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De nazis y buchones

Pascal Beltrán del Río

Pascal Beltrán del Río

Bitácora del director

Soy entusiasta de la obra fílmica de Lars Von Trier. Películas suyas, como El elemento del crimen (1984), Europa (1992), Bailar en la oscuridad (2000), Dogville (2003) y Manderlay (2005) han sido para mí una fuente de reflexión sobre temas históricos y contemporáneos.

Sin embargo, también soy nieto de un hombre que peleó contra la ocupación nazi y sus ideas de exterminio durante la Segunda Guerra Mundial, por lo que concuerdo con la decisión del Festival de Cannes de expulsar al director danés a raíz de sus injustificables declaraciones en torno de su simpatía con Adolfo Hitler, hayan sido en serio o no.

Sólo un demagogo o un ingenuo puede decir que las libertades son absolutas y, por tanto, deben cubrir con un manto de generosidad a aquellos que profesan o defienden ideas de odio, como las del nazifascismo.

No soy de quienes piensan que los intolerantes tienen derecho de difundir sus ideas prejuiciosas resguardados por la libertad de expresión. Y tampoco creo que sea tan difícil ponernos de acuerdo sobre qué es una afirmación intolerante o una que promueve la violencia.

Todo aquel que discrimina a los demás –ya sea por su religión, su origen étnico, su lengua, el color de su piel, su edad, su género o su preferencia sexual—, o incita a otros a cometer delitos como el homicidio, debe ser inmediatamente señalado y, si se puede, sancionado, porque sus ideas atentan contra los cimientos mismos de la convivencia social.

Resulta curioso que a últimas fechas se ha dado en nuestro país una tendencia de utilizar lenguaje políticamente correcto por temor a caer en un acto de intolerancia. Al mismo tiempo faltan las denuncias contra actos y expresiones que claramente constituyen incitaciones al odio y el asesinato, como son los narcocorridos y una de sus peores manifestaciones hasta ahora: el llamado Movimiento Alterado.

Este género musical, surgido en Sinaloa, no sólo glorifica a quienes se dedican al crimen organizado y narran sus fechorías como si se tratara de hazañas —cosa que ya hacían los narcocorridos—sino promueve la comisión de actos de violencia, incluyendo la tortura y la decapitación.

El Movimiento Alterado se vio bajo el reflector de la opinión pública la semana pasada, luego de que el gobernador de Sinaloa, el aliancista Mario López Valdez, prohibiera la difusión pública de este tipo de música y advirtiera que los establecimientos que la toquen estarían en peligro de perder sus licencias.

En contra de Malova, y del apoyo que éste recibió por parte del gobierno federal, brincaron quienes, de buena fe, creen que el gobierno sinaloense simplemente incurre en un acto de censura, como aquellos que aprovechan la lucha en contra del crimen organizado como un pretexto para atacar al partido en el poder y ganar simpatías para su propio partido.

Hay que decirlo con claridad: aquí no se trata de la libertad de expresión. En las zonas controladas por el crimen organizado, la libertad de expresión ha sido prácticamente anulada. La música del llamado Movimiento Alterado es, voluntaria o involuntariamente, un instrumento de propaganda de los grupos delictivos, igual que el cine de la Alemania nazi no era una simple expresión artística sino un medio para lavar cerebros.

Pero no me crea a mí, estimado lector, indáguelo usted mismo. Si tiene un momento, busque en YouTube, una de las canciones representativas del Movimiento Alterado, El Comando Suicida de El Mayo, del grupo Buchones de Culiacán (nota: buchón es una palabra que se usa en Sinaloa para denominar a los narcos salidos de la sierra que han ganado mucho dinero y visten de forma extravagante):

Se ve pasar a la gente, todos con pecheras y trocas blindadas / Unos traen cuernos de chivo, sus escuadras, sus Erres con lanzagrandas/ Pa’ ser giras al contrario, está el equipo del Mayo/ La Nueva Generación es la elite de los sicarios / Reclutan puro soldado y equipo pesado pa’ cuidar al Mayo / Aquí nadie lo traiciona, todo mundo cuida al ranchero afamado / La plaza va pa’ delante y el señor sigue ordenando / Sinaloa ya está en Tijuana, seguimos arremangando / El Macho Prieto, M1, Pancho Arce, Chino, Ántrax ya están preparados / Y en Mexicali está El Seis controlando el terreno que ya es privado / Por si alguien se pone perro, de volada lo trozamos / Aquí volamos cabezas, sean gobierno sean contrarios.

Dedicar canciones a la “raza malandrina pesada”, cantar sobre la privatización de territorios, armarse hasta los dientes, matar, decapitar… ¿A eso le llamaría usted expresión artística? Si busca otros videos en internet verá gente encapuchada y armas, probablemente reales. También verá a los cantantes pasarse el índice a la altura del cuello cuando quieren reforzar una letra que habla de decapitaciones. Y si aguanta un rato más largo la algarabía criminal de estos grupos, seguramente se topará con un video en el que comparan a los narcos con los revolucionarios de 1910.

Imaginar que esta música nace de la inocente inspiración del algún trovador de la sierra es una ingenuidad. La presencia de mujeres, cadenas de oro, fiestas en las que se bebe mucho, armas y acción… todo es visualmente atractivo, sobre todo para jóvenes que carecen de oportunidades. Es evidente que detrás de esta música hay una estrategia muy clara y mucho dinero.

En diferentes momentos de la historia, distintos países han tenido que lidiar, mediante prohibiciones, con la difusión de ideas que rompen la armonía social y el Estado de derecho.

Seguramente hubo quien vio en la presencia de la Guardia Nacional en Alabama, hace casi medio siglo, un atentado contra la “tradición” de mantener segregadas las escuelas en el sur de Estados Unidos, pero, aun así, el presidente John F. Kennedy tomó la decisión de abrirlas por la fuerza a los estudiantes negros, en apoyo de una decisión de la Suprema Corte adoptada varios años atrás.

En Alemania, los himnos de la era nazi e incluso mucha música de grupos de orientación neonazi están prohibidos. Y hace apenas dos meses, la tienda en línea iTunes retiró de su catálogo Horst Wessel Lied (la canción de Horst Wessel), el himno del Partido Nacionalsocialista, luego de que un diario alemán publicó una nota sobre su disponibilidad.

En la era de internet, las prohibiciones son difíciles de aplicar, pues lo prohibido siempre encuentra la manera de salir. Sin embargo, nada tiene de malo —al contrario— que el gobierno sinaloense cancele las licencias de bares y cantinas en las que se toque música que glorifique a los criminales y a sus prácticas, igual que sucede con las que sirven bebidas alcohólicas a menores de edad.

Lo ideal sería que la sociedad rechazara con fuerza al Movimiento Alterado y expresiones similares.

Por eso hay que decirles a quienes califican la decisión en Culiacán como un atentado a la libertad de expresión que están equivocados.

Si el Festival de Cannes se atrevió a rechazar las expresiones de simpatía con los nazis hechas por Lars Von Trier —lo mismo, por cierto, que hizo la casa de modas Christian Dior con el diseñador John Galliano, en marzo pasado— es posible poner un alto a la cultura de la violencia y la muerte que llega a los jóvenes mediante la música del narco.

Hay cosas con las que no se juega.

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