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AMLO y Roosevelt

Mario Melgar

Mario Melgar

Puntos suspensivos

AMLO quiere como modelo a Franklin D. Roosevelt. Llama la atención que un candidato nacionalista, como se ha significado López Obrador, haya escogido a un ex presidente estadunidense como estrella polar. No es original López Obrador al proponer un New Deal perredista. Ni siquiera Roosevelt lo fue. El New Deal surgió de un famoso discurso, con el que aceptó en 1932 la nominación demócrata, aunque otros lo habían utilizado antes. Hablar de New Deal para México parece más una ocurrencia al calor de los templetes políticos que una propuesta consistente y seria de gobierno.

Cuando Roosevelt propuso su Nuevo Trato, millares de bancos y de empresas productivas habían caído en quiebra, 15 millones de estadunidenses, la tercera parte de la fuerza laboral, se había quedado sin trabajo. El desaliento cundía por todos lados. Los precios de los productos agrícolas habían caído por debajo de los costos de producción. Miles de inmigrantes, al no encontrar la tierra de oportunidades que esperaban descubrir en Estados Unidos, regresaron a sus países de origen. Cien mil estadunidenses habían solicitado trabajo en la Unión Soviética, lo que era un descrédito del sistema capitalista frente a sus competidores comunistas. Roosevelt era joven y prometedor gobernador demócrata del estado de Nueva York que había enarbolado un Nuevo Trato como algo más que un eslogan de campaña.

El Nuevo Trato funcionó por la guerra. Roosevelt, que era ante todo un hombre de armas (secretario de Marina), encontró en la economía de guerra la salida a la depresión y la clave para lograr la unidad nacional. Roosevelt fue un político admirable que logró triunfos electorales inéditos. Solamente encontró a su paso un obstáculo que hizo tambalear sus propuestas del New Deal: la Suprema Corte estimó anticonstitucionales sus medidas de recuperación. El Presidente en revancha llegó a plantear una recomposición de la Corte que el Congreso rechazó. Pudo más preservar una institución baluarte de ese sistema político que complacer al presidente.

La Suprema Corte tuvo reservas sobre la nueva política, el Nuevo Trato, al estimar que vulneraría los pilares del sistema estadunidense consagrados en la Constitución: la libertad del mercado, el derecho de propiedad, la soberanía de los estados que conforman la Unión y los límites impuestos al gobierno. Surgió la incertidumbre de si el Presidente actuaba dentro de sus atribuciones. La respuesta la dio la Suprema Corte al resolver que las medidas adoptadas eran anticonstitucionales, lo que llevó a Roosevelt a un conflicto frontal con el Poder Judicial federal.

Las medidas de Roosevelt comprendieron una regulación estricta del mercado de valores, de los bancos y del transporte. Roosevelt preparó 15 iniciativas de ley que recibió el Congreso integrado mayoritariamente por demócratas. Llevó a cabo una restructuración de las deudas hipotecarias para evitar la ejecución forzosa de los deudores. Se propuso también modificar leyes para propiciar precios de garantía a los productos agrícolas, así como para regular las relaciones laborales. El propósito era reducir y combatir el desempleo y la desocupación de millones de trabajadores.

Se creía que Benito Juárez era la figura paradigmática de AMLO y su movimiento. La imagen del patricio oaxaqueño lo ha acompañado hace años, como el venerable santo laico, que a los liberales mexicanos da sello e identidad. Ahora resulta que el santo laico a venerar debe ser Roosevelt.

La situación en el primer tercio del siglo XX era muy diferente a la de nuestro tiempo. El Estados Unidos de entonces no tenía nada que ver con lo que acontece en México en el siglo XXI. Más cercano a Roosevelt parece ser la ocurrencia de Fox hace seis años: “Hoy, hoy, hoy”, que emula la de Roosevelt cuando prometió en campaña atacar la Depresión con acción y con “acción hoy, hoy mismo”.

La única semejanza de la propuesta de Roosevelt con lo que, adivinamos, quiere AMLO, es que el populismo de aquél tenía por objeto convencer a los electores de que el enemigo a vencer no era el capitalismo, ni siquiera las instituciones estadunidenses, sino las 60 familias que controlaban la economía (una de ellas era la del propio Roosevelt). Algo así como enfrentarse a la “mafia del poder, la que le robó la Presidencia”.

Nada de lo que entonces hizo Roosevelt parece acomodarse a lo que México necesita. Seguir el modelo de un presidente capitalista, bélico, miembro de la oligarquía estadunidense, cuya mayor aportación a la relación con México y Latinoamérica fue empujarnos a declarar la guerra al eje Berlín-Roma-Tokio y proponer su política del “buen vecino”, es un despropósito, más todavía para un líder de la izquierda mexicana.

El New Deal se planteó en los años 30 cuando el fantasma de la guerra rondaba el mundo. No había ONU ni OCDE ni tratados de libre comercio ni internet ni Facebook ni Twitter ni Google, bueno, ni siquiera televisión.

Ni AMLO es Roosevelt. Ni AMLO es capitalista como Roosevelt. Ni AMLO tiene amigos como Churchill. Ni México es Estados Unidos. Ni lo que pasa ahora en México tiene que ver con lo que pasaba en los años 30 en Estados Unidos.

Veremos qué dicen los electores a los que Roosevelt no les significa casi nada, si acaso el nombre de un hotel en la calle de Yucatán e Insurgentes.

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