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Las respuestas de la política educativa V

Carlos Ornelas

Carlos Ornelas

Guori Fan y Thomas Popkewitz en la introducción del Handbook of Education Policy Studies, tomaron una posición normativa, lo que debería ser, con el fin de que los autores de la antología los contrastaran con lo que es, que interpretaran cómo funciona la política educativa en la realidad existente.

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La quinta pregunta que lanzaron es ¿cómo deberían organizarse y funcionar las escuelas? Se refieren a temas de administración de un sistema educativo, a la burocracia profesional y los protagonistas más importantes del hecho educativo, los docentes. Los estudiantes son los sujetos que se supone son beneficiarios o perjudicados por los procedimientos administrativos que enmarcan la práctica docente (en la siguiente y última entrega trataré del gobierno de la educación).

La administración del sistema educativo mexicano es rígida y vertical. Se deriva de un conjunto de leyes y reglamentos que configuran lo que en estudios académicos denominé centralismo burocrático. En éste, el control normativo y técnico (además de político y financiero) lo ejerce el alto funcionariado de la Secretaría de Educación Pública. No me refiero a los políticos profesionales que están en la cima de la pirámide, sino a lo que en la jerga del sector llaman la “estructura”.

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En esta estructura cohabitan burócratas de carrera (aunque la concepción del servicio civil en el gobierno mexicano es deplorable) con funcionarios designados por los mandos políticos. Se distribuyen en direcciones generales, áreas y departamentos y son quienes ejecutan las tareas rutinarias y cotidianas, sustantivas y de trámite.

Las sustantivas tienen que ver con la administración escolar, las de trámite con otro tipo de papeleo, como nómina, manejo de datos, limpieza y mantenimiento de planteles y oficinas.

En las primeras, la mayoría del funcionariado de carrera en la educación básica proviene del magisterio; algunos ascendieron por peldaños, de la dirección de la escuela, a la supervisión, a la jefatura del sector. Otros por designación y se asentaron en el hacer de la baja burocracia.

En muchos países sucede lo mismo; la lógica es que los maestros conocen el funcionamiento del sistema escolar, se comunican con los docentes de base con naturalidad y son los traductores de las normas abstractas en directrices concretas para los docentes. Es un elemento de racionalidad, diría Max Weber.

Sin embargo, a diferencia de lo que sucede en los países con sistemas más sólidos, incluso de países con menos desarrollo que México, estos cuadros —la mayoría— provienen de la vida sindical o ascendieron por el escalafón que administran los líderes del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación. Son más fieles al sindicato que a la institución.

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Esto quiebra la racionalidad. Esta burocracia es capaz de bloquear cualquier directriz que afecte sus intereses. Lo hicieron en las reformas de los gobiernos “neoliberales” y resisten bastante en la Cuarta Transformación.

 

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