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Expresiones

'Me siento feliz de que me hayan pirateado': Leonardo Padura

El autor cubano abrirá el Salón Literario de la FIL Guadalajara virtual y recibirá la Medalla Carlos Fuentes

Virginia Bautista | 29-11-2020
Foto: Cortesía FIL de Guadalajara
Foto: Cortesía FIL de Guadalajara

CIUDAD DE MÉXICO.

La casa ubicada en Mantilla, al sur de La Habana (Cuba), que su padre construyó para que él naciera –porque en ese mismo barrio vieron la primera luz su progenitor y su abuelo– y donde sigue viviendo a sus 65 años, le da “un fuerte sentido de pertenencia”, confiesa el escritor cubano Leonardo Padura (1955).

En esa casa, el novelista y cuentista se ha confinado durante la pandemia. “Ha sido mi refugio. Siempre trabajo aquí. Me he encerrado no sólo por temor, sino por respeto a las personas que me rodean. Tengo a mi mamá camino a los 93 años, en muy buenas condiciones físicas y mentales, pero ya es una anciana. Debo cuidarla. Disfruto mi casa porque creo que a partir de los lugares se puede contar tu historia”, afirma.

En entrevista con Excélsior desde la isla que ama, el también ensayista que hoy abrirá a mediodía, con una conferencia magistral, el Salón Literario de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara y recibirá la Medalla Carlos Fuentes, comenta que, para él, la literatura también es un refugio, pero además una participación social.

Yo la entiendo y la practico con un carácter civil, ciudadano. Creo que tengo una responsabilidad ante mi sociedad, que es la de decir algunas cosas que yo pienso, siento, veo, a partir de los procesos que vivo, estudio, los que me refiere la gente, los que puedo leer, y hacer una crónica posible de lo que va siendo la vida de mi país en estos años”, explica.

El autor de El hombre que amaba a los perros aclara que “siempre digo civil y ciudadano porque creo que la literatura es algo que tiene que ver con la nación y ésta está por encima de los sistemas, que tienen un carácter político”.

Padura hace coincidir sus dos grandes refugios, su casa y la literatura, en su novela más reciente, Como polvo en el viento (Tusquets), en la que narra la historia de un grupo de amigos que ha sobrevivido, gracias a la amistad y a la fidelidad, a un destino de exilio y dispersión.

Hay un personaje inanimado, pero en movimiento, aunque parezca contradictorio, y es la casa donde vive Clara –inspirada en la mía–, el lugar donde se reúnen estos amigos, porque con la historia de esta casa se cuenta la vida de ellos y el destino del país.

Primero es el refugio. Con el paso del tiempo deja espacio a una huerta y se crían animales; pero se va deteriorando. Y cuando uno de los personajes regresa con posibilidades económicas decide que hay que salvarla, pintarla, y regresarle el brillo que tuvo.

Es una metáfora del destino de estas personas y la cercanía a este lugar en el que convivieron y fueron felices”, agrega.

El creador del detective Mario Conde, protagonista de nueve novelas negras, detalla que Como polvo en el viento es una obra vital en su propuesta literaria, pues habla de su generación, de cómo entiende la vida, el exilio y al país caribeño.

Se concentra en tres décadas, de 1990 al 2016. El afecto es el centro. Más que una historia sobre el exilio es sobre la fidelidad y la amistad. Una fidelidad no exenta de traiciones, engaños, secretos, silencios y confusiones; pero que se mantiene por el origen común, el ser cubano”, añade.

La identidad es otro de los temas que marcan la obra del también guionista.

Es un fenómeno que nos distingue a todos. Hay nacionalidades que tienen rasgos más marcados, pero todos tienen sus características. Si vas al suroeste de Estados Unidos es más fácil encontrar comida mexicana, lo mismo ocurre donde hay cubanos. La gente se lleva consigo su manera de ser y de entender el mundo, y de preservarse a sí mismo”, indica.

 

RESACA LITERARIA

 

Tras dedicar años a escribir 669 páginas, Padura admite que después de ponerle punto final a Como polvo en el viento vive todavía una resaca.

Fue muy difícil terminarla. La pude seguir trabajando para siempre. Pero me di cuenta que podía estropearla si seguía en ella.

Hice la revisión final los primeros meses de la pandemia y me ayudó en el momento más complicado del confinamiento a tener una cierta tranquilidad mental, porque estaba muy concentrado en mi trabajo. Después me quedé en una especie de vacío, que me dura aún”, dice.

El egresado de Literatura Latinoamericana por la Universidad de La Habana acepta que está satisfecho porque su novela ha tenido buenas ventas “en esta etapa tan difícil, tan rara, que vive la humanidad”.

Y narra que en Cuba ha pasado algo curioso. “El libro no ha circulado. Siempre hacemos una edición impresa aquí. Pero, a la semana de haber salido, ya había una copia pirata en internet, lo que ha permitido que una cantidad increíble de personas lo hayan leído. Esto me alegra mucho.

Cuando fue mi cumpleaños (9 de octubre), una profesora me escribió uno de los comentarios más acertados sobre la novela. Me encantó. Esto se puede ver casi como una traición a mi profesión de escritor, pero me siento feliz de que me hayan pirateado. Es la única alternativa que por ahora tienen los cubanos para acceder al libro. No me quejo”, señala.

El también autor de Herejes y Vientos de cuaresma asegura que “empiezo a tener picazón en las puntas de los dedos” y adelanta que una historia de su personaje Mario Conde ya está dándole vueltas en la cabeza.

Aún es una idea muy general. Son dos momentos en los que se puede desarrollar, uno en 1910, alrededor de un personaje mítico de aquella época, un proxeneta cubano muy famoso, Alberto Yarini; y el otro en 2016, a partir de la muerte de una persona que había tenido cierta importancia cultural en el país. Lo demás se me ocurrirá en el proceso de escritura”.

Concluye que no sabe si seremos mejores después de la pandemia o si el mundo se arreglará. “Pero al menos espero que podamos vernos, darnos las manos y un beso, como lo hacíamos antes”.

 

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