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Expresiones

María Fernanda Ampuero congrega los horrores de la vida diaria

La narradora ecuatoriana presenta en México su más reciente libro de cuentos 'Pelea de gallos'

Juan Carlos Talavera | 14-11-2018
Foto: Cortesía Isabel Wagemann
Foto: Cortesía Isabel Wagemann

CIUDAD DE MÉXICO.

A María Fernanda Ampuero (Guayaquil, 1976) le interesa explorar el horror de la cotidianidad, la destrucción de la familia desde sus múltiples esquinas, donde revela que los códigos y secretos de una familia sólo alimentan el peso de su desastre y el horror de su vida cotidiana, como lo plasma en Pelea de gallos, publicado por la editorial Páginas de Espuma.

A mí me interesaba entrar en esa parte monstruosa del ser humano, en esa literatura de terror. Creo que yo hago literatura de terror o, al menos, esa es mi intención, pero una literatura de terror que va más allá de las historias fantásticas o sobrenaturales que han quedado en nuestra memoria, porque el verdadero monstruo es el que habita nuestra cotidianidad”, comentó la autora en entrevista.

El monstruo que en verdad da miedo no es el sobrenatural o el que está ligado a fuerzas demoniacas o con el ‘más allá’. “No, hay que tenerle más miedo a los vivos que a los muertos, porque la verdadera monstruosidad está en tu papá, en tu marido o dentro de ti misma y lo descubres en el espejo”.

El gran terror, añade, está en esa niña inocente que está en tu entorno y fácilmente puede ser hecha trizas; su inocencia puede ser descuartizada de una manera tan fácil. Eso es más monstruoso que cualquier animal de la mitología griega o de los monstruos salvajes que habitan nuestra literatura.

El leit motiv de este libro que contiene 13 cuentos es la familia y sus formas disfuncionales. “Yo no conozco alguna familia que sea funcional. Quizá he tenido mala suerte y mi círculo está compuesto por familias así. Ésa es mi obsesión, porque de ahí nace todo. Digamos que cada monstruo no salen de cualquier sitio, sino de una casa, de una familia, de un hogar”.

 

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Uno de los errores de la familia, apunta Ampuero, es la sacralidad de la familia como institución pura y solemne, la cual no puede ser cuestionada. “Considero que todo aquello que no puede ser cuestionado es peligroso, así que para mí no hay nada sagrado. Y sí nos han vendido la idea de que la familia es sagrada, donde existe un mandato tácito donde las cosas que pasan en su interior deben respetarse”, apunta.

A mí me parece que no, porque esa ropa sucia que supuestamente se lava en casa es la que propicia la suciedad que traemos dentro. Yo pienso que la familia no es un ambiente seguro para nadie mientras se apoye en la base de que no debes cuestionar; por desgracia, todo lugar que no puedes cuestionar se vuelve inseguro y su funcionamiento contiene la receta para el desastre”.

Esto hace pensar a la también autora de crónicas como Lo que aprendí en la peluquería y Permiso de residencia que “es necesario revisar el concepto de familia de una manera menos idealizada. Yo creo que las familias causarían menos daño si no fuera tan idealizada la cosa de tener papá y mamá”.

Pero la primera idea que alimentó este cúmulo de historia nació de tres preguntas simples: ¿de dónde viene esa gente que viola?, ¿qué tipo de hogar tuvo?, ¿cómo es su familia? Estoy segura de algo: de ahí parte todo. Yo no creo que sólo haya un puñado de enfermos mentales y el ejemplo es México, el país más peligroso para ser mujer. ¿De dónde sale eso?, ¿de dónde salieron esas personas que nos violentan en la calle? Pues salieron de una casa, de una familia”.

Y aunque reconoce que la literatura ha reflejado la monstruosidad del ser humano en toda esa mitología llena de faunos y medusas o de vampiros y hombres lobo, lo cierto es que ha faltado explorar aún más la monstruosidad de la cotidianidad.

Yo creo que la gran patología de todas las familias es el machismo, ese machismo que hace que los chicos y las chicas crezcan pensando diferente y crezcan sintiéndose diferente, donde los chicos creen que las chicas son de su propiedad”, explica la autora. “Considero que ha llegado el momento de reconocer que el machismo es una patología social gravísima y que hasta que eso no se repiense y se empiecen a marcar las reglas del juego de una manera distinta, vamos a seguir lamentablemente contando mujeres asesinadas y tapándonos la cara diciendo: ‘¡Qué horror!’”.

 

cva

 

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