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Expresiones

Eric Nepomuceno, el escritor que duda

El escritor brasileño —traductor de Rulfo, Cortázar y Borges al portugués— festeja sus 70 años de vida con la publicación de Las tres estaciones, en donde reúne lo mejor de su obra cuentística

Juan Carlos Talavera | 14-08-2018
Foto: Cortesía Almadía/Paula Jonas
Foto: Cortesía Almadía/Paula Jonas

 

CIUDAD DE MÉXICO.

El cuento nace de algún sedimento que a su vez nace en la memoria, quizá de un instante, una mirada o una imagen; al final el cuento pareciera que algo despierta en la memoria”, asegura el escritor brasileño Eric Nepomuceno (Rio de Janeiro, 1948), uno de los mejores cuentistas en lengua portuguesa, también conocido por sus traducciones al portugués de autores como Juan Rulfo, Julio Cortázar, Eduardo Galeano y Jorge Luis Borges, quien publica Las tres estaciones, su más reciente antología de cuentos que ya circula en México.

Autor de compilaciones como Cosas del mundo, Hemingway en España y Bangladesh tal vez, Nepomuceno celebra sus 70 años con una selección de relatos donde privilegia una atmósfera cargada de tensión y una trama que se apoya en el tiempo y los secretos, la importancia del juramento, la desnudez y el deseo adolescente, ficciones que crecen como flores y no necesitan ser perfumadas, como alguna vez dijo Eduardo Galeano.

 Vía telefónica desde Rio de Janeiro, Nepomuceno adelanta que vendrá a México en octubre próximo, habla sobre su búsqueda literaria y afirma que su mayor deseo es que el lector se convierta en su cómplice, un confidente que complete la historia ante el rostro inocente del autor.

Muchas veces corto el final del cuento para dejar que el lector intente averiguar qué pasó. Porque yo soy de los que defienden que, en literatura, cuanto menos hables más dices. Aunque si uno logra crear una atmósfera de tensión que atrape al lector, entonces ahí se convierte en tu cómplice y pasa a vivir la historia desde adentro. Ojalá haya logrado eso en estos relatos”.

 

Imagen intermedia

Nepomuceno confiesa que podría escribir tan rápido que terminaría una novela de 400 páginas en dos meses, pero sería una narración muerta, sin alma. “Puedo escribir rápido, pero soy muy lento para los libros de ficción. Pero a esta altura de mi vida, si me encierras en un cuarto de hotel que sea cómodo y donde pueda fumar… te puedo entregar una novela de 400 páginas en dos meses; el lío es que no creeré en ninguna línea, porque no se puede forzar la mano en la ficción.

Claro, si tú me encargas un artículo periodístico para mañana, lograré hacerlo, pero esa novela que podría escribir en dos meses… no sería mía, sería falsa y jamás creería en ella. Por eso nunca pienso mucho a la hora de escribir. La idea viene, luego hay que pasarla al papel y revisarla muchas veces para quitar lo superfluo. Hay una frase de Eduardo Galeano que me marcó. Él decía que no hay que perfumar a la flor y eso mismo sucede con el cuento”, añade.

Las tres estaciones compila 15 de los mejores relatos que ha escrito el autor brasileño en casi medio siglo. La traducción corrió a cargo de Paula Abramo y están organizados en orden cronológico, pero no por el año de su escritura, sino por la edad de los personajes. La primera etapa compila cuentos sobre la infancia y la primera juventud; la segunda agrupa personajes que hablan sobre la ruptura o el encuentro, sus luces y sombras, alegrías y desesperanzas. Y cierra con una especie de respuesta a las anteriores, un punto de equilibrio en donde hay relatos de humor, tristeza, solidaridad, amor y un nuevo comienzo”, comenta.

Autor de Cuarenta dólares y otras historias, La palabra nunca y del reportaje La masacre, Nepomuceno maneja sus relatos como si tuviera entre manos una cámara de video equipada con un zoom de largo alcance y una súper cámara lenta. “No es algo intencional, así que es un poco complicadito explicar lo que escribo. Pero la cuestión es así: digamos que yo te cuento algo que me ocurrió ayer, pero podría tardar mucho más tiempo contando lo que ocurrió que el tiempo en que realmente sucedió”.

Así, el autor recuerda el relato El perseguidor, de Julio Cortázar, cuya referencia le ayuda a explicar su apreciación del tiempo literario, donde el transcurso natural de la narración no es el de la acción.

¿Qué preguntas le inquietan al escribir?, se le cuestiona. “Creo que la vida vale la pena mientras tengas preguntas. Yo me ataño más por mis dudas que por mis certezas; el día que yo deje de tener dudas y de asombrarme con la vida, entonces, para qué seguir”.

¿Cuál es la materia prima de su escritura? “Te cuento que nunca pienso demasiado, pero es la memoria, yo me quedo con la memoria de lo que vi, oí y viví y lo que me contaron; eso queda ahí dentro, calladito, construyéndose hasta que salta a la superficie”.

¿La búsqueda de sus personajes es la búsqueda del escritor? “Hombre, el día que yo sepa la respuesta nunca más escribiré. Me quedo con tu pregunta, que es mi duda”.

 ¿Cómo halla el tono del relato? “No lo sé, sólo sé que viene. Ahora escribo algo que me vino cuando volvía de una cena. La imagen es: una velada agradable donde me trajeron un vino blanco chileno que no estaba a la temperatura, pesadito, y con un bacalao sabroso, pero tibio. Lo mejor de esa noche fue el escote de la chica que nos atendió en el restaurante. Ésa es la imagen que quedó, pero aún no sé qué pasará luego”.

 

cva

 

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