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Expresiones

La novelista Cristina Rivera Garza emprende “un acto de restitución”

El feminicidio de su hermana Liliana, en 1990, inspira el libro “más duro, necesario y urgente” de la escritora

Virginia Bautista | 12-05-2021
Foto: Pía Riverola/ Arte: Horacio Sierra
Foto: Pía Riverola/ Arte: Horacio Sierra

CIUDAD DE MÉXICO. “Los muertos nunca se van”, cree firmemente la escritora Cristina Rivera Garza (1964). Por eso, después de 30 años decidió abrir las siete cajas de cartón y los tres o cuatro huacales que contenían las pertenencias de su hermana menor, Liliana, quien fue víctima de feminicidio el 16 de julio de 1990.

La poeta y narradora descubrió que los objetos guardados en un clóset de la casa de sus padres formaban parte de un “archivo meticuloso” que Liliana construyó sobre sí misma: cuadernos, notas, apuntes, recortes, planos, cartas, agendas, recados y hasta casetes con sus canciones favoritas.

Aquí halló, detalla en entrevista desde Houston (Texas), donde vive actualmente, a la Liliana que conoció y amó, a la nadadora disciplinada con quien compartió esta pasión; pero también las ideas, los sentimientos y los sueños que movieron a la estudiante de arquitectura de 20 años, que no supo ver el peligro en una relación de pareja.

La novelista emprendió “un acto de restitución” que resultó en El invencible verano de Liliana, publicado por Literatura Random House. “Es un libro que he tratado de escribir de muchas maneras y nunca había podido. Salían cosas que no me gustaban, que no daban en el blanco. Éste lo quise publicar porque ahora hay un contexto que no sólo lo hace posible en términos de un lenguaje, sino también de contribuir a un diálogo importante”.

Lo que la impulsó a compartir esta historia fue “el miedo terrible que me dio cuando una mujer del Ministerio Público me dijo que los expedientes no viven para siempre. Entendí que si mis padres y yo moríamos nunca nadie iba a saber de la existencia de mi hermana.

 

Le estábamos haciendo el juego al asesino. El feminicida mata porque quiere borrar la presencia de la mujer, su cuerpo, su voz; y, en el silencio en el que nos obligaron a vivir, vi que mi hermana iba a desaparecer. No puedo permitir eso siendo una escritora”, agrega.

Empezó a reconstruir las redes de amistad, amorosas y de trabajo que tejió Liliana. “Pasé los primeros meses de la pandemia sumergida en la lectura, la organización y la reescritura del material. Traté de localizar a los amigos de mi hermana, los entrevisté. Fue un proceso de suma conexión, pues fue vital el testimonio de ellos, los familiares y de mis padres.

Pero el libro no hubiera sido posible sin la voz de Liliana, quien construyó su memoria con su archivo. No sólo conservó sus escritos más pulidos, sino todo, los recaditos, las cosas que se escriben en las servilletas, los chismes en las orillas de las libretas”.

La catedrática de la Universidad de Houston admite que “no he hecho algo más duro en mi vida, ni tan necesario, urgente y con un gran alivio. Volver a nombrar a Liliana, traerla sabiendo que no nos íbamos a caer, que hay un contexto en el que se puede entender la complejidad de su vida. Ahora podemos decir que no fue un crimen pasional, sino un feminicidio. Hablar en esos términos es un proceso de sanación, terapéutico, pero también político”.

Destaca que este es un título combativo en el que la literatura no se plantea como autónoma de la sociedad.

Hay una persona que se llama Ángel González Ramos (exnovio), que es el presunto asesino de mi hermana, sobre quien se giró una orden de aprehensión en noviembre de 1990 y nunca fue capturado porque huyó”.

Explica que en 1990 no existía la palabra feminicidio, figura que se incorporó al Código Penal en México en 2012, y que Liliana y la sociedad carecían del lenguaje para identificar, denunciar y luchar contra la violencia sexista.

Rivera Garza concluye que con este título busca aún justicia para su hermana. “Queremos obtener información y tips sobre qué le ha pasado a este individuo. Abrimos un correo desde la editorial (elinvencibleveranodeliliana@gmail.com), donde se puede hacer llegar información”.

Y recuerda que “hay algo muy perverso que sucede entre las familias de los perpetradores y de las víctimas, y es que estamos unidos por el crimen. Cuando los familiares o los amigos de los feminicidas no los delatan, están pasando una cuenta pendiente a sus futuras generaciones, como si estuvieran lanzando una maldición”.

 

 

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