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Expresiones

La oscuridad y el libre albedrío en la Feria internacional del libro de Guadalajara

Jaime Mesa presenta el miércoles Resurrección, novela en donde retrata la otra cara del mal

JUAN CARLOS TALAVERA | 01-12-2020
“No quería contar los estereotipos en que se han convertido esos personajes gracias a la ficción, sino a contar lo que no sabemos de ellos”, Jaime Mesa, escritor. Foto: Especial
“No quería contar los estereotipos en que se han convertido esos personajes gracias a la ficción, sino a contar lo que no sabemos de ellos”, Jaime Mesa, escritor. Foto: Especial

CIUDAD DE MÉXICO.

Inspirado en Pedro Páramo, de Juan Rulfo, y en Los recuerdos del porvenir, de Elena Garro, el escritor Jaime Mesa (Puebla, 1977) hizo su propia construcción de violencia y muerte en Resurrección, su más reciente novela, un ejercicio que se aleja de los estereotipos y retrata la otra cara del mal.

Es la otra cara del mal, la réplica y la crítica a las novelas del narcotráfico y de la violencia”, dijo a Excélsior el autor que relata la historia de Dante Mier, un joven que llega al pueblo de San Juan Bertulia, que es retratado como un paciente envejecido por la quimioterapia, en busca de la historia de su padre, Ariel y de su abuelo, Servando, conocido como “el jefe de jefes”, quien supuestamente aniquiló a 200 hombres con sus propias manos.

En Resurrección, que será presentada mañana a las 19:00 horas en el marco de la 34 Feria Internacional del Libro de Guadalajara, acompañado de Mariana H y Antonio Ortuño, el autor revela los dos lados de la violencia: el de la leyenda exaltada que convierte al asesino en un héroe mítico y el de la inmediatez, que es relatado por Ñañá, un personaje enigmático que adquiere propiedades casi chamánicas y que es la única que ejerce el libre albedrío en la historia.

 

¿De dónde viene Ñañá?, se le pregunta a Mesa. “Es uno de los personajes más raros e insospechados que jamás hubiera podido comprender. Digamos que tiene dos nacimientos, uno intelectual y literario, y otro entrañable, de mi familia. Ella representa a las mujeres de mi familia, a esas mujeres que te adoptan y son depositarias de la memoria de una familia. Yo necesitaba alguien que cuidara a Dante en su camino final y que fuera la relatora última.

Ñañá es una suerte de Virgilio costeño y poderoso, es una suerte de demonio que tiene el poder de dar maldiciones y de otorgar permisos de muerte a los pobladores, es la unión entre mi infancia y La Divina Comedia; y es quien me dio permiso de hacer todos los experimentos narrativos, para contar las exageraciones, las leyendas. Ella me dio permiso de hacer cambios temporales en la narrativa”, añadió.

¿Es la protagonista de la novela? “Ella tiene mucho poder y su vida de 100 o 200 años ha cruzado las capas de lo temporal y lo espacial en esa historia. Ella apareció como un fantasma real o una presencia que nació a la par de la novela y se volvió definitiva, casi un protagonista oculto en la historia. Además, es la única que hace lo que quiere, porque huyó de su familia y de las normas sociales, cuando la iban a casar. Así que se fue y se volvió poderosa. Digamos que no es una heroína que debe cumplir un ritual, sino que pudo elegir su destino por la vía del libre albedrío. Ñañá es el personaje más poderoso de la novela”.

 

IDEA Y REGISTRO

En este registro narrativo, poblado de autodefensas, dealers y halcones e historias de asesinatos en cada esquina del pueblo, Jaime Mesa se inclinó por hacer un homenaje a Rulfo y Garro.

Al escribir la novela, tenía muy claro a Elena Garro y Los recuerdos del porvenir, que es uno de los ejes rectores, y a Pedro Páramo, la novela que nos fundó en esta literatura. Incluso, el capítulo final es un homenaje directo de la frase “Vine a Comala…”. Pero sí quería tener un compromiso con Pedro Páramo y sí quería tender una distancia con la novela actual de la violencia, para no repetir otra novela de balazos, sino algo que las moviera y mostrar que en algunos casos están usando su literatura para entretener”.

De tal suerte que, al escribir la novela, revisó las novelas policiacas y determinó alejarse de ese género que se alimenta del entretenimiento.

No quería contar los estereotipos en que se han convertido esos personajes gracias a la ficción, a las series de televisión o a las novelas, sino a contar lo que no sabemos de ellos, lo que no queremos nombrar porque no deseamos ser empáticos ni asumirnos cómplices. Quizá porque es mucho más fácil tenerles miedo y así evadimos esas zonas oscuras de la sociedad.

Esos personajes son representaciones de muchos problemas sociales que existen aquí y a los que no tenemos que elogiar ni dedicarles ningún rito… porque no se merecen nada. Entonces, el estado los margina y nosotros también. Digamos que los buenos los aíslan porque son los malosos”, explica.

¿Se trataba de revelar la otra cara de esos personajes violentos?, se le cuestiona. “Yo no quería alabarlos ni hacerlos monstruos, sino reflejarlos. No me interesaba hacer un registro ni volver a plantear los mismos paradigmas que ya se han contado en la novela de la violencia, que son repetitivos y muchas veces ya son construcciones para entretener, es decir, se vuelven historias de balazos en lugar de ejercer la función crítica de explorar qué está ocurriendo con esta condición humana. Es el lado “B” de la historia, el lado que no solemos ver y la segunda capa de la realidad”.

¿Qué tan lejos observa el bien del mal? “Al explorar el mal me doy cuenta que el mal está más cercano al bien en algunos momentos. No es una zona de blanco y negro, sino de gris que me interesa explorar y que en esas ficciones comunes de la violencia no la hay porque casi siempre los personajes se dividen entre buenos y malos”.

¿En su lectura de la realidad pareciera que todos podríamos ser malos? “Creo que todos podríamos ser malos según las condiciones que tengamos, mientras que la familia y el amor por los hijos podrían ser un ejemplo de resurrección para muchos personajes violentos. Y pienso en la familia y en las pequeñas comunidades, porque el Estado ha abandonado a todos estos grupos, y solo les queda el amor filial”.

 

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