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El síndrome del subsecretario “negociador”

Carlos Ornelas

Carlos Ornelas

No tiene sustento legal decir que la educación se entregó

a algún grupo sindical o que no habrá evaluaciones ya que,

por el contrario, habrá mayor control de las plazas,

del sistema y de las vacantes, aspectos que sí están en la ley.

Esteban Moctezuma

 

En su segunda acepción, el diccionario de la Real Academia Española define síndrome como el conjunto de signos o fenómenos reveladores de una situación generalmente negativa. Y a fe mía que el síndrome del subsecretario de Gobernación “negociador”, Ricardo Peralta, puede darle en la torre a los mejores deseos del secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma, como Luis Enrique Miranda desfondó a Emilio Chuayffet.

El control de las plazas y las vacantes también estaba —y con más precisión— en la Ley General del Servicio Profesional Docente. Sin embargo, no fue impedimento para que la Secretaría de Gobernación negociara con la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación por encima del derecho.

Los tiempos cambian y, aunque digan que “nosotros somos diferentes”, hay ciertas cataduras que parecen asociadas al cargo. Un síndrome que tiende a repetirse. Aunque no lo sean, Luis Enrique Miranda y Ricardo Peralta parecen almas gemelas.

Los dos negocian al margen de la ley y justifican su acción por “el bien de México”. No obstante, también hay diferencias entre ellos.

Luis Enrique Miranda otorgó canonjías al por mayor a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, en especial a los líderes de Oaxaca y Chiapas. Lo negó, pero el Poder Judicial ordenó que se abrieran los archivos y lo que se negoció debajo de la mesa se hizo público. No pasó a mayores, el comienzo de la campaña electoral y el final del sexenio impidieron —si es que el gobierno de Enrique Peña Nieto quería corregir— que se impusiera el orden legal.

“Había que mantener la paz social y la capacidad de gobernar”, dijo Miranda para tratar de justificar su proceder. Acaso, cavilo, soñaba con “controlar” a la CNTE por medio de prácticas del viejo PRI, donde, a cambio de prebendas, las organizaciones sociales disidentes se alineaban al gobierno.

Las tareas de negociador de Ricardo Peralta no llevan un año y ya han dado de qué hablar. Ya hasta el presidente López Obrador lo regañó. Pero sigue montado en su macho. Lo más reciente: el secuestro de 92 choferes y autobuses, además de otros estragos, de los alumnos de la normal rural de Tenería.

Como parte de la “pedagogía de sensibilidad social” (vaya teoría), el subsecretario Peralta disculpó la entrega de 84 plazas sin que se cubran requisitos. Además, 1) aumentar de mil a tres mil pesos las becas para los alumnos del quinto al octavo semestres, 2) cubrir al cien por ciento los gastos de titulación, 3) gestionar ante la SEP que todos los alumnos reciban 840 pesos del programa Beca de Apoyo a la Práctica Intensiva y al Servicio Social, 4) aumentar a 24 años la edad máxima para el ingreso, 5) no publicar los resultados de las evaluaciones internas, 6) alfombrar con pasto sintético la cancha de futbol y, 7) que el gobierno no realice vuelos de vigilancia sobre la escuela.

Ricardo Peralta no justifica su hacer político con el argumento de evitar conflictos. Lo hace imitando a su jefe, desde una posición de superioridad moral: “Qué bueno que se están movilizando. El gobierno es sensible a las más nobles causas del país”, expresó en entrevista con Pepe Cárdenas.

Luis Enrique Miranda no llegó a tanto. Nunca quiso acreditarse como juez que califica si la causa es noble o no, nada más violó la ley. Lo que demanda Peralta, quizá, sea un premio por resolver el problema: signo revelador de una situación negativa.

Creo que el secretario Moctezuma no las trae todas consigo. El Presidente nunca habla de la Nueva Escuela Mexicana, el proyecto estrella de la SEP. Éste discurre —y bastante— sobre becas y “federalización” educativa, mientras el subsecretario Peralta lo contradice a la SEP con hechos, no con letras legales.

 

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