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Expresiones

‘Bichos. Introducción a la música de concierto’, una orquesta de zumbidos

La pianista Ana Gerhard compila en un libro-disco, que sirve para enseñar a apreciar la música, composiciones que han imitado los sonidos de diferentes bichos

Juan Carlos Talavera | 09-12-2018
Ilustraciones: Tomadas del libro
Ilustraciones: Tomadas del libro

CIDUAD DE MÉXICO.

Un enjambre de abejorros atraviesa el claro de un bosque mientras dos grillos sostienen una conversación al pie de un árbol. Más allá revolotea una plaga de moscas, una pulga ejecuta varios saltos y una tarántula intenta inmovilizar a su presa con una danza singular, antes de inyectar su veneno. Todo eso trascurre en el libro-disco Bichos. Introducción a la música de concierto (Océano), de Ana Gerhard.

La publicación, que cuenta con un disco compacto, es ilustrada por Mauricio Gómez Morin y compila 20 obras de música de concierto que recorren casi cinco siglos, es un primer acercamiento a la música clásica para niños de cualquier edad.

En entrevista con Excélsior, la también pianista y compiladora del libro, detalla que este volumen se incluyen piezas como: El vuelo del abejorro, de Nicolai Rimsky-Kórzakov; Diario de una mosca. Microcosmos 6 y Música nocturna. Al aire libre, de Béla Bartók; El grillo, de Josquin Desprez y Tarantela. Sonidos bastardos, de Johann Kaspar Mertz, por mencionar algunas.

Lo que busca esta colección es acercar a los niños y al público en general a la música de concierto, porque tengo la sensación de que en general provoca miedo y quizá muchos la consideran como música para gente de mayor edad o para personas ricas, cultas y aburridas. ¡Pero no es así!”, explica la compiladora de la antología que ya circula en librerías.

Éste es el cuarto volumen de la serie Introducción a la música de concierto, que antes se ha enfocado en el canto de las aves, los seres fantásticos y el agua.

La idea ha sido encontrar temas cotidianos que llamen la atención de los niños y que les sean familiares. Para que cuando captes su atención, al reconocer el sonido de un ave, de una rana o de un insecto, ya puedes contarles que quien produce el sonido es un violín, una flauta o un fagot. Digamos que es una forma más lúdica y directa de llegar a la música clásica”, apunta.

El libro está diseñado para ser hojeado mientras se escucha cada pieza, está acompañado de una biografía mínima del compositor e información sobre el bicho en cuestión, así como el instrumento utilizado por el compositor y un diccionario con términos que no son del dominio público, para enriquecer la experiencia auditiva.

Lo que se busca no sólo es provocar la curiosidad del niño, porque uno no imaginaría que estos bichos han inspirado numerosas obras de arte, aunque son parte de nuestro entorno. Así que la idea puede ser atractiva y se incluyen algunos detalles adicionales para saber cómo es que estos creadores intentaron imitar, evocar o hacernos imaginar a esos bichos”, comenta Gerhard.

Y aunque algunos sonidos son fáciles de reconocer, como el zumbido en El vuelo del abejorro, hay otros que pueden resultar inesperados, como el croar de las ranas, el desfile de los saltamontes, el salto de la pulga o el reflejo de un bosque lleno de insectos.

 

UN MUNDO TRISTE

 

Para Ana Gerhard, la importancia de acercar la música de concierto a los niños no sólo estriba en la idea de acercar un conocimiento de forma directa, sino en estimularlos y sensibilizarlos.

Porque está científicamente demostrado que la audición de música clásica desarrolla el nivel de abstracción y de concentración de los niños. Eso es algo muy importante que les puede servir a lo largo de su vida y que vale la pena desarrollarlo desde temprana edad”, detalla.

Yo no digo que dejen de escuchar rock o música popular y comercial. ¡A mí también me encanta! Pero a ésta siempre se tiene acceso y se llega directamente. En cambio, a la música clásica no hay tanto acceso y se necesita un pequeño esfuerzo. Sin embargo, por algo la música clásica lleva más de 500 años de evolución y es una música que ha ido acumulando mucho conocimiento, mucho arte y sensibilidad”.

En el caso de este libro, añade, sólo es un pequeño acercamiento que podría ayudar a los niños a comprender cómo es que un artista expresa la idea de un bicho, un animalito que pareciera irrelevante, pero habría que comprender cómo logró el artista conjugar armonía, ritmo, el timbre y la melodía”, explica.

-¿Considera que la escuela no impulsa lo suficiente la enseñanza musical? “Aunque es importantísima la educación musical, en general de todas las humanidades, creo que en las escuelas están más enfocadas en los resultados, más orientados en que los niños sepan matemáticas y escriban sin faltas de ortografía”.

-¿Cuál sería su recomendación? “Que traten de dedicarle más horas al tema de las artes, especialmente de la música porque es un área a veces relegada o sacrificada por los profesores, cuando a menudo toman esas horas para recuperar el trabajo de materias atrasadas. Sabemos lo difícil que es aprender a tocar un instrumento. Eso requiere tiempo. Pero la invitación es a sensibilizar a los niños para que puedan escuchar este tipo de música”.

-¿Es una carencia de la educación moderna? “Creo que en el mundo en general se ha favorecido más la cuestión práctica y de resultados, de todo lo que les ayudará a conseguir trabajo y a ganar dinero y sí se olvida la parte artística que, a final de cuentas, es algo básico en la historia del ser humano”.

-¿Qué sugeriría a quienes afirman que ésta es aburrida? “Les diría que abran bien los oídos y que se quiten de tabúes y barreras, que escuchen a Vivaldi y a Beethoven, que no se limiten… porque un mundo sin esta música sería mucho más triste”.

El volumen también incluye Sensemayá y El renacuajo paseador, de Silvestre Revueltas; Siete mariposas: VI, de Kaija Saariaho; Las mariposas, de François Couperin; La entrada de las hormigas. El festín de la araña, de Albert Roussel; Concierto para violín Las ranas”, de Georg Philipp Telemann; y Obertura. Las avispas de Ralph Vaughan Williams, entre otras más.

 

cva

 

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