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Expresiones

‘Mastodonte’, el e-book de Jaime Reyes

La novela está escrita para leerse en dispositivos electrónicos e incluye un soundtrack que puede escucharse gratuitamente en Spotify

Edgar Alejandro Hernández | 20-09-2015

CIUDAD DE MÉXICO, 20 de septiembre.-Hay libros que viven lejos del resguardo del papel y la letra impresa. Ese es el caso de Mastodonte (editorial Nieve de Chamoy), primer e-book del escritor y periodista Jaime Reyes, quien desarrolla una historia de sangre, sexo, violencia, drogas y locura destinada a ser leída en dispositivos móviles y en breves momentos de ocio.

La vida de un bestial golpeador clandestino se va consumiendo conforme avanza el relato que no tiene tiempo ni espacio, tan sólo transcurre como un mantra guiado por música heavy metal, que el lector podrá escuchar a través de los hipervínculos que ofrece el libro.

Mastodonte lo leí de principio a fin en el celular. Háblame de la estructura narrativa, que no sólo es fragmentada, sino que rompe con el esquema tradicional (planteamiento, nudo y desenlace). Todo ocurre como un continuo, como un mantra.

—Sí, en efecto, en Mastodonte está la intención de crear un mantra narrativo que fluya, por supuesto, en la literalidad de las palabras, pero también entre los significados que puedan tener los parágrafos del libro en conjunto y los momentos de los que está construido.

Todo eso está relacionado con la naturaleza del personaje. Un ser roto, destruido, sin control sobre el continuo que representa su vida echada a perder. Una persona que vive literal y metafóricamente en un estado permanente de narcosis. Eso me dio la oportunidad de construir el libro de la misma manera: fragmentado, roto, por decirlo así. Y aunque en un principio no fue planteado exclusivamente para ser electrónico, ya contemplaba desde su inicio sus elementos metaliterarios o hipertextuales, las referencias a fuentes de información electrónicas y, sobre todo, a la música. Mastodonte fue concebido desde la música y para la musicalidad.

Desde el inicio pesaba para mí, sí, más la versión electrónica que la impresa, pero no fue planteado desde sus orígenes para ser exclusivamente electrónico. De hecho, con Nieve de Chamoy se planteó hacerlo un libro gráfico, con juegos tipográficos y pictogramas animados; yo llegué a pensar que tuviera varias ediciones de la portada, en que a ratos fuera audiolibro y hasta videolibro, incluso en una edición impresa limitadísima que también fuera un libro-objeto con grabados y cosas así, pero seguramente era ya demasiado para Mastodonte. Lo cierto es que lanzaremos una edición en inglés, tanto por hacer un experimento comercial como porque tengo la sensación, una mera sensación, de que el libro puede encontrar a varios de sus lectores en el mundo editorial anglosajón.

—¿Mastodonte hubiera sido posible como un libro tradicional?

—Sí, pero hubiera sido complicado que lograra transmitir fácilmente la idea de la experiencia hipertextual o multimediática, pues hubiera implicado más acciones del lector para completar la vivencia. Creo que no lograría su objetivo completo en una edición en papel. Sería como una de esas ediciones comentadas abigarradamente, que el lector compra entusiasmado, pero que pocas veces termina de leer porque la cantidad abrumadora de notas al pie que contiene lo obligan a realizar acciones que en lo físico son exasperantes, aburridas, distractoras, torpes.

—El protagonista sigue la línea del antihéroe, pero más aún la de un personaje perdido en su propia violencia y remordimientos. ¿Cómo nace Mastodonte?

—Nace de mi propia experiencia de superar el dolor de una pérdida, de los procesos por los que pasa cualquier persona normal que un día se encuentra extraviada en su vida mental, pero sobre todo nace de mi toma de conciencia de que la ira es la emoción que marca hoy, como lo ha hecho ya en otras épocas (o tal vez en todas), la vida del hombre. Ya mucho se ha escrito sobre personajes que viven enojados con la vida, sobre todo nuestros más queridos superhéroes, y lo que yo quise con Mastodonte es, sí, también retratar a ese tipo de hombre, la forma en la que su mente transfiere la ira a su cuerpo, pero sobre todo la manera en la que busca salir una y otra vez del círculo vicioso de sus ideas depresivas. Si lo logra o no, depende mucho del lector. No es un libro cerrado o de interpretación unívoca y eso me gusta.

Creo que todos llevamos a un mastodonte dentro y está muy, muy encabronado. Sin embargo, creemos que podemos salir de ahí para ser libres de esa emoción que tiene hundido al mundo en un estado de eufórica depresión. Y eso está bien; tampoco es un libro que tienda a la negatividad, a pesar de la violencia y la agresividad que contiene.

—Hay un recurso literario que marca el libro, importa tanto lo que se dice como lo que se calla. El libro deja todo el tiempo cabos sueltos, historias por contar. ¿Cuál fue la motivación para usar este recurso?

—La interpretación de Mastodonte se completa en sus silencios más que en sus alaridos. Esto fue pensado así porque, de alguna manera, creo que así escribo o así creo que me gusta escribir. Pero también hay una razón menos ligada al proceso intelectual y más unida a un simple proceso de producción. Gran parte de Mastodonte fue escrita en teléfonos móviles y en tablets, en los pequeños espacios que la vida contemporánea te da para escribir, si no eres un escritor profesional que dedica su tiempo completo a ello. El tiempo de meditación de cada parágrafo fue largo, sí, pero la escritura fue casi automática, aunque accidentada. La depuración de lo escrito, como siempre, fue lo que en realidad se constituyó como el tiempo y el espacio de la verdadera escritura de Mastodonte.

—La música es otro paradigma que aparece en el libro. Háblame de cómo fue dando la selección de temas y su incursión en el relato.

—La música es para mí, tal vez, más importante que la literatura. Puedo pasar extensos periodos sin libros, pero no un segundo sin música. Y Mastodonte refleja, creo, esa cosa personal “mía, muy mía”. Los que gustan de música
heavy saben que en realidad no hay gran truco en el título, e incluso en la musicalidad literaria de Mastodonte. Existe una banda estadunidense de metal progresivo que se llama así, Mastodon, y sus temas, si bien no son fragmentados como los parágrafos de Mastodonte, tienden a ser mantras que logran su tesitura ideal a través de la progresión simétrica y asimétrica de muchas de sus armonías. La música heavy ha estado en mi vida desde que nací y es lo que más disfruto. Más o menos sé de las bandas que hay y más o menos conozco sus discos, por eso el playlist de Mastodonte, en realidad, llevaba años construyéndose en mi memoria, estuvo ahí a priori Mastodonte como libro. Y es curioso, porque una cosa es la música de Mastodonte tal cual aparece en el libro, y otra el playlist que como tal acompaña al libro y que puedes escuchar mientras lo lees. Mi editora me pidió, en principio, que el soundtrack de Mastodonte respetara la aparición de los tracks como el libro los presenta, pero, como soy muy clavado en eso de la música, sabía que eso no iba a funcionar de esa manera, necesitaba que el soundtrack de la novela, como tal, tuviera un sentido, una vida autónoma del libro, aunque dependiente de él para lograr la plenitud de su sentido.

—Hay un elemento autobiográfico recurrente: la muerte de tu hermano. ¿Por qué decidiste abordar el tema de forma tan intensa?

—Porque soy intenso, la verdad. Creo que parte de Mastodonte, en lo que tiene que ver conmigo como autor/lector del libro, es aceptar sin grandes culpas mi naturaleza violenta, no tenerle miedo a mi expresividad intensa, muchas veces visceral y agresiva. Y no estoy encabronado, así es mi carácter. Mastodonte, entonces, es brutal porque yo vivo las cosas de esa manera. Y la muerte de mi hermano necesitaba, para mí, un enfrentamiento brutal, intenso, sin muchos rodeos y al tiempo sin la necesidad de develar nada innecesario que me desviara del objetivo central de Mastodonte, que es meditar sobre la ira y la violencia del hombre sobre sí mismo.

Mastodonte, como comentaba al inicio, nace de mi propia experiencia de superar el suicidio de mi hermano, que me dejó lleno de odio y de una ira irracional y sin fundamentos claros, es decir, extraviado en un mundo emocional sin sentido. Así que, digamos, todo va junto con pegado, y pegado con junto. Lo que aún no me respondo es quién es ese cabronazo de Junto… Pero supongo que moriré sin saberlo.

—La protagonista femenina también vive bajo la convicción de ser miserable igual que Mastodonte. ¿Por qué escribiste la historia de dos personajes que se regodean en su decadencia?

—Porque creo que, en lo general, en estos tiempos vivimos para regodearnos de nuestra decadencia y, sobre todo, de nuestra miseria. Excepto honrosos esfuerzos por llevar al mundo en otra dirección, en lo general tenemos una vida decadente y nos gusta mostrarnos de esa manera. Creo que los verdaderos antihéroes son los “buenos”, los “limpios”, los “correctos”. En realidad, como ya han anunciado con contundencia grandes autores, vivimos en una época en la que los valores están transvalorados, chuecos, volteados. Mastodonte es así, describe pedazos de vida de un hombre enfurecido que lo único que sabe hacer para no sentir dolor es golpear, golpear hasta matar, como el más grande, famoso, adinerado, amado y admirado de los peleadores de artes marciales mixtas, nuestro deporte favorito en el siglo 21. La chica complementa o explica, de alguna manera, este retrato. Es una mujer onírica, enferma del síndrome de Cótard, hipersexual, violenta, pero con la suficiente materia emocional e intelectual para abrazar y abrasar al Mastodonte. VB es muy atractiva, al menos para mí... En mi mente tiene unas piernas sensacionales…

 

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