Logo de Excélsior                                                        

Una batalla que cumple los treinta años

Las batallas en el desierto, llega a tres décadas de vida. En entrevista, José Emilio Pacheco rememora el nacimiento de su novela

Virginia Bautista y Joselo | 10-04-2011

CIUDAD DE MÉXICO, 10 de abril.- “En un gran porcentaje, Carlitos soy yo, pues uno no tiene más recursos que su propia biografía y su memoria”, afirma el escritor José Emilio Pacheco al evocar al protagonista de su novela Las batallas en el desierto que, a 30 años de haber sido publicada por editorial Era, se ha convertido en una de las obras más leídas en México.

“Pero la historia no es para nada autobiográfica, sólo el ambiente es real, lo demás es completamente imaginario. Me encantaría haber tenido esa adolescencia. Pero fui un adolescente muy gris, sin un suceso sobrenatural que me ocurriera”, aclara el poeta nacido en 1939.

Con 37 reimpresiones en su haber, 19 de la primera edición y 18 de una segunda edición revisada (a partir de 1999), esta novela breve que ha sido traducida al inglés, francés, alemán, italiano, ruso, japonés y griego ocupa “un lugar privilegiado” en la trayectoria del Premio Cervantes de Literatura 2009, pero, confiesa en entrevista, es a la vez “un poco terrible, pues borró todo lo demás, ahora sólo me ubican como el autor de Las batallas…”.

José Emilio Pacheco admite estar asombrado de que la trama del adolescente de clase media, situada en la colonia Roma de principios de los años 50 del siglo pasado, que se enamora de la madre de su mejor amigo, fascine a los lectores mexicanos, de tal forma que ha inspirado una película, un cómic, una canción y, recientemente, una obra de teatro.

“Es una cosa que ya no me pertenece. Cómo me voy a sentir envanecido por algo que no me pertenece”, comenta Pacheco sobre el relato que escribió de 1978 a 1980.

“¿Cómo iba a imaginarme en 1980 a los jóvenes de 2010? La lección sería: ‘Nunca trates de hacer algo de éxito’. No sé qué estaría de moda en la literatura de esa época, pero, si hubiera querido escribir un libro exitoso, no lo hubiera logrado”, agrega.

El novelista revela que la historia de Carlitos y Mariana, la adulta de quien se enamora, se le ocurrió a partir de una frase de Graham Greene (1904-1991), quien decía que “los únicos verdaderos amores imposibles son los de los niños y de los ancianos, porque no tienen ninguna esperanza”.

“No sé por qué la cité en una entrevista que Armando Ponce, de la sección cultural de la revista Proceso, nos hizo en 1978 a Vicente Rojo y a mí, a propósito de un libro-objeto de dibujos de Vicente sobre su infancia en la Barcelona de la Guerra Civil española, para el que hice los textos. Pero ahí empezó todo. Me costó mucho trabajo terminarla, me tardé dos años”, detalla.

Apareció primero en unomásuno

Los mexicanos no leyeron primero Las batallas en el desierto en formato de libro, publicado por Era aquel abril de 1981, sino en el número 135 del suplemento cultural Sábado, que dirigía Fernando Benítez en el periódico unomásuno, publicado el 7 de junio de 1980.

“Es una historia muy curiosa”, narra Pacheco. “En 1980, Era, donde publiqué mi obra desde el comienzo y trabajé mucho en labores editoriales anónimas como traducciones y redacción de solapas, cumplía 20 años y me pidieron un libro. Escribí Las batallas, pero le comenté a Vicente Rojo que no les podría entregar el libro para el aniversario, porque era un texto muy corto y tenía que esperar a tener dos o tres iguales.

“Ese mismo año me dieron el Premio Nacional de Periodismo, y Benítez me solicitó una historia para el suplemento Sábado. Le dije que no tenía nada, pues acababa de salir en el Fondo de Cultura Económica Tarde o temprano, la recopilación de todos mis poemas. Ante su insistencia, le conté de la novela y le advertí que llenaría todas sus páginas. Me dijo que no importaba y la dio a conocer.

“Entonces, la leyó Neus Espresate, editora de Era, y me llamó el lunes siguiente para comentarme que la publicaría sola. Fue cosa de suerte. Si espero a tener otras narraciones de esa dimensión, se pierde”, prosigue.

Así, la novela se anunció en la portada del suplemento con la leyenda “Mínimo homenaje a José Emilio Pacheco. Quisimos honrarlo y él honra a Sábado con su primer cuento escrito en los últimos años, Las batallas en el desierto”. En las ilustraciones, Rojo juega con ventanas, trompos y rehiletes.

Dedicada a Eduardo Mejía y a la memoria de Juan Manuel Torres, la historia se publicó en cinco páginas, de un total de 24, ya estructurada en los 12 apartados que conservó en su formato de libro. La acompañó un texto del ya fallecido Carlos Monsiváis, en el que analiza la pertinencia de haber otorgado el Nacional de Periodismo al poeta.

Una botella al mar

A partir de aquí, la historia lanzada como una botella al mar, imagen a la que siempre recurre Pacheco, ha llegado a miles de manos y su interpretación ha sido renovada por cada generación. En 1987, con guión de Vicente Leñero y José Estrada, vio la luz la película Mariana, Mariana, basada en Las batallas…, bajo la dirección de Alberto Isaac y protagonizada por Pedro Armendáriz y Elizabeth Aguilar.

“La película es una historia trágica, es espeluznante, porque cuando salió el libro, José Estrada, un hombre muy entusiasta y muy amigo, me dijo que tenía que hacer un filme inspirado en él. Le advertí que sería imposible, porque el trasfondo es de corrupción. Esto fue en 1981. Durante cinco o seis años luchó denodadamente por conseguir que se hiciera.

“Finalmente, Pepe me llamó un jueves y me contó que comenzarían a filmar el lunes, que ya tenía todo listo. Y el sábado me hablan para pedirme que fuera a Gayosso, porque había muerto. Él murió por hacer la película, tuvo tantos problemas que ahí se le desgastó el corazón. Entonces tuvo que entrar Alberto Isaac, que era buen director, pero era el titular de Cinematografía, entonces, ¿cómo iba a hacer un filme sobre la corrupción? Esto quedó totalmente velado”, recuerda Pacheco.

Esta obra también fue adaptada como cómic, como parte de un proyecto del escritor Paco Ignacio Taibo II de hacer llegar ciertas novelas a un público diferente. Asimismo inspiró la canción Las batallas, del grupo Café Tacvba, que incluye parte de la letra del bolero Obsesión, que da nombre a uno de los capítulos.

El pasado 25 de marzo, Pacheco presenció el estreno de la puesta en escena que recrea esta novela, en el Centro Nacional de las Artes, donde la pieza adaptada por Verónica Maldonado, a partir de una idea original de Israel Martínez y dirigida por Ghalí Martínez, estuvo en breve temporada hasta el pasado 3 de abril. Fue interpretada por los actores de las compañías ArteLugio Sobreviviente y Teatro de Aire.

“Me gustó mucho el montaje. La obra es algo ya totalmente anónimo, ya no me pertenece. Si la quieren adaptar, que hagan lo que quieran, ya no me puedo meter”, apunta Pacheco con un dejo de orgullo y satisfacción.

Lo que sí lamenta es que la SEP no haya hecho el tiraje de un millón de ejemplares de Las batallas..., que la entonces secretaria Josefina Vázquez Mota anunció en la FIL  Guadalajara en noviembre de 2008, en el marco de los festejos por los 70 años de Pacheco (2009). En cambio, el año pasado se hizo una edición de 30 mil copias dentro de la colección “18 para los 18”. Y Era planea una edición conmemorativa para celebrar el trigésimo aniversario de la novela.

Otra cosa que entristece al poeta es ver ahora “sumamente destruida” la colonia Roma, donde nació, vivió su infancia y ubicó esta historia de amor imposible. “Es un libro sobre la colonia Roma, nunca sale de ella. Es una lástima, cómo no supimos conservarla”, añade.

Pero eso no impide que, de vez en cuando, visite la casa donde vivió, en Guanajuato 183. “Ahora es un taller mecánico, pero en las paredes queda el papel tapiz que veía de niño”.

Oye, Carlos, por qué tuviste que decirle...

Recuerdo que Quique, mi hermano y bajista de Café Tacvba, no me quería enseñar la canción que había compuesto. Era 1989 y estábamos iniciando apenas el grupo. Cualquier canción o idea era bienvenida, lo que necesitábamos urgentemente era repertorio, canciones que tocar. Habíamos rescatado Las persianas y María del intento de banda que murió unos meses antes: Alicia ya no vive aquí. Las Persianas la escribió Rubén y yo había aportado María. Quique había sugerido muy buenas ideas de arreglos en estas canciones, pero no había propuesto una canción completa. Conozco a mi hermano desde que nació (obviamente) y sé que es muy exigente consigo mismo: según él, la canción que había compuesto no era muy buena. “La secuencia de acordes es muy sencilla y la letra tampoco es la gran cosa”, recuerdo que me dijo.

Sospeché que la canción era buena aunque Quique nunca había compuesto ninguna. Desde pequeño, cada cosa que mi hermano emprende (dibujar, armar aviones a escala, tomar fotografías, tocar un instrumento) la hace muy bien.

Escuché a Quique cantarla en el cuarto de la casa de mis padres en donde vivíamos. Dormíamos juntos, en literas. Él en la de arriba y yo en la de abajo. “Oye, Carlos, por qué tuviste que salirte de la escuela esta mañana; oye, Carlos, por qué tuviste que decirle que la amabas a Mariana”. La canción me gustaba, pero tuve que preguntarle quiénes eran ese tal Carlos y esa Mariana de los que hablaba. Aún no había leído la novela Las batallas en el desierto, mis lecturas se inclinaban más hacia la ciencia ficción. En ese entonces estaba obsesionado con Heinlein, Ballard y P. K. Dick. Quique, lejos de mis paisajes futuristas y universos alternos, leía a Jorge Ibargüengoitia, a Augusto Monterroso, a Vicente Leñero y a José Emilio Pacheco.

Han pasado más de 20 años ya de esa tarde cuando escuché por primera vez Las batallas, como la titulamos después. La canción fue el primer sencillo de nuestro primer disco, pero no tuvo video, que ya en esa época era importante que lo tuviera para que la gente la considerara una canción relevante. La tocamos en nuestras presentaciones en televisión y, aún sin videoclip, obtuvo muchos seguidores para nuestro grupo. En las entrevistas Quique no dejaba de mencionar que la composición estaba inspirada en la novela. Fue en una de esas entrevistas que me enteré de la razón por la que Quique la había escrito. Normalmente nunca nos sentamos a hablar sobre el significado de nuestras composiciones, es en el momento de las entrevistas, cual sesiones de terapia grupal, que nos enteramos de la verdad.

La canción de Quique es un reclamo a Carlos: ¿cómo es que se había atrevido a hacer algo que él, a esa edad, nunca hubiera hecho? Me imagino a mi hermano leyendo el libro y construyendo en su mente una Mariana de la cual enamorarse. Me lo imagino anhelando cantarle a esa mujer una canción tan buena como el bolero Obsesión, de Pedro Flores. Al final no le escribió una canción a Mariana, prefirió escribírsela a Carlos, reclamándole a rajatabla: “¡¿por qué tú sí y yo no?!”.

La primera vez que un fan de Café Tacvba llegó con su libro para que lo autografiáramos resultó una gran sorpresa. Desde entonces han sido muchas las copias que hemos firmado de esa novela. Es raro firmar un libro que uno no escribió, pero es agradable que la comunicación se dé no sólo a nivel musical, sino que pase a nuestros gustos literarios.

Me acuerdo que me sucedió con The Cure. Al saber que su canción Killing an Arab estaba basada en El Extranjero, de Albert Camus, corrí a leerlo. También con Lobo hombre en París, de La Unión, basada en un relato de Boris Vian.

No sé si el número de copias vendidas de Las batallas en el desierto subió gracias a nuestra canción, pero espero que haya motivado a unos cuantos jóvenes a leerla.

No creo mucho en las campañas para incentivar la lectura, y menos si éstas sólo te dicen que leas más libros, pero no cuáles. ¿Estará bien leer cualquier cosa sin preocuparse de la calidad del texto? No estoy muy seguro.

Si Las batallas se asemeja a una campaña promocional para incentivar la lectura de la excelente novela de José Emilio Pacheco no me preocupa, puedo vivir feliz con esa idea.

Ojalá que más lectores nos sigamos enamorando de Mariana y envidiemos a Carlos por el valor de decírselo. ¿Quién no quisiera recibir un beso cerca de los labios a modo de premio de consolación? No sé ustedes, pero yo sí. Tal vez dependa de cómo se imaginen a Mariana. La mía, la que yo construí en mi mente, la verdad es que está bien buena.

“Una breve obra maestra”

 “En Las batallas en el desierto vemos la vivacidad del relato afincando en lo específico y fluyendo en lo temporal. Es una breve obra maestra sobre afectividad como el relato: la novela es la forma de la biografía afectiva”, comenta Julio Ortega.

El crítico literario e investigador de la Universidad de Brown acepta que esta historia se ha convertido en un clásico de la literatura juvenil mexicana. “Lo es porque incluye el nacimiento del lector. Un joven que lea este libro se verá a sí mismo convertido en narración. Se reconocerá en la agonía de la historia y en la celebración de sus sentimientos íntimos. No en vano es una novela escrita desde el lado del lector”.

Considera que posee “una vigencia cambiante, porque cada nueva generación podrá ver en ella reflejadas sus preguntas. Su vigencia, por eso, es su enigma: es en la ética de las filiaciones donde se formó nuestra identidad afectiva”.

Para Eduardo Mejía, uno de los amigos a quien Pacheco dedicó esta obra, Las batallas… es “un libro maravilloso, pero también complejísimo. Está lleno de respuestas a preguntas que no están planteadas aquí, sino en otros libros. Es un cruce de caminos entre todas las obras de José Emilio, en la narrativa, la poesía, el ensayo, en los prólogos. Hay que leerlo muchísimas veces para entenderlo”.

Y destaca las distintas lecturas que ha tenido. “A cada nueva generación de lectores, y hablo prácticamente de cada año, les dice cosas nuevas. Para muchos es el descubrimiento de una ciudad que ya no existe; para otros es la recuperación de esa ciudad que existió y que se ha modificado. Para algunos más es el asombro del amor por un país, ahora que nadie quiere a México y que sólo lo quieren explotar.

“Es un canto épico, es el retrato de una generación que pretendió vivir con honradez y transparencia y que ha sido sucumbida por la realidad. Es descubrir cómo se derrumban las amistades. Para muchos es una historia fantasmagórica, porque la mujer (Mariana) desaparece, luego nadie se acuerda de ella ni del niño. Es mucho el retrato de una corrupción”, añade.

Te recomendamos

Comparte en Redes Sociales