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Entre la opacidad y el miedo

Carlos Ornelas

Carlos Ornelas

El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social y el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales son quizá los últimos organismos públicos descentralizados de la administración pública federal, que no han sido colonizados por el gobierno de la Cuarta Transformación.

El Coneval todavía cuenta con autonomía y capacidad técnica para generar información sobre la política social y la medición de la pobreza de México. El supuesto (y el valor) de la acción del Coneval reside en que la información y exámenes que procesa permitan mejorar la toma de decisiones de las dependencias del sector público. El del Inai en la promoción de la transparencia gubernamental.

El Coneval realiza investigación con el fin de normar y coordinar la evaluación de la política de desarrollo social y las estrategias, programas y acciones que ejecuten las dependencias públicas; también tiene facultades para establecer lineamientos y criterios para la definición, identificación y medición de la pobreza. Es un órgano diseñado para garantizar transparencia, objetividad y rigor técnico.

Quizá algo hizo mal la Secretaría de Educación Pública en 2019 en los programas destinados a los sectores vulnerables, porque alega incompetencia para dar a conocer los resultados de la evaluación que realizó el Coneval. No obstante, quien solicitó que se hiciera pública dicha evaluación no quedó conforme y recurrió al Inai; y, en el análisis del caso, determinó que la SEP cuenta con facultades para conocer los documentos y resultados de evaluaciones del Coneval (Excélsior online, 25/10/20).

 

Aquí surge la duda de por qué la SEP no quiere dar a conocer información vital para el combate a la pobreza, ¿será qué los diferentes programas se instrumentaron sin estrategia, cargados de improvisaciones? Tal vez hubo recortes al presupuesto o subejercicio en el gasto.

El punto es que cualquiera puede especular e imaginar por qué la SEP oculta información pública. Se trata del gasto de 2019, el primero del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, no había pandemia y la retórica oficial decía que todo iba muy bien, de maravilla.

Sin embargo, la SEP no quiere presumir sus logros con datos duros. ¿Qué es lo que el gobierno no quiere que se sepa?, ¿a qué le teme?, ¿acaso que la ejecución de los programas no ofreció resultados? ¿Por qué tanta opacidad?

El Inai resolvió que la SEP debe asumir competencia para conocer e informar sobre las evaluaciones del Coneval, es más, que debe publicarlos en su portal. Pero la SEP insistió en su incompetencia. Asunto que puede provocar que el presidente López Obrador aproveche otra vez la mañanera para agredir a órganos que todavía no somete, como el Coneval y el Inai.

La 4T apunta más a una regresión a los viejos hábitos —malignos— del régimen de la Revolución Mexicana: un jefe de Estado imperial al que todo mundo le deba lealtad ciega. Tenemos un presidente carismático y popular, pero vanidoso: todo gira en torno a él.

Max Weber apuntó en La política como vocación: “son tres las cualidades decisivamente importantes para el político: pasión, sentido de la responsabilidad y mesura… El problema es, precisamente, el de cómo puede conseguirse que vayan juntas en las mismas almas la pasión ardiente y la mesurada frialdad. La política se hace con la cabeza y no con otras partes del cuerpo o del alma”.

Pienso que al Presidente no le falta inteligencia, mas la usa para centralizar el poder. Pero tiene un lado flaco: es cuando sus pasiones no coinciden con la realidad; prefiere “los otros datos” a los que generan las instituciones, aún las que dependen de él en directo.

Que la SEP no quiera dar a conocer los efectos de sus programas para atacar la pobreza induce a sospechar que no cumple y tiene temor de que se sepa que los pobres no son primero. La opacidad es un factor de debilidad, no de fortaleza. No sólo al Presidente le falta sentido de la responsabilidad.

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