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Expresiones

La historia de Yasuaki Yamashita, sobreviviente del hongo atómico

Sergio Hernández cuenta de primera mano la historia de Yasuaki Yamashita, quien estuvo en el bombardeo atómico a Japón hace 76 años

JUAN CARLOS TALAVERA | 10-08-2021
Ilustraciones: Cortesía FCE/ Arte: Erick Zepeda
Ilustraciones: Cortesía FCE/ Arte: Erick Zepeda

 

CIUDAD DE MÉXICO. Yasuaki Yamashita tenía seis años cuando el bombardero estadunisenes Bockscar lanzó una bomba atómica sobre Nagasaki, Japón. Era el 9 de agosto de 1945 y aquel día no fue a la montaña a cazar cigarras. Se quedó en casa, a las afueras de la capital, con su mamá y su hermana. De pronto escuchó la sirena de emergencia y a lo lejos vio una luz intensa, “parecida a mil relámpagos”. Su mamá lo jaló al suelo y, junto con su hermana, entraron al refugio. Luego vino la explosión.

Así revive Yasuaki Yamashita aquellos instantes que cambiaron su vida y que luego de siete décadas decidió plasmar en una revelación inédita en el libro Hibakusha. Testimonio de Yasuaki Yamashita, ilustrado por Edu Molina y publicado por el Fondo de Cultura Económica (FCE), que narra los efectos de aquella herida abierta que sucedió ayer hace 76 años, sobreviviendo a la discriminación y al temor de morir.

El volumen, que será presentado el sábado 14 de agosto a las 13:00 horas en la librería Rosario Castellanos, es abordado por el investigador Sergio Hernández, quien explica a Excélsior este ejercicio de memoria y dolor que el propio autor definió como “un infierno en la tierra”.

La historia de Yasuaki es la de un sobreviviente de la bomba atómica, que es parte de mis proyectos de investigación como profesor de la Dirección de Estudios Históricos del INAH. Este caso es muy interesante porque es la voz, en primera persona, de alguien que estuvo ahí”, explica Hernández.

Desde hace varios años Yasuaki es parte de la organización Hibakusha Stories, con sede en Estados Unidos, donde los sobrevivientes de aquel ataque se han dedicado a visitar todo tipo de escuelas; es un proyecto de difusión que promueve el conocimiento para evitar que se repitan eventos como los de Hiroshima y Nagasaki.

Parte de la preocupación de Yasuaki y de los hibakusha (testigos de la bomba atómica) es que esa docena de países que cuentan con bombas atómicas las eliminen. Ese es el objetivo principal de los Hibakusha Stories, ganadores del Premio Nobel de la Paz de 2017”, abunda.

Además, “este tema no se trata de recordar un hecho histórico, sino de algo que se puede repetir y que está sobre nuestras cabezas. Esas bombas, en cualquier momento, pudieran ser utilizadas y mostrar su efecto”, lamenta Hernández.

Un elemento inesperado en la narración de Yamashita es su contacto con México. “Ésa es otra parte rica de su historia, quien no sólo es un sobreviviente de la bomba, sino que cuenta lo que sufrió como discriminación, ya que entonces se pensaba que sus enfermedades podrían contagiar a los demás”.

Por ejemplo, muchos notaron que los hibakusha padecían leucemia, cáncer de piel y deformaciones, y se propagó el miedo de casarse con una mujer que pudiera tener un bebé en aquellas circunstancias. Eso los aisló y fueron señalados como un grupo que podría contaminar a la población. Yasuaki es fruto de esa generación.

Ahora parece extraño, porque sabemos que eso no se contagia, pero entonces prevaleció la confusión en Japón, que había quedado bajo la guerra y la falta de información de los efectos a causa de la radiación”.

Esto llevó al autor a salir de su ciudad natal y tratar de olvidar la situación. “Por ciertas circunstancias Yasuaki aprendió español, se interesó en la cultura mexicana y consiguió un trabajo como traductor de la delegación de deportistas japoneses que venían a la Olimpiada de México 1968. Luego se quedó aquí”, explica Hernández.

Durante casi medio siglo, Yamashita quiso alejarse del pasado, porque la memoria le dolía y lo lastimaba. Pero a finales de 1990 unos jóvenes universitarios de EU lo invitaron a dar una charla para compartir sus vivencias. Al principio se negó, pero cuando decidió platicar su historia encontró que era la mejor forma de aliviar el dolor.

Ante decenas de estudiantes, descubrió que platicar aquel horror y ese infierno en la tierra tendría algún sentido. “Fue doloroso, pero desde entonces quiso que los jóvenes conocieran su historia para que algún día las armas nucleares queden totalmente eliminadas del planeta”.

 

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