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Nacional

Deserción, la punta del iceberg; entrevista a Otto Granados Roldán

El exsecretario de Educación explica que el daño por el abandono escolar debido a la crisis sanitaria es muy grave y costoso

Laura Toribio | 11-04-2021
Otto Granados, presidente del Consejo Asesor de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura.

CIUDAD DE MÉXICO.

El abandono y la deserción escolar está lejos de ser la única tragedia que la pandemia de covid-19 ha dejado sobre la educación, advirtió Otto Granados Roldán, exsecretario de Educación Pública.

El presidente del Consejo Asesor de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura explicó que las cifras de abandono son apenas una expresión dramática de la crisis, pues los daños son  muy  graves  y costosos en varios frentes, entre ellos, por ejemplo, la pérdida de aprendizajes.

De acuerdo con una estimación del Banco Mundial,  la “pobreza de aprendizaje”, es decir, el porcentaje de niños de 10 años incapaces de leer y comprender un relato simple, podría haber crecido de 51% a 62.5%, es decir, 7.6 millones adicionales en educación primaria en LAC.

“Si tomamos como línea de base el porcentaje de estudiantes que ya estaban por debajo del nivel mínimo de rendimiento” antes de covid, o sea, la pobreza de aprendizaje, que era de 55%, después de la pandemia podría llegar a 71%, calculando escuelas cerradas por diez meses; si el cierre es de 13 meses aumentaría a 77%. Y si esos niños hicieran ahora la prueba PISA en lectura su puntaje bajaría, en el caso de los niños pertenecientes a los dos deciles más pobres y con escuelas cerradas, de 362 puntos a 321, y en el caso de los niños de los dos deciles más ricos, también bajaría de 456 a 426 puntos. Es decir, el impacto en ambos casos es a la baja, pero naturalmente es menor para los niños de deciles de mayores ingresos”, detalló Granados Roldán.

En entrevista con Excélsior señaló que, si bien todavía no hay conclusiones robustas o definitivas basadas en evidencia dura sobre la pérdida de aprendizajes y los costos económicos o socioemocionales por la interrupción de los servicios educativos, ya hay una gran cantidad de informes, encuestas y reportes preliminares que apuntan a que es claro que habrá consecuencias graves a largo plazo para las economías y sociedades, en especial para las más pobres, en términos de menor crecimiento, menor cohesión social y política, pérdidas de aprendizaje y estancamiento en la búsqueda de educación de calidad y generación de conocimiento.

“Se calcula que alrededor de 95% de la población mundial ha pasado en algún momento por la escuela; al menos desde el punto de vista cuantitativo había progresos observables en las tasas de cobertura en todos los países, incluido México. La escuela se había convertido ciertamente en un espacio de enseñanza, aprendizaje y conocimiento, pero también de construcción de ciudadanía, civilidad y cultura colectiva.

“Había millones de niños, unos 350 millones en el mundo, según el Banco Mundial, que contaban con la escuela para tener acceso a servicios de alimentación, además de ser un espacio protegido para crear lazos afectivos y socioemocionales clave. Hoy, todo eso se ha roto. Algunas estimaciones calculan que, en todo el mundo, tal vez unos 10 millones de estudiantes, puede que no regresen a las aulas y 24 millones, si contamos también el nivel terciario, o sea, la educación superior. La pregunta clave es cuántos regresarán o más bien cómo crear las condiciones para que ello ocurra. Ése es el reto más urgente”, aseguró.

Para el caso latinoamericano, citó que tal y como pronostican algunos reportes de Cepal, la desigualdad del ingreso a través del índice de Gini podría aumentar entre 3 y 5 puntos porcentuales por la pandemia, una cierta proporción de ello, producto del cierre de las escuelas y de las pérdidas de aprendizaje.

“Un grupo de académicos de Brookings y otras instituciones estimaron que si cada año adicional de escolaridad equivale a 10% adicional en ganancias futuras, cuando un país cierra sus escuelas por unos cuatro meses la pérdida en ganancias futuras marginales podría ser de 2.5% anual en la vida laboral del estudiante; aplicando esta premisa a una economía como la de Estados Unidos —estimando una vida laboral de 45 años, una tasa de descuento de 3% e ingresos anuales promedio de unos 53 mil 490 dólares— la pérdida de valor actual en el aprendizaje sería equivalente a 63% del salario anual a tasas promedio actuales, es decir, que en ese modelo el costo para EU de esa educación perdida, en términos de ganancias futuras, podría ser equivalente a más de 12% del PIB anual. El efecto es mucho más acentuado entre la población pobre”, ejemplificó.

“Como dice un colega mío: de ser así, 20 años de avances podrían verse borrados de un plumazo”, acotó el exfuncionario.

En este contexto, Granados destacó que una cosa es saber el tamaño de los déficits e inequidades que se tenían antes de la pandemia y otra es verlos en vivo, en la realidad de una pandemia que nadie se esperaba y para la cual nadie estaba preparado.

“Por ejemplo, ya desde antes, a nivel global, 53% de niños de 10 años en países de ingresos medios y bajos no podían leer ni comprender textos simples y 56%, entre los 6 y los 11 años, no maneja las matemáticas de manera competente. Y lo mismo pasaba con la brecha digital: 79% de los estudiantes de América Latina y el Caribe que participaron en la prueba PISA de 2018 tenía acceso a internet en el hogar, pero sólo 61% tenía una computadora y sólo 30% contaba con software educativo”, refirió.

Recordó que, en dicha prueba en la región en las tres áreas calificadas, que son matemáticas, lectura y ciencia. Chile, el mejor posicionado, ocupó el lugar 43 (sobre 79) a nivel global en lectura, y Uruguay, el mejor posicionado en matemáticas, estaba en el lugar 58. México salió en cuarto lugar en la región, por debajo de Chile, Uruguay y Costa Rica, pero por arriba de Brasil, Colombia, Argentina, Perú, Panamá y dominicana.

Agregó que en las últimas pruebas Planea de 3º de secundaria se registraban ya progresos, entre 2015 y 2017, en 11 estados del país en el caso de lenguaje y comunicación, y en 18 para matemáticas, medidos a través del incremento de las puntuaciones alcanzadas entre esos años evaluados.

“Como ejemplo está Sonora, que entre 2015 y 2017 tuvo un incremento importante en las puntuaciones obtenidas, de 476 a 505 puntos en lenguaje y comunicación, y de 473 a 500 puntos en matemáticas, o la Ciudad de México, dependiente de la SEP, que además de que en 2015 se encontraba con un puntaje por arriba de la media nacional (521 puntos en matemáticas y 531 en lenguaje), logró obtener un aumento en dichas puntuaciones, pues en 2017 alcanzó 531 puntos en matemáticas y 537 puntos en lenguaje, siendo de los valores más altos a nivel nacional”, indicó.

Sin embargo, adelantó que no se sabrá cómo se habrán movido estos resultados o cuál será el impacto de covid hasta que algún día se hagan nuevas evaluaciones.

Para el exsecretario de Educación Pública, por ahora, lo urgente es pensar y trabajar, primero, en el retorno a la presencialidad en condiciones seguras, después en la evaluación, medición y diagnóstico de los costos sicológicos y socioemocionales y de aprendizaje con que los estudiantes y los docentes regresarán a la escuela. Más tarde, en la remediación de lo perdido en términos de las adaptaciones curriculares necesarias, la flexibilización y/o ampliación de los calendarios y la jornada escolar, las intervenciones tutoriales, entre otras cosas, y finalmente retomando la agenda hacia una educación de calidad y el desarrollo de conocimiento orientada hacia las próximas dos décadas, al menos.

“La evidencia sugiere que la pandemia ha tenido un enorme, grave impacto sicológico, afectivo y emocional sobre los alumnos y ciertamente también sobre segmentos relevantes de los docentes, manifestados por ejemplo en los niveles de estrés, tristeza, depresión, ansiedad, en el incremento en los niveles de violencia doméstica, en el embarazo adolescente, el abuso, la violencia sexual y otras disfunciones, en especial entre la población más pobre y marginada. Y todo esto es una razón más y del mayor peso para volver a la escuela. Incorporar gradualmente la educación socioemocional al currículo de manera sistemática”, planteó.

Cuestionado sobre su opinión del Programa Aprende en Casa, implementado por el gobierno mexicano, respondió que todos los países hicieron lo que pudieron y con los instrumentos que tenían a su alcance, y que los medios tradicionales, como la televisión o la radio, fueron utilizados, al menos, por 60 o 70 países.

¿En qué medida esa estrategia mitigó las pérdidas de aprendizaje o los costos socioemocionales?, se le preguntó.

“No hay todavía evidencia sólida para saberlo. Pero en toda política pública siempre hay posibilidades de mejorar”, atajó.

 

 

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