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Expresiones

La historia Cecilia Violetta López es la cara bonita de la migración

La soprano de origen mexicano cuenta las dificultades que vivió su familia en Estados Unidos y sus inicios en la música a los 22 años

Juan Carlos Talavera | 09-11-2018
Cecilia se prepara para interpretar en 2019 diferentes papeles en El elíxir de amor, Fausto, y La traviata. Foto: Tomada de la página oficial de la soprano
Cecilia se prepara para interpretar en 2019 diferentes papeles en El elíxir de amor, Fausto, y La traviata. Foto: Tomada de la página oficial de la soprano

CIUDAD DE MÉXICO.

La historia de la soprano Cecilia Violetta López (Idaho, 1982) es la cara bonita de la migración, el ejemplo del éxito que sorteó la frontera entre México y Estados Unidos, el final feliz de una familia que alcanzó el sueño americano. Ella es Violetta, la diva de rancho que lleva la penca del nopal en la frente mientras recorre los escenarios de Estados Unidos.

La historia comenzó en 1976, cuando el papá de Violetta dejó Michoacán y cruzó la frontera como mojado. Cinco años después, aquel hombre que operaba las pipas de irrigación en los campos de Idaho juntó dinero y se llevó a su esposa y a su hijo mayor para trabajar en la cosecha de la remolacha, explica la soprano en entrevista con Excélsior.

En aquella tierra nació Violetta, la soprano que lucha por mantener su raíz mexicana, pese a que ya cuenta con un lugar en la ópera estadunidense, una carrera que comenzó con Il trovatore, hasta debutar en el Carnegie Hall y ser reconocida por su trayectoria en el senado de Idaho. Ahora prepara sus presentaciones como Adina en El elíxir de amor, en la Virginia Opera; Marguerite en Fausto, de la Opera Omaha y La traviata en el Minnesota Opera para 2019.

Una de las primeras imágenes que Violetta recupera de su pasado es de julio de 1982, cuando tenía seis meses de nacida y la cuidaba su hermano mayor, a la orilla del campo, mientras su mamá cosechaba betabel. “Me cuenta mi ma’ que cuando yo tenía seis meses, mi hermano me cuidaba a la orilla del campo, y cuando lloraba de hambre, él corría a buscarla para que me diera de comer. Entonces ella se sentaba entre betabeles, me abrazaba y me daba pecho, para después seguirle”, detalla la cantante con el sentimiento en la voz.

–¿Has visitado México alguna vez?, se le pregunta. “Aunque nací en Estados Unidos, mis papás son de Michoacán. Así que desde chiquita íbamos cada año a México, en invierno, para ver a la familia”, dice vía telefónica.

–¿Cómo cruzaban la frontera? “Yo tenía papeles, pero mi familia no. Así que en esas visitas cruzábamos la frontera como mojados, porque mi mamá no tenía confianza de mandarme con alguien. Era un peligro. Cuando cumplí cuatro años, llegó la amnistía del presidente Ronald Reagan (en 1986) y mi familia obtuvo sus papeles; desde entonces logramos ir a México sin peligro ni preocupaciones de cómo volver”.

–¿Nunca fueron sorprendidos por la migra? “Nos ayudaba un coyote a pasar. Pero en una ocasión nos agarró la migra y nos echaron a la celda. Como mi hermano es blanco y de ojos claros, la migra pensaba que él era gringo. Durante largo rato cuestionaron a mi mamá y a él lo sentaron en una silla, pegado a la celda en donde estábamos mi mamá y yo. Los tres teníamos hambre, pero como él era blanquito le dieron chetos y papitas. Luego nos deportaron”.

CAMBIO DE PIEL

Cecilia Violetta llegó al mundo de la ópera por accidente. Tenía 22 años y quería ser profesora de música en alguna primaria, aunque su primer contacto con el canto fue por su mamá, quien le enseñó canciones de Pedro Infante y Miguel Aceves Mejía.

En ese momento tomaba clases formales en la Universidad de Nevada, pero cuando tuvo que tomar lecciones particulares de canto, descubrió las posibilidades de su voz y empezó a cantar música para coro.

“En aquellos días fui con mis amigos a ver una producción escolar de La Bohème. Pensé que sería poco divertido, pero cuando llegó la muerte de Mimí en el cuarto acto… me cambió mental y espiritualmente y decidí enfocarme en mis estudios vocales para cantar ópera”.

Entonces cambió sus clases y se enfocó en el estudio del canto hasta 2012 y se dirigió a la Ópera de San José, en California, donde audicionó para la mezzo Irene Dallis. “Al término de la audición, ella me preguntó si podría volver en dos semanas con las arias de Suor Angelica y Leonora de Il Trovatore. Le dije que sí y cuando vi la partitura me dije “¡Oh, my Goodness!”, pero lo hice y tuve mi primer contrato”.

En su primera temporada cantó Rosalinda en Die Fledermaus, Leonora en Il Trovatore, Lauretta en Gianni Schicchi; y para la segunda: Nannetta en Falstaff, Cio-Cio San en Madame Butterfly y Donna Anna en Don Giovanni. En 2016 vendría su debut en el Carnegie Hall y el cover en el MET Opera.

–¿Violetta Valéry (protagonista de La traviata) ha sido esencial en tu carrera? “La traviata ha sido importante no sólo por el peso que tuvo al inicio de mi carrera sino porque con ese personaje pude explicar la ópera a mis papás y mostrarles que es como las novelas latinas donde tenemos cuentos de amor, comedias o tragedias”.

–¿Hay algo de Violetta en ti? Muchas mujeres podemos identificarnos con ella porque todas sufrimos y queremos que nos amen, queremos nuestro final feliz. Para mí, ella es una mujer muy real y cuando la interpreto ¡me brinca el corazón!”.

–¿Cantarás en México algún día? “Mi ma’ dice que tengo la penca del nopal en la frente y quisiera esa oportunidad. Yo mantengo la esperanza de cantar en mi México lindo y querido, en cualquier escenario. Ahorita me parece un sueño inalcanzable, pero ojalá se me dé la oportunidad de ir y cantar, aunque no me considero una diva. Esa palabra a veces tiene un significado negativo, pero algunos colegas me dicen que como diva debo grabar mis arias; yo le digo a mi ma’ que, en todo caso sería una diva del pueblo, una diva de rancho a la que le gustan las canciones de Pedro Infante y de Aceves Mejía, esas rancheras que tocan el corazón. Yo quiero cantar y descubrir el repertorio operístico y mantener mi amor por la música mexicana”, dice.
 

cva

 

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