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Expresiones

Enrique Florescano: Entre la política y el arte

El doctor en historia analiza en su nuevo libro la fundación del poder en Mesoamérica y sus formas simbólicas de legitimación

Virginia Bautista | 23-11-2022
Enrique Florescano
Florescano señala que en Teotihuacan, en cambio, “no se ve la presencia de los jefes de Estado, de los reyes, sino de un conjunto de nobles y guerreros que manejan el sistema político y organizativo. Fotografía: Cuartoscuro

 

 

Sin el poder del Estado no hay crecimiento de las ciudades, de la población, de los ejércitos, de los cultos y de las ambiciones”, afirma el historiador Enrique Florescano a propósito de su nuevo libro, Los orígenes del poder en Mesoamérica (Taurus).

¿Cómo se fundó el poder en las civilizaciones mesoamericanas?”, se pregunta. “Creo que, aunque los rasgos de este ejercicio fueron muy distintos en los olmecas, los teotihuacanos, los mayas y los aztecas, todos utilizaron al arte como forma de legitimación”, responde el investigador.

En entrevista con Excélsior, el doctor en Historia por la École Pratique des Hautes Études de la Universidad de París detalla que, en el México antiguo, “todo el arte fue una forma de propagar la figura y el poder del gobernante; el artista estaba al servicio del Estado, del poder.

Los artistas eran fundamentales. Hacían énfasis en la importancia del gobernante en turno, creaban su retrato y relataban o pintaban sus triunfos políticos o en la guerra. El libro propone un juego de espejos entre la política y el arte. Los creadores van ganando presencia y autoridad, hasta ser reconocidos como maestros; pero siempre subordinados al monarca”, aclara.

El uso del arte, escultura y pintura, de los símbolos, los mitos y hasta de la teatralización y la poesía como constructores de identidad es la única coincidencia que encontró en las grandes civilizaciones mesoamericanas. La fundación del poder fue diferente.

Los olmecas crean la primera gran capital del mundo antiguo, con ellos nace el poder. Lo vemos en las magníficas esculturas que representan al rey, con todos sus atributos reales, protegido por sus ancestros y manejando el poder militar.

Ese poder está basado en la gran presencia del rey, que se sucede de padre a hijo y hay una herencia continua; es una organización política basada en el linaje. Las esculturas colosales de 15 toneladas muestran al rey como la presencia más fuerte, no sólo política, sino de la naturaleza; porque su tamaño causa sensación”, explica.

Florescano señala que en Teotihuacan, en cambio, “no se ve la presencia de los jefes de Estado, de los reyes, sino de un conjunto de nobles y guerreros que manejan el sistema político y organizativo.

Tenemos una jerarquía bien establecida: conjuntos ceremoniales y políticos que llevan a cabo los signos del Estado, pero ya no es un individuo predominante, sino un conjunto de militares, sacerdotes, comerciantes, nobles, los que manejan el Estado”, indica.

Agrega que el poder militar siempre fue importante en Mesoamérica, pero con los teotihuacanos llegó a su máxima expresión. “Teotihuacan crea el primer Estado que gobierna mucho más allá de sus fronteras geográficas: se va hasta Yucatán, hacia el norte, centro y sur del país, y crea una especie de imperio cuya influencia cultural  es enorme”.

El promotor cultural de 85 años añade que los mayas “construyen una supremacía, la de Pakal, quien reconstruye todo el Estado; él reescribe la historia de los mayas y se inmortaliza con la creación de su propio mausoleo. También tienen una ambición imperial”.

Sin embargo, prosigue, los aztecas fundaron el poder más grande de Mesoamérica. “Ellos crearon una organización política nueva. Suprimen la herencia y proponen una especie de concejos de Estado, que deciden la sucesión del tlatoani, un vocero que es más militar.

Pero también están los sacerdotes y los reinos vecinos, que constituyen la Triple Alianza, una organización política muy diferente a la anterior. Con su nuevo poder, triunfan en todas las  áreas”, expresa.

A pesar de estas diferencias, el especialista admite que “la sustancia del poder siempre es la misma: la guerra, la ambición política, el ejército y el arte dedicado a destacar los triunfos y construir una ideología”.

Concluye que hubo muchos aspectos positivos en la forma de gobernar en el México antiguo, pero que prácticas como el sacrificio humano y el canibalismo, “una marca que viene de los más antiguos gobernantes de Mesoamérica hasta los aztecas”, impiden apreciar el lado positivo de estas civilizaciones.

 

 

 

 

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