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La Mejoredu y ciertas de sus tareas

Carlos Ornelas

Carlos Ornelas

En la política institucional hay cajas de resonancia que a veces desafinan, pero sin mayores consecuencias. Aunque tengan una estructura dependiente de órganos superiores, disfrutan de grados de autonomía relativa, como la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación.

Con la enmienda al artículo 3º de la Constitución de 2019, la Cuarta Transformación desterró al Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación de la vida educativa nacional e instituyó la Mejoredu. Ésta tiene capacidades disminuidas en comparación con su predecesor, carece de autonomía constitucional. No obstante, puede, si se atreve, “Generar y difundir información que contribuya a la mejora continua del Sistema Educativo Nacional” (fracción IX, inciso g). Además, puede emitir lineamientos relacionados con el desarrollo del desempeño escolar y mejora de las escuelas (inciso d).

La Mejoredu heredó parte de la estructura y funciones institucionales del INEE, mas en su primer año de vida sólo efectuó actos académicos, participó con la Secretaría de Educación Pública en conferencias y lanzó mensajes a maestros, nada sustantivo. Nada, hasta que la pandemia le brindó la oportunidad —o la forzó, según otros puntos de vista— a despuntar con algo propio.

La verdad sea dicha, como dice el dicho, este descuelle no es despreciable. Aunque pone por delante un mensaje edificante, los resultados de la Encuesta sobre experiencias de las comunidades educativas durante los primeros meses de la contingencia sanitaria por covid-19 le quita parte del vestido elegante a la retórica de la SEP.

La Mejoredu levantó la encuesta en junio y dio a conocer los resultados el 17 de noviembre. Si se toma en cuenta las dificultades que acarrea la pandemia y que más de 190 mil personas la respondieron, palía la demora. Lo más importante son los datos que presenta —muestran una percepción triste de la educación a distancia— con los que sustenta “sugerencias” a las autoridades.

Como es hábito en este gobierno, todo empieza con un halo inequívoco. Para cerrar el año escolar anterior, destaca que hubo comunicación y apoyo educativo, creatividad e innovación de los docentes y compromiso de y entre las familias con la educación de sus hijos.

Luego documenta las situaciones problemáticas: inconvenientes en el uso de las estrategias de educación a distancia, escasa disponibilidad de equipo de apoyo educativo, poca orientación a madres, padres y tutores para acompañar a sus hijos, tareas con alto grado de dificultad. Además, trabas a estudiantes vulnerables e incapacidad para proporcionar apoyo emocional a los alumnos, en especial en comunidades indígenas.

Menos del 60% de los estudiantes percibieron que aprovecharon los cursos, aunque algunos adquirieron conocimientos nuevos, como navegar en plataformas. Pero alrededor del 50% de los estudiantes fueron excluidos de la experiencia, según los docentes. Padres de familia tuvieron dificultades para acompañar a sus hijos y perciben que en esa modalidad prevalece una baja adquisición de aprendizajes. Lo grave: casi la mitad de docentes y estudiantes a menudo sentían tensión por las actividades académicas que debían atender.

La Mejoredu sugirió a la autoridad cuatro estrategias: 1) Acceso y permanencia, que incluye considerar las desigualdades sociales. 2) Calidad de los aprendizajes, con currículos flexibles y dosis menores de carga de trabajo. 3) Bienestar educativo, denota fortalecer los vínculos afectivos de comunidades educativas y brindarles acompañamiento emocional. 4) Gobernanza del sistema educativo, propone tomar en cuenta a autoridades locales y organizaciones de la sociedad civil.

No desentonó mucho, pero para Aprende en Casa II, la SEP continuó con su partitura y mensaje optimista. Como otros análisis independientes, los datos de la encuesta, sin embargo, apuntan que hay bastantes problemas e injusticias; los pobres pierden más. Y la Mejoredu la generó, no una organización fifí.

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