestadores de Inegi, todos, toditos. Desde los más pobres hasta los más ricos. Sólo que los más ricos mienten más, mucho más. Además de este problema de subreporte hay otro: comparados numéricamente con el resto de la población, casi 130 millones, los MMM son unos cuantos, de tal manera que, como lo explica el doctor Leyva, la probabilidad de que sean incluidos en un ejercicio muestral como la ENIGH es “prácticamente cero”. Los resultados que han obtenido estos investigadores una vez que utilizan la información del SAT y el modelo mencionado, son muy preocupantes. Por ejemplo, según la ENIGH, el índice de GINI, que mide la desigualdad (entre más cerca al uno más desiguales) se mantiene alrededor de .44 entre 2008 y 2014, pero una vez aplicada la nueva metodología sube a 0.60, describiendo a una sociedad extremadamente desigual.

Los ingresos de la mayoría de la población son tan bajos que el pasaporte para entrar al 1% más rico es relativamente bajo: 180 mil pesos al trimestre. Pero para estar en el .001% se requiere un pasaporte de aproximadamente 94 millones al trimestre. Este grupo de MMM tiene un promedio de ingresos trimestrales de 118 millones y no llega a las 150 familias. Aunque todavía tenemos un impuesto sobre la renta, ISR, relativamente alto, 36% para los que superan 3 millones de pesos al año, resulta injusto que paguen la misma proporción de ISR quienes ganen 250,000 pesos al mes que quienes ingresen 30 millones. Subrayo el “todavía” porque el Presidente simpatiza con las ideas neoliberales impuestas por Reagan en los EU en los 70s, de reducir los impuestos a los ricos “para que inviertan”, como ya lo hizo con el ISR en la frontera norte. Un “modesto impuesto a la riqueza” aportaría recursos significativos al Estado, pero sería insuficiente para revertir el actual austericidio y fortalecer las capacidades de inversión del sector público. Con esta colaboración inicio una serie de ideas y propuestas, varias de voces mucho más autorizadas que la mía en esta materia.

 

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