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CNTE-SNTE, mismo fin: estrategias divergentes

Carlos Ornelas

Carlos Ornelas

La Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación no quita el dedo del renglón, la facción mayoritaria del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación tampoco. Ambos cenáculos buscan la manera de extraer más rentas del Estado. A ellos la austeridad republicana les es ajena, pero desean el favor del presidente López Obrador, aunque lo buscan por diferentes vías.

La estrategia de la CNTE, de tanto porfiar ya se volvió canónica, se repite con frecuencia —casi— cronológica: movilización-presión-movilización. Abundan sus pretextos, que no causas: de la exigencia de abrogar la “mal llamada” Reforma Educativa a demandas sentidas por maestros y padres de familia, como mantenimiento y reconstrucción de escuelas.

No obstante, esos representan extremos retóricos, los reclamos reales tienen que ver con el control de las plazas, más puestos de trabajo, pase automático de las normales a la carrera docente, pago de pensiones mayores, servicios médicos para jubilados, recursos para edificios sindicales y hasta para hoteles. Y, claro, que el gobierno pague de nuevo a comisionados a tareas sindicales con cargo a la nómina educativa.

La cuadrilla que capitanea Alfonso Cepeda Salas persigue fines similares, pero con una disposición distinta, taimada, no de exigencia retórica, sino de soporte a la Cuarta Transformación. Perdón por la cita extensa, pero resume de manera clara la postura de la facción mayoritaria del SNTE: “Ojalá que como sucedió con el Pliego de Demandas, tengamos finalmente resultados [en las mesas de trabajo SEP-SNTE] que vayan a mejorar en todos los sentidos las condiciones de los trabajadores de la educación; ellos se lo van a agradecer y nuestro Sindicato, a cambio, está dispuesto a trabajar en equipo, ustedes en el rol que les corresponde, nosotros en el nuestro, pero lo que presentemos siempre será con la mejor de las intenciones” (Comunicado 43-2019, del 7 de junio).

El título del comunicado, Contribuye el SNTE a fortalecer la Nueva Escuela Mexicana, avisa que apoya al Presidente y al secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma. Acepta jugar con las reglas que dicte el gobierno. ¿Obediencia, subordinación? Pienso que sí, a cambio de logar posiciones en el aparato y luego, paso a paso, recolonizar la tutela de la educación básica.

Si pudiera distinguirse en breve la diferencia en las tácticas de esos grupos para alcanzar sus propósitos, a la CNTE se le podría calificar de impaciente, quiere resultados inmediatos. Mientras que perseverancia es el atributo de la otra corriente, prefiere el paso lento, pero seguro. La CNTE es ruidosa, el SNTE es socarrón.

Los afanes de la CNTE son manifiestos, negocian con las autoridades, pero mantiene su mira. Incluso, sus sectores duros desconfían de AMLO. Joel Vicente Cortés, un viejo militante, fundador de la CNTE, afirmó en un artículo en Noticias, de Oaxaca “¿Qué oculta AMLO a la disidencia magisterial? Veamos algunos ejemplos: Las plazas de los trabajadores son del gobierno, y se resalta que el estado conserva su rectoría en materia educativa” (1 de junio, énfasis en el original). Ergo, la CNTE quiere gobernar en la educación de sus territorios.

Para varias corrientes de la CNTE, la Cuarta Transformación es una cortina de humo para continuar con políticas neoliberales que atentan contra la educación pública. La educación pública que controlan ellas.

Los líderes de la otra facción huyen de la estridencia. Cepeda Salas recorre el país, sección por sección, teje alianzas, habla pausado, no busca enfrentar al gobierno —y supongo que no es por temor— con el fin de asegurar que más temprano que tarde el SNTE recupere lo “que le corresponde”: la regencia de la educación básica.

Estoy convencido que AMLO quiere gobernar en la educación, pero su estrategia de ceder ante las facciones del SNTE pavimenta el camino para un regreso al pasado, aquel en que los jefes del sindicato eran también dueños de la educación pública.

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